LA FE DEL PREFECTO DE LA FE,
CARDENAL JOSEPH RATZINGER
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                                                                             (o, "Si un ciego guía a otro ciego" — Mt. 15, 14).  

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   En medio de las borrascas que a lo largo de los siglos debió superar la Santa Iglesia, Dios, en su Soberana Providencia, tejiendo la historia sagrada de su Divina Esposa, supo arbitrar los medios para que la fidelidad fuera siempre su instintivo y su nota característica. La Iglesia Católica es una institución pero no como las demás, en Ella lo divino es una nota constitutiva aunque no única, en lo que tiene como tal, en su Cabeza (Jesucristo), en su Espíritu vivificador (el Espíritu Santo), en sus miembros ya en la eternidad (Iglesia purgante y triunfante), etc., es siempre sagrada, siempre santa e inmaculada. Pero entre sus notas típicas se encuentra también lo humano, lo temporal, lo pasajero, lo cotidiano, lo terrenal, y es allí en donde por un misterio insondable que echa raíces en el pecado original, muchas veces sus hombres, sus miembros, y hasta sus jerarcas, presentan un rostro desfigurado que no condice con su perfección intrínseca y esencial. Por eso la Iglesia de suyo jamás pudo ser ni será pecadora o infame (al decir de Lutero), sino siempre santa. Ella no debe ni puede doblar la rodilla ante nadie sino sólo ante Dios; Ella no puede ni debe jamás pedir perdón porque su desposorio con Cristo la hizo para siempre esencialmente Santa e impecable. Pero sus hombres, sus miembros, decíamos, muchas veces presentan un panorama distinto, y es lo que, por desgracia, contemplamos hoy en que la imagen de la Iglesia en sus miembros se encuentra desdibujada, distorsionada y ocultada bajo una espesa tiniebla de errores, bajezas, miserias y hasta pecados. La Revolución Mundial, las sectas, la sinagoga, el liberalismo, el espíritu malsano de la época enemiga de Dios, parecen haber echado sus garras infectas sobre los miembros de la Iglesia, mancillan su honor y pierden las almas. La Iglesia así desdibujada se pierde en el mundo, ya no se la distingue, se equipara al error, y. lo que es peor, parece contenta de ello.

   Harían falta hoy campeones de la Fe y del Amor de Dios, como S. Pío X, S. Pío V., S. Bernardo, Sto. Domingo, que apoyados en Dios y en María Ssma. se alzaran valientes para rescatar a la Iglesia de las manos de sus enemigos jurados. San Francisco, en el sueño visionario del Papa de su época, sostenía con sus brazos los muros resquebrajados del edificio romano.

   A lo largo de la historia. Dios ha arbitrado los medios. Uno de ellos, siglos ha, fue el Tribunal del Santo Oficio o la Santa Inquisición, guardiana fiel del depósito de la Fe, cuyos jefes supremos fueron desde S. Pío V los mismos Pontífices Romanos, tal era su importancia.

   Hoy, ese Santo Tribunal se ha convertido, luego de la disolución conciliar, en la "Congregación para la Doctrina de la Fe", gobernada por el Cardenal Joseph Ratzinger, adalid actual de la línea media, de los conservadores del Concilio, de los "no exagerados", de los instauradores moderados de las reformas conciliares, de los revolucionarios de pelo corto y aspecto morigerado. No hay veneno más terrible que el que parece remedio.

   Este articulo nace simplemente de una duda fundada: ¿Cómo puede ser alguien tan bueno como lo proclaman ciertos sectores y, a la par. no defender los postulados básicos que toda la historia de la Iglesia defendió? ¿Cómo se puede ser el Cardenal más tradicional y consentir todas las reformas conciliares? ¿Acaso aquél Padre Ratzinger, discípulo de Ranher y amigo de Schillebeeckx, Kung y Congar ha cambiado, se ha convertido, ha retractado sus antiguos errores y desviaciones? O en cambio, ¿podemos decir que sólo ha disminuido la marcha y que como todos los demás sigue la corriente revolucionaria, pero esta vez, a pie de plomo, sin estruendos y como quien no quiere ser revolucionario, porque la revolución es lo legal?

   El Cardenal Ratzinger es un Bonaparte de la teología y de la disciplina. El pecado no sería para él el hecho de ser revolucionario sino el de no serlo según sus cánones y medidas. Aun para los soviets la anarquía es un peligro cuando entra en el propio territorio.

   Al acabar de leer el artículo y haber comparado la doctrina del Cardenal con la Doctrina de siempre de la Iglesia, el lector observara un hecho aterrador y doloroso a la vez: La pureza y la integridad de la Fe católica están en manos de un hombre de aspecto serio y asentado que en realidad ya no tiene la Fe católica o, al menos, no en su integridad, lo cual es, en definitiva, el equivalente a no tenerla.

   No queremos ni podemos hacer un juicio de intenciones, eso corresponde a Dios y sólo a Dios, pero los hechos están dados y son innegables. Sí es una obligación de nuestra parte el advertir a los fieles quiénes son los lobos disfrazados de pastores, porque en el caso de seguirlos, perderán sus almas.

FUENTES:

   La utilización de muchos de los variados libros del Cardenal Ratzinger para conocer su fe y su pensamiento harían demasiado extenso este trabajo, y difícil de compendiar en nuestro Boletín. Sus errores se hallan en todas sus obras, pero de una manera peculiar se encuentran sintetizados y resumidos en un libro intitulado: "Teoría de los principios teológicos", (Wewel Verlag, Munich 1982, Herder, Barcelona, 1985).

   Este libro cobra una especial importancia por haber sido redactado y editado ya siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo que agrava sus afirmaciones, y en cuyo prólogo el mismo Cardenal dice que se trata de un resumen de sus trabajos de diez años precedentes, lo cual muestra además que no ha renunciado a sus anteriores errores:

   "Cuando, en el otoño pasado, acometí la tarea de revisar los trabajos que he venido escribiendo durante el último decenio, se hizo patente que todos ellos, por encima de la diversidad de las circunstancias externas y de su tema concreto, se hallaban cohesionados por la trabazón problemática que brota de nuestra situación, que pueden ordenarse y clasificarse desde esta textura y pueden, por tanto, convertirse en materiales para la construcción de una teología fundamental cuya tarea consiste en analizar los principios teológicos."

   El mismo Cardenal afirma, entonces, la continuidad y encadenamiento de sus principios y convicciones en el último decenio,

   En bien de la claridad séanos permitido el resumir el plan de este artículo en el gráfico siguiente:

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