LA FÁBULA DE WILLY 

 

            Las fábulas dicen  muchas veces “todo parecido con la realidad debe ser tomado como una mera coincidencia”. En este caso toda coincidencia dirá relación directa a la realidad.

 

            Las fábulas tienen como motivo una moraleja, una enseñanza para la vida práctica. De eso se trata. Aquí no importa sólo una persona, hay muchas en juego; y las personas son almas que deben salvarse. Con el bien de las personas está el bien sagrado de la Santa Iglesia fuera de la cual no hay salvación. Por cierto que esto no es pretensión desmedida, es simplemente fidelidad a aquella afirmación categórica de Jesucristo: “Quien creyere y se bautizare será salvo, quien no creyere ni se bautizare se condenará” (S. Mc. XVI, 16).

 

            Las aguas que justifican esta fábula están espesas. Espesas porque hay mucho elemento confuso, porque lo que se temía sucedió; porque cosas inesperadas también sucedieron; porque cosas públicas se mantuvieron en el anonimato hasta el momento más inoportuno para darlas a publicidad; porque, curiosamente, los que pueden darle vuelta a la rosca aprovecharon para darle de más.

 

 

            Primera Moraleja: Cuando no sepas bien qué sucede o por qué sucede, haz como los policías, fíjate a quien beneficia.

 

            La fábula tiene como personaje principal a Willy, un clérigo a la antigua, defensor de lo de siempre que de pronto pide a las Autoridades de la Jerarquía modernista el estar en “comunión con ellas” ya que hasta la fecha estaba excomulgado por acciones pretéritas realizadas para defender la Fe.

            Willy es inteligente, siempre lo fue. Sin embargo su conducta no es la misma.

            Para continuar la fábula es precisa una aclaración. A partir de aquí hablaremos de “bueno” y “malo”. ¿Qué entendemos? No decimos “bueno” queriendo decir santo o virtuoso ni “malo” queriendo decir lo contrario.

            “Bueno” será en adelante y en la fábula el que quiere el bien.

            “Malo” quien quiere el mal.

            La fábula apunta a la moraleja. Imposible moralizar si no distinguimos bien y mal; bueno y malo.

            El arreglo de Willy con los eclesiásticos modernistas, porque sí lo son, es arreglo de hombre inteligente. No porque sea inteligente el arreglo, sinó Willy quien ciertamente lo es. Hasta aquí es lo único cierto.

            La fábula debe resolver, para poder moralizar, si Willy es bueno o malo, si quiere el bien o si quiere el mal.

            Pongamos el prejuicio favorable ya que nadie debe ser considerado malo hasta que no se lo pruebe.

            ¿Podremos probar algo? Atengámonos a los hechos, que los hechos hablen y sinó que los desdiga el actor. Aunque, claro está algunas cosas ya son imposibles de arreglar.

            Los hechos cuando son acciones responsables son entonces acciones morales, entonces buenas o malas. Las acciones son “cosas” de orden moral. Las acciones y sus actores nos autorizan a hacer cuadrito que es como el corazón de la fábula. Cuadrito que como todo cuadrito puede tener limitaciones.

            Queremos saber cómo es Willy. Sabemos algo, que es inteligente. Pero, ¿Es bueno? Miremos sus méritos anteriores pero no olvidemos su conducta contemporánea. El tiempo dirá. Por ahora nos queda el cuadrito:

 

                                                                                        A) Firme

                                                                                        B) Débil

                                                 ¿“Bueno”?                  C) Prudente

                                                (A resolver)                                                  a) En lo teórico

              Willy es                                                          D) Imprudente         

               inteligente                                                                                       b) En lo práctico

              (cierto),                           *

              pero es:

                                                                                        E) Malo

                                                 ¿“Malo”?                        F) Muy Malo

                                               (A resolver)                      G) Malísimo

 

*Entendamos “bueno” y “malo” como lo dijimos. 

 

            Una persona buena puede ser firme o menos con todos los grados y variantes de lo débil.

 

            A) Si Willy fuera plenamente firme no se arreglaría para que un modernista lo abrazara en su comunión. Nos viene a la memoria que el Card. Ratzinger siendo prefecto de la Fe, durante Juan Pablo II, afirmó “Jesucristo pudo revelar porque Dios se le reveló” (cfr. Teoría de los Principios Teológicos, HERDER, Barcelona). Preguntamos nosotros: Si Dios “se le reveló” ¿Qué era Jesucristo ya que de ser Dios esa afirmación sería un absurdo y una blasfemia? ¿Cómo lo calificarían San Atanasio, San Ambrosio o San Jerónimo?

 

             B) Si fuera débil se arreglaría. Digo débil en la voluntad porque sinó no claudica, y débil en los principios, porque sinó no los sacrifica.

 

            C) Si fuera prudente tampoco se arreglaría. No hay política que lo valga ya que deberá admitir que la misa nueva es el rito ordinario de la Iglesia Latina, y misa sagrada y ortodoxa.

                  Una imprudencia soberana no puede ser de hombre prudente. Nadie va del brazo con un león rugiente (“…Cual león rugiente gira en torno a ver a quién devorar…I S. Pedro V, 8”).

                  Prudente es quien elige los medios buenos y oportunos en orden a la prosecución del bien. Nó los medios malos, nó los inoportunos.

                  Aún así, aún admitiendo el desliz de un momento, siempre corregible, no haría junto al arreglo una torpeza tal que pusiera todo en crisis si el arreglo es lo que buscaba. Como si dijera alguna “imprudentísima afirmación” a una prensa bastante de izquierda y bastante sensible a ciertos temas allá por el norte de Europa.

 

            D) Si Willy no se muestra fuerte se muestra débil, si no es prudente, como hombre sabio, entonces parece imprudente.

                 Imprudente en lo teórico (a) porque no hay nada tan imprudente como arrimar a Dios y a belial, a la luz y a las tinieblas que gustan de ser tales. Los hombres viejos de la Roma de hoy conocieron mejor que nosotros a la Roma de siempre, simplemente nunca la amaron.

                 Imprudente en lo práctico (b) ya que nadie haría semejante yerro a escasos 30 días de entrar en la “comunión” de Benedicto XVI y ante los ojos expectantes de un mundo azorado.

                 ¿Por qué lo calló la prensa? ¿Por qué no evitó el arreglo con sus diatribas? ¿Por qué todo apareció escandalosamente ya que la excomunión estaba levantada? ¿Quién quedó mal? ¿Quiénes bien? ¿Por qué los Bertone aprovecharon a dar vuelta el tornillo?

                 Si Willy obró sin mala intención fue queriendo hacer bien, con debilidad y con imprudencias de gran magnitud, sin firmeza, sin coherencia, sin fidelidad a los principios, pero, sin perfidia y sin maldad. No fue malo, pero no para seguirlo.

                  La otra opción más penosa, más triste, más indignante fuera que Willy sea malo.

 

            E) Sería malo si dijera en su alma “me arreglo a costa de la tradición”.

 

            F) Sería muy malo si sus ideas fueran “me arreglo haciendo de tal manera que lo bueno que represento quede mal delante de muchos”.

 

            G) No sería muy malo sinó malísimo si dijera “me arreglo, me arreglo torpemente, me suprimen, me echan, me voy, me siguen los más firmes o para terminar junto a mi o para aprender de mi la debilidad.

            Horroriza pensarlo siquiera. La ventaja es que es una fábula, que el actor puede desengañarnos para bien, y en la que el cuento es cuento y lo que vale es la moraleja:           

 

            Segunda Moraleja: Lo bueno, cuando es bueno, es bueno entero. Por eso no hagamos el mal para que venga el bien (Rom. III, 8). No sigamos capitanes de aguas confusas. Recemos para que si son buenos lo sean siempre, lo sean para bien de muchos, lo sean claramente. 

 

            Terminemos la fábula con el ejemplo de una mujer santa y de un hombre valiente.

 

            Cuando la revolución Francesa quería reformar el Clero y las Órdenes Religiosas, la venerable María Luisa de Francia (Madre Teresa de San Agustín, Carmelita), hija de Luis XV y tía de Luis XVI escribía así a la Priora del Carmelo de Bruselas: “Yo no consiento a los cambios que se quieren hacer, yo quiero vivir y morir… (carmelita)… Como yo lo prometí a Dios por voto… Yo no puedo… Yo no quiero” (María Luisa de Francia a la Priora del Carmelo de Bruselas, Petits Boullandistes, T. 15, 1878).

 

            Dijo su Excelencia Mons. Fulton Sheen: “Aquél que ha perdido el poder de indignación moral y el impulso para sacar a los vendedores y compradores de los templos, también ha perdido un vivo, ardiente amor de la verdad”. 

 

                                                                           San Gabriel de La Dolorosa

                                                                                                   27 de febrero del 1009

 

                                                                                                  + Mons. Andrés Morello.

 

 

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