¡SEÑOR, SÁLVANOS, 
QUE PERECEMOS!

   Levántate, oh Señor, ¿por qué te haces el dormido? Levántate y no nos abandones definitivamente. ¿Por qué apartas tu rostro, olvidando nuestra tribulación? Nuestro pecho está abatido hasta el polvo; levántate, Señor; ayúdanos y líbranos. (S. 43)

 Omnipotente y sempiterno Dios, mira con ojos compasivos nuestra debilidad, y extiende, para apoyarnos, el brazo de tu Majestad. Por Jesucristo Nuestro señor. (Oración Colecta del Domingo III después de epifanía)

¡Nuestra Señora de Fátima, sed benigna con aquellos que imploran vuestra potente protección!

AL FINAL, MI

INMACULADO

 CORAZÓN

 TRIUNFARÁ

 

 

 

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