La estructura del Gran Universo.
¡Este es el mundo de la Verdad!

El Cuarto Cielo.
Para poder nacer en ese Cielo
se necesita algo más que el Mérito .

El Cuarto Cielo se llama los Cielos de la No Indiferencia.
Para poder nacer en ese cielo usted debe tener los Cuatro Grandes e Inmensurables Estados de Alma: el Santo Amor, la Santa Compasión, el Santo Elogio y la Santa Indiferencia, aun cuando tenga también deseos mundanos.Fue precisamente allí donde reencarnó el rico Anathapindika que había hecho muchas donaciones al Sabio Divino del linaje Sakya. Para poder reencarnar en los tres cielos mencionados, hasta los Cielos de los Dioses Mellizos que Gobiernan la Metempsicosis inclusive, es necesario tener méritos, aun siendo indiferente y duro. Pero si usted es indiferente, aunque tenga méritos, no podrá reencarnar en esos Cielos de la No Indiferencia.
En términos generales, los laicos que practican budismo tienen mayores posibilidades para reencarnar en los Cielos de los 33 Dioses, los de los Cuatro Grandes Reyes o en esos Cielos de la No Indiferencia. Es menuda la probabilidad de que renazcan en los Cielos de Yama, porque la idea del juicio es ajena al budismo.
Los seres del Tercer y Cuarto Cielos viven en un espacio nuboso que se encuentra por encima del Monte de la Perfección.


De "Tathagata Abhidhamma, libro-1".


El dar del rico Anathapindika

El monasterio Jetavana situado en la arboleda de Jeta es conocido como lugar donde el Sabio Divino del linaje Sakya vivió en las temporadas de lluvias. Esa parcela grande y el magnífico edificio fueron donados por el rico Anathapindika.
Por esa parcela él prometió al rey que era propietario de la tierra, tantas monedas de oro cuantas fueran necesarias para cubrir todo el terreno. Pese a faltarle algunas monedas para cumplir lo prometido, el rey impresionado le cedió la tierra. Fuera lo que fuese, en aquella época Anathapindica era, sin duda, fabulosamente rico.
Después de donar el monasterio en la arboleda de Jeta, el rico Anathapindica lo visitaba tres veces al día: a primeras horas de la mañana, después del desayuno y por la tarde, para hacer algo en beneficio de la comunidad, trayendo donativos.
Como siguió haciendo grandes donaciones todos los días y prestando Servicio a Buda y a la comunidad, sus ahorros se redujeron considerablemente. Pero nunca pensó dejar de hacer donaciones o prestar servicios. En fin de cuentas, se vio al borde de la quiebra. Entonces, gracias a los méritos acumulados por concepto de donaciones, se le devolvió el dinero que había perdido a causa de una inundación y las deudas sin pagar, en la cantidad que había donado al Sabio Divino del linaje Sakya y a su comunidad.
La actitud del rico Anathapindika que siguió haciendo donaciones y prestando Servicio a la comunidad, pese a todas las adversidades, es un magnífico ejemplo de fidelidad para los laicos practicantes.



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