Carta
de su hijo mayor. . .
Fuente diario de Junín
Junín, lunes 20 de octubre de 2003
Viejo, ¿fuiste de Verdad?
Por Juan Francisco
Vilches
Viejo, para mi era imposible que
existiera alguien como vos. Nunca pude creerlo.
Naciste en la calle Lavalle, justo
enfrente de los bomberos. Por las fotos eras un nene lindo y regordete.
Salió tu foto publicada en el diario cuando cumpliste un año y el
chiste que hace mi mamá es mostrar esa foto diciendo que soy yo. Ibas
siempre a jugar con los chicos más grandes, y una vez la abuela Irma se
llevó flor de susto porque no llegabas. Y cuando venía la barra,
atrás de todo, el purrete. A la cola.
Llegó el fútbol. Después de mil
picados en el campito, fuiste a practicar a Newbery, con tu amigo del
alma, Guillermo Pajoni. El abuelo se puso verde. Era verde, a muerte de
Sarmiento. Pero, como vos, amaba la libertad, y te concedió, con la
peor cara que me puedo imaginar: "Está bien, andá a Newbery"
El club comenzó a ser tu vida. Tanto,
que repetiste el cuarto año de la Escuela Normal, de puro vago. Y no
asistías a las clases prácticas de maestro. Uno de tus amigos, le dijo
al padre, en la sede, "mi vida es el club". El padre lo dejó
sentado de una piña y se lo llevó para la casa. Al año siguiente
terminaste el secundario.
Creo que pusiste una casa de venta de
cosméticos, o algo así No encontrabas el rumbo, hasta que llegó la
radio. Se hacía una prueba - un casting – y quedaste. Tenías una
gran voz, una buena dicción y siempre habías leído en los actos
escolares. Ese fue tu camino. Inspirado en Cacho Fontana, hiciste
Borsalino, un programa de que hizo historia en Junín "Hablaba de
temas de la ciudad, nunca antes se había hecho", me contaste para
explicarme el éxito. Pero lo levantaron.
Al mismo tiempo, estuvo el fútbol.
Pasaron de comerse goleadas y festejar empates, a ganarle al mismísimo
River Plate de Passarella y Jota Jota. ¿Fue cierto? ¿Fue verdad,
viejo?
No te acordabas de las fechas. No te
acordabas de las formaciones. Pero sí de las anécdotas. "Cómo
disfruté los fiajes con los muchachos", me decías. Fue lo que mas
disfrutaste. Fue lo más importante. Peteca Molina devolviéndole la
pelota a Gironacci desde la mitad de la cancha, tres veces seguidas,
hasta que casi se la mete por arriba, y Gironacci queriéndolo
acogotar a Peteca en el vestuario,
gritando "estas jugando con el pan de mi familia". Pitiquila
Pondal saludando y puteando como una radio que prende y apaga, según
Mingo Zunino enseñándole a jugar al mus a Tomino, y Tomino que le gana
en el primer partido y no le da la revancha, y viene el boxeo. Omar
pidiendo – en serio – en un entretiempo en Bahía Blanca que
firmaran la planilla y se bañaran porque los iban a golear, logrando su
cometido, el efecto contrario, para que salgan como leones y empaten dos
a dos. Ustedes apagándole la luz a Chacho en los pasillos de la
tenebrosa concentración de los Focolares, y Chacho gritando que al otro
día los sacaba del equipo si no la prendían.
Fuiste a Buenos Aires, a Radio
Rivadavia. Me hablabas con admiración del Tony Carrizo, del Gordo
Muñoz, Pero para vos el clima capitalino era muy asfixiante y partiste
a San Juan . Después a Mar del Plata.
Cuando estabas laburando en Buenos
Aires viajabas lunes, miercoles y viernes en un Fiat 600, para entrenar.
Le mentías dos horas y media. Y los fines de semana, el partido. Una
locura. ¿Cómo pedirte ahora que pararas, que corrieras un poco menos,
que te tomaras vacaciones después de ocho años? Eras el mismo.
Hacías el programa en Navidad,
primero de año, feriados. Nunca faltabas. Un día te pregunté por que
lo hacías, si te podías tomar tranquilamente el día. Tenías toda la
audiencia. ¿Qué problema había en que no vayas una vez? "Hay
mucha gente sola", me respondiste. Y cuando vi a un tipo ciego que
lloraba al lado del cajón en el velatorio, a una anciana en silla de
ruedas que quería tocarte y no llegaba a la altura para verte, a tanta
persona desconsolada porque ya no estabas, porque no iba a escucharte
cada mañana haciéndole un poco más aliviado el duro camino de la
vida, tomé la dimensión de tus palabras, Y ahora sé lo que es estar
solo.
Me despertaste, papi, lo confieso. Me
despertaste ese domingo. Eran las doce y media, creo, cuando atendí el
teléfono, "hola hijo, ¿cómo andás? Estoy en Barese, es un día
de sol espléndido, estoy por salir a correr". Se escuchaba el
ruido de la avenida donde estacionaste el auto. Acá estaba lindo
también, yo iba a jugar al fútbol. "Es un día para
disfrutar", me dijiste. Nunca me habías llamado un domingo al
mediodía. Me llamaste para despedirte, viejo. Diez minutos después el
corazón dijo basta. Puta madre, carajo. Puta madre.
Quería que te conocieran todos. No
por la radio, o por la tele, qué importa eso. Quería que estuvieran
con vos, que supieran como reas. Tu sentido de la justicia. Tu sentido
del humor. Toda la vida me sentí un privilegiado por tenerte como
padre, y quería compartir ese sentimiento con mis amigos.
Una vez hablando en mi programa de
radio, desde Mar del Plata, me dijiste "ya lo sabés, pero quiero
que sepas que sos un orgullo para mí" ¿Y vos, entonces? No eras
sólo mi orgullo. Eras mi espejo. Eras mi faro. Eras todo. Por eso este
dolor inmenso que me nace desde lo más profundo. Sos la mejor persona
que conocí en mi vida. Sos el mayor ejemplo de ética y generosidad que
tendré jamás. Sé que hablo por mí y por Guille. Para mí tu vida fue
tan increíble como tu muerte. Te quiero, papá
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