No
obstante la plena vigencia de la obra de Klausewitz,
como lo demuestra el hecho de que sus conceptos básicos
y el autor mismo sean citados frecuentemente en la
literatura militar contemporánea, su obra maestra "De
la Guerra"
permanece siendo escasamente leída. Y es que prácticamente
todo el que se haya decidido a hacerlo, se ve enfrentado
a un libro de carácter teórico, de naturaleza
abstracta y en el que algunas secciones además de haber
perdido vigencia, son francamente aburridas.
Lo
que aquí se puede leer son unas frases escogidas y que
dan idea del pensamiento de tan celebre tratadista.
Aspecto
político de la guerra
La
guerra no es simplemente un acto político, sino un
verdadero instrumento político, una continuación de
las relaciones políticas, una gestión de las mismas
con otros medios".
La
guerra no es sino la continuación de las transacciones
políticas, llevando consigo la mezcla de otros medios.
Decimos la mezcla de otros medios, para indicar que este
comercio político no termina por la intervención de la
guerra"
Los
tres aspectos de la guerra
La
guerra en relación a sus tendencias dominantes
constituye una maravillosa trinidad, compuesta del poder
primordial de sus elementos, del odio y la enemistad que
pueden mirarse como un ciego impulso de la naturaleza;
de la caprichosa influencia de la probabilidad y del
azar, que la convierten en una libre actividad del alma
; y de la subordinada naturaleza de un instrumento político,
por la que recae puramente en el campo del
raciocinio"
El
primero de estos aspectos es más bien propio de los
pueblos ; el segundo de los generales y sus Ejércitos ;
y el tercero, de los gobiernos.
Estas
tres tendencias tienen su raíz en la íntima naturaleza
de las cosas, y son, además, de variable magnitud. La
teoría que descuidara de una de ellas, o que las
quisiera ligar por arbitrarias relaciones, se pondría
instantáneamente en tal oposición con la realidad, que
tal causa bastaría para anularla.
El
problema consiste en mantener la teoría gravitando
entre estas tres tendencias como entre tres polos de
atracción.
Destrucción
del enemigo
Al
hablar de destrucción de fuerzas enemigas hemos de
observar que nada nos obliga a limitar este concepto
simplemente a las fuerzas físicas, sino que, por el
contrario, deben comprenderse en ellas, necesariamente,
las morales, pues que ambas se penetran hasta en sus más
pequeñas partes, y por tanto, son en absoluto
inseparables.
Al
hablar de destrucción de fuerzas enemigas hemos de
observar que nada nos obliga a limitar este concepto
simplemente a las fuerzas físicas, sino que por el
contrario, deben comprenderse en ellas, necesariamente,
las morales.
Las
Fuerzas Militares deben ser anuladas, esto es puestas en
tal estado que no puedan continuar la lucha. Haremos
notar aquí que con la expresión "aniquilamiento
de los medios de combate enemigos" nos referimos a
la idea expuesta."
La
Victoria
La
victoria - finalidad del combate - es entonces
consecuencia de la capitulación moral del enemigo y será
el resultado de :
1°
El incremento de la pérdida física del
adversario. [mediante el combate]
2°
El incremento de la pérdida moral. [como
resultado del combate]
3°
La confesión pública de estas desventajas, manifestado
por el abandono del primitivo proyecto. [la
capitulación o derrota]
La
incertidumbre
La
incertidumbre es la dificultad de ver claramente,
constituye una de las más potentes fricciones en la
guerra y hace que las cosas aparezcan con visos
distintos a lo que habíamos imaginado.
Generalmente
nos inclinamos más a creer lo malo que lo bueno, a
exagerarlo sin visible causa.
El
azar hace que en la guerra aparezcan sin cesar las cosas
de manera distinta a como se las esperaba.
La
fricción
La
máquina militar, el ejército y cuanto a el pertenezcan
es en el fondo bien sencillo, y parece, por lo tanto, fácil
de manejar. Mas reflexionando se ve que ninguna de sus
partes está compuesta de una sola pieza; que todas están
compuestas de individuos, cada uno de los cuales
conserva en todas partes su propia fricción.
Objetivo
político de la guerra
Tan
pronto como el despliegue de fuerzas que exija, sea tan
grande que no se encuentre equilibrado con la
importancia del fin político, debe abandonarse éste y
seguir la paz.
El
mismo fin político como motivo originario de la guerra
nos dará la medida así para el resultado que pretende
alcanzarse por medio del acto guerrero, como para los
esfuerzos que deben realizarse.
Pero
el Objetivo Político no es un tirano, debe adaptarse a
la naturaleza de los medios, y por ello puede ser
alterado con frecuencia, más siempre debe atenderse a
el preferentemente.
Ya
que los primeros propósitos políticos varían mucho en
el curso de la guerra y al final pueden ser
completamente distintos, justamente por que están
determinados por los resultados y por la probabilidad de
los acontecimientos.
Cierto
que en muchos casos pudieran ser éstas (las fuerzas
morales y las pasiones de los combatientes) excitadas en
forma tal que sólo con trabajo pudiera apartárselas
del camino político.
De
aquí se desprende cuán desacertados estaríamos en
considerar la guerra de los civilizados como la ejecución
de un acto meramente racional de los gobiernos, y cada
vez más desprovisto de todo apasionamiento, tal que
finalmente no serían necesarias las fuerzas físicas,
sino sólo sus relaciones: una especie de álgebra de la
acción.
La
defensiva
¿Cual
es la idea fundamental de la defensa ? Es la de parar un
golpe. ¿Por qué señal se distingue ? Se distingue
porque en ella se espera el golpe que se debe parar.
Una
guerra en la cual las victorias solamente sirven para
parar los golpes y donde no hay ninguna intención de
devolverlos, sería tan absurda como una batalla en la
cual la defensa más absoluta (la pasividad)
prevaleciese en todas las partes y de todas maneras.
Pero
para que el que se defiende haga también la guerra,
debe asestar golpes, es decir dedicarse a la ofensiva.
Así la guerra defensiva comprende actos ofensivos que
forman parte de una defensiva de un orden más o menos
elevado.
Contraataque
Un
rápido y vigoroso cambio hacia la ofensiva - el relámpago
de la espada vengadora - es lo que constituye los más
brillantes episodios de la defensa.
La
defensiva no es más que una forma ventajosa de guerra,
por medio de la cual se desea procurar la victoria para
poder, con ayuda de la preponderancia adquirida, pasar
al ataque, es decir a un objeto positivo.
El
acto de ofensiva consiste siempre en la guerra, y sobre
todo en la estrategia, en una alternativa y una
combinación continua del ataque y la defensa.
En
el denominado punto culminante, un rápido y vigoroso
cambio hacia la ofensiva - el relámpago de la espada
vengadora - es lo que constituye los más brillantes
episodios de la defensa.
Cuando
parar en la victoria
Según
esto, la preponderancia que se posee o adquiere en la
guerra es un medio, no el fin, y debe ser sacrificada a
este último. Pero es preciso conocer el punto que sirve
de límite para no rebasarlo y recoger, en lugar de
ventajas nuevas, la vergüenza de un fracaso.
Táctica
y estrategia
Se
deduce la existencia de dos acciones completamente
distintas : la disposición
y conducción
de estos
combates y el combinarlos
entre si para el fin de la guerra.
La primera constituye la Táctica,
a la segunda la llamamos Estrategia.
Para
llevar a feliz término toda una guerra o cada una de
sus actos más importantes, que denominamos campañas,
precisa un profundo criterio en altas razones de Estado.
Dirección de la guerra y política obran de consenso, y
el general en jefe se hace también estadista.
Es
cierto que la cuestión política no penetra
profundamente en los detalles de la guerra; no se
colocan los centinelas, no se conducen las patrullas según
las consideraciones políticas. Pero la influencia del
elemento político es tanto mayor, cuando se hace el
plan de toda la guerra, de la campaña y a menudo también
de una batalla.
Esto
es aplicable a los esfuerzos determinados en ambos
Estados por el fin político y el objetivo que el mismo
confía a la acción guerrera. Algunas veces el mismo
fin político puede ser también ese objetivo; por
ejemplo la conquista de una provincia. Otras, (el fin
político) no es apropiado para indicar el objetivo de
una acción guerrera, y en este caso debemos elegir un
objetivo que le sea equivalente y que pueda
representarlo al hacerse la paz.
Cuanto
más importante y de mayor entidad sean los motivos de
la guerra, cuanto más afectan a los intereses vitales
de los pueblos, con mayor empeño se tratará de
derribar al adversario, entonces tienden a confundirse
objetivo guerrero y fin político y la guerra aparece
menos política y más puramente guerrera.
Centro
de gravedad
Es
necesario no perder de vista jamás las relaciones
predominantes de los Estados beligerantes. Los intereses
que con ellos se relacionan formarán un centro de
potencia y movimiento que arrastra todo lo demás. Es
contra este centro de gravedad contra el que debe
ser dirigido el choque colectivo de todas las fuerzas.
No
obstante, distinguiremos aquí tres cosas, que como
objetos generales comprenden todo lo restante y que son
: las
fuerzas militares,
el país y la voluntad del enemigo.
Las
fuerzas
militares
enemigas
deben ser anuladas, esto es puestas en tal estado que no
puedan continuar la lucha. El país
debe ser conquistado, pues con el se podría formar
nuevos elementos de combate.
Conseguidos
estos dos extremos, la guerra, esto es la tensión
hostil y la acción de medios hostiles, no puede creerse
hayan cesado mientras la voluntad
del enemigo
no sea
violentada, es decir, sometidos su Gobierno y aliados a
firmar la paz o subyugados los pueblos.
Así,
cuando se trata de un proyecto de guerra, el primer
punto de vista tiene por objeto investigar los centros
de potencia del enemigo y reducirlos en lo posible a uno
solo.
Principios
de los planes
Consiste
en reducir la potencia enemiga a un número lo más
reducido posible, a uno si se puede, y, en todos los
casos reducir a un mínimo el número de choques contra
esos centros , y si es posible a uno solo.
Los
factores morales constituyen la cuestión más
importante en la guerra, porque los efectos de las
fuerzas físicas están completamente fundidos con los
efectos de las fuerzas morales, y no pueden separarse.
Ahora,
en el combate, toda la actividad, pues tal supone su
concepto, se encamina al aniquilamiento del contrario, o
mejor dicho, de su capacidad de combatir; la
destrucción de las fuerzas en combate es, pues, siempre
el medio para conseguir este fin del
combate.
Conducción
de los combates
Incurriríamos
en gran equivocación si pretendiéramos sacar la
consecuencia de que la embestida ciega llevará siempre
la victoria sobre la comedida habilidad. La torpe
acometida contribuiría a la destrucción de las fuerzas
propias y no de las contrarias; no podemos en modo
alguno referirnos a ella.
Es
claro que un adversario vivo, valiente y resuelto, no
nos dejará el tiempo para ejecutar combinaciones
laboriosas de efecto lejano; y sin embargo, sería
precisamente contra un tal adversario cuando tendríamos
mayor necesidad de ser sostenidos por el arte. Esto
parece probar suficientemente la superioridad de los
resultados sencillos y directos sobre aquellos que
dependen de combinaciones complicadas.
Nosotros
no pensamos, pues, que el choque simple sea el mejor,
sino que la ventaja de las combinaciones debe
restringirse según la seguridad que presenten.
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