Tradición y renovación Religiosa: 

Sant Tulsi Das,Sant Jnanadeva

Sant Ekanatha, Sant Tukaram

La tradición místico-devocional del hinduismo se renueva para extenderse a amplias capas de la población, incluso al más ínfimo de los Varna, el de los Súdra; asume nuevas expresiones lingüísticas, prescindiendo del antiguo sánscrito, incomprensible para la mayoría de los fieles, y utilizando las lenguas locales para que todos pudieran recibir la enseñanza de los maestros y participar en la recitación de las nuevas composiciones religiosas.

 

El Movimiento Espiritual de los "Sant"

Mencionaremos dc manera especial el movimiento de los Sant en la India septentrional, que refleja una nueva sensibilidad espiritual, enteramente centrada en el monoteísmo, en el culto interior, en la escucha de la Palabra del divino Maestro, que es el Gurú Perfecto, el Sadgurú, que se hace presente en la conciencia de cada uno.

Digno de especial mención es el célebre Kabir (hacia 1440-1518), que vivió en Benarés y creció en el ambiente de los pequeños artesanos de la ciudad.

Aunque la leyenda habla de él como hijo de una viuda de casta Brahmánica, criado por una familia de tejedores musulmanes, carecemos de informaciones seguras en cuanto a su origen.

Lo cierto es que, al igual que otros Sant, de humilde extracción social, supo captar y transmitir un mensaje religioso reducido a lo esencial, sin la ayuda o el sostén de una cultura elaborada.

Su constante invitación a la interioridad evoca, por un lado, la mejor tradición de la mística Brahmánica, mientras que, por otro, su continua insistencia en el monoteísmo y en la pura trascendencia divina enlaza con la tradición Islámica.

La confluencia en Benares del islamismo e hinduismo, fuente de tantos conflictos, halló en Kabir un sublime mediador.

Aún hoy muchas personas encuentran en los Sant de esta ciudad el modelo de una vida sencilla y pura, ajena a las disputas y enteramente consagrada a seguir los pasos del Maestro divino.

De Kabír nació un tipo de agrupación religiosa que toma su nombre, Kabir Panth.

Misticismo de Tulsi Das : Rama

El poeta Tulsí Das está ligado a la renovación religiosa de la India septentrional y a] idioma hindí. El culto a Rama recibió un enorme impulso de este poeta, que supo resumir en su poema Ramacharita-Manasa, las verdades esenciales del Vishnuismo y del Dharma hindú, a la luz de una Bhakti pura y ferviente.

El poema ensalza a Rama no como un héroe terrenal, sino como una encarnación de Vishnú; enseña a invocar su Nombre, a tener fe en él y a adorarlo para obtener su gracia.

Rama es Dios y Sita, su esposa fiel, será igualmente de esencia divina, identificándose como la Shakti del Señor.

Rama y Sita forman la pareja celestial, trascendente e inmanente, próxima a los hombres, expresión perfecta del divino amor misericordioso.

La importancia del Ramayana de Tulsí Das se puede medir por el alto honor en que todavía se le tiene en la actualidad, especialmente en las regiones de lengua hindi, pero también por el hecho de que ha sido íntegramente trascrito sobre los muros del templo de Tulsi Das, en Benares, templo que se ha convertido en meta de continuas peregrinaciones.

Rama en Tulsi Das no anula la tradición más antigua, redactada en sánscrito, de obras como el Yoga-Vasishtha o como el Adhyatma-Ramayana, de tono más filosófico, pero viene en cierto modo a ocupar el lugar de esas composiciones, por lo menos en las regiones del norte de la India, donde la lengua del Ramacharita-Manasa sigue siendo comprendida.

Pero el fondo común a toda la producción poética de inspiración en la vida de Rama, es un fondo místico que apela a la interioridad, a la unión con Dios, más que al esfuerzo intelectivo y a la dogmática de escuela.

La devoción mística en el Maharashtra

El movimiento místico-devocional fue el de Maharashtra, que también dio origen a una literatura religiosa en lengua vulgar", sobre todo, en Jnanadeva autor del Jnaneshvari, poema religioso que se inspira tanto en el Bhagavad-gíta como en el Vendanta clásico, compendiando sus principales temáticas.

En la estela de Jnanadeva se sitúan también otros grandes santos del Maharashtra, como Ekanatha y Tukaram El primero supo conservar y difundir la tradición hindú durante el período de la dominación musulmana.

De casta Brahmánica, culto, emprendedor, se ocupó de la traducción de los textos sánscritos a la lengua Marathi y de la edición del jnaveshvarí, y compuso poemas de profunda inspiración, expresando en ellos su ardor místico y humilde, su constante adoración interior, en una época en que el culto externo, aunque no totalmente reprimido, se veía bastante coartado por los principios de la fe musulmana.

Ekanátha fue un santo que vivió en el mundo una vida normal de padre de familia, estudioso y de pequeño funcionario.

Sant Tukárám, en cambio, era de baja extracción social, hijo de un pequeño comerciante de aldea, de casta Shúdra, analfabeto; pero aprendió en la tradición oral y en las traducciones de Ekanatha todo lo necesario para alimentar su hambre de cultura religiosa, se hizo, espontáneamente, Poeta y se le atribuyen numerosísimas composiciones: quizá no sean todas auténticas, pero, en cualquier caso, atestiguan la vitalidad espiritual del pueblo sencillo y su "entrada" en la gran tradición del hinduismo.

Tukaram tuvo la fortuna de vivir en un periodo de recuperación política frente al imperio mongol de Delhi, cuando el caudillo Shívaji echó los cimientos del reino de Maharashtra.

Sin embargo, su vida no fue fácil, tanto por razones familiares como por la oposición inicial de la casta Brahmánica, pero vencida esta última con la fuerza de su fe y de su humildad, se convirtió en un maestro indiscutido, y sus versos de alabanza al Dios Vithoba (nombre local de Vishnú) y a las reencarnaciones de Rama y de Krishna reflejan sus penas íntimas, sus dolores y también sus exultantes gozos místicos.

El sabio Ramadasa estuvo muy vinculado al resurgimiento del espíritu nacionalista de la región de Maharashtra bajo la guía de Shívaji se prodigó en la fundación de monasterios en distintos puntos de la India y difundió el culto a Rama en las capas más altas de la población, que durante el dominio musulmán habían ocultado de alguna manera, cuando no olvidado, su fe hindú.