ARGENTINA: EL PLAN SECRETO DEL PRESIDENTE DEL BANCO MUNDIAL PARA SANGRAR A LA
NACIÓN UNA MEZCLA DESGRACIADA DE AUTODELIRIO Y CRUELDAD Por
Greg Palast
Un sobre que contiene el memorándum Plan
de Asistencia a Argentina para los próximos cuatro años se ha posado sobre mi
escritorio. El documento, firmado por el Presidente del Banco Mundial, James
Wolfensohn, incluye la advertencia de que quienes lo reciben deben usar el
documento “solamente en el desempeño de sus deberes oficiales”.
En diciembre, en Buenos Aires, la París
de América latina, la policía baleó a 27 argentinos cuando eligieron enfrentar
las balas antes que morir de hambre. La moneda de la nación se había desmoronado
y el desempleo disparado de un 16 por ciento a millones más de lo que el
colapsado gobierno podía medir. La economía había sido asesinada a sangre fría.
¿Quién lo había hecho? Los asesino dejaron huellas digitales en todo el cuerpo
caliente.
Una Carta Técnica de Intención
(Technical Memorandum of Understanding), fechado el 5 de setiembre del 2000, fue
firmado por Pedro Pou, presidente del Banco Central de Argentina y transmitido a
Horst Kohler, director administrativo del Fondo Monetario Internacional. Yo
recibí una copia completa del informe, enviado por ... digamos que el sobre no
tenía dirección remitente. La “intención” era que Argentina cortara el déficit
del presupuesto gubernamental de US$5300 millones a US$4100 millones en 2001.
Piensen sobre esto. Hace dieciocho meses, cuando fue redactada la Carta de
Intención, Argentina estaba ya al borde de una profunda recesión. Uno de seis
trabajadores estaba desempleado.
Aún los economistas medianamente
experimentados del FMI deberían haber sabido que detener el gasto gubernamental
en una economía recesiva sería como apagar de golpe los motores de un aeroplano.
¿Cortar el déficit? ...como mi hija de 4 años diría: “Estúpidoooooo”. El FMI
nunca se equivoca, y siempre es cruel. Bajo el título en negritas “Mejorar las Condiciones de los Pobres”, la
agencia ordenó a Argentina rebajar $40 por mes de los salarios pagados bajo el
programa gubernamental de empleo de emergencia; la orden cortó los salarios a
US$160 (un 20 por ciento). La “carta de intención” también prometió un corte del
12-15 por ciento a los salarios de los empleados públicos y una
“racionalización” de las pensiones (término del FMI por cortar 13 por ciento de
los pagos a los ancianos bajo planes públicos y privados). Cortar, cortar,
cortar en medio de una
recesión. Estúuuupido.
Entre los planes malintencionados del FMI
para los pensionistas y los pobres estuvieron los pronósticos económicos casi
alucinantes. En la Carta de Intención, los genios de la globalización
proyectaron que una vez que Argentina llevara a cabo el plan del FMI para cortar
el gasto, de alguna forma la producción económica subiría un 3.7 por ciento y el
desempleo bajaría. No fue así. El plan del FMI cortó la producción industrial,
que cayó 25 por ciento en el primer trimestre del 2001 antes de rendirse
totalmente a tasas de interés que, en el verano, aumentaban un 90 por ciento las
ganancias en dólares. Mi deber como periodista es decirles que el plan de
asistencia es una mezcla asombrosa de crueldad y auto-decepción titánicas.
Escrito hace pocos meses,
cuando la economía ya estaba cayendo en su espiral mortal, Wolfensohn escribió:
“A pesar de los inconvenientes, los objetivos establecidos en el último informe
(anual) son válidos, y la estrategia apropiada”. El plan del FMI, cocinado con
el Banco Mundial, “mejoraría enormemente el panorama para el resto del 2001 y
para 2002, con la expectativa de crecimiento a fines del 2001”. En este
documento extraño, el presidente del Banco Mundial expresó particular orgullo en
que el gobierno de Argentina había hecho “un corte de $3 billones en gastos
primarios para acomodar el aumento en las obligaciones de intereses”. En otras
palabras, el gobierno manipuló el gasto de las necesidades domésticas para pagar
intereses a los acreedores, en su mayoría bancos extranjeros. La crisis, sin
duda, tiene su lado bueno, como Wolfensohn se jactó ante sus lectores
bancarios: “Se hizo un gran avance para eliminar contratos de trabajo vencidos”.
Y los “costos laborales” habían caído debido a “flexibilidad laboral del
mercado, provocada por la liberación de facto del mercado por la vía de la
creciente informalidad”. Traducción: Los trabajadores perdieron sus puestos
industriales sindicalizados y se volcaron a las calles a vender chucherías.
¿Qué diablos tentaría a Argentina a abrazar
este programa ridículo? El anzuelo fue el paquete prestatario de emergencia de
$20000 millones de dólares y crédito stand-by del FMI, el Banco Mundial y sus
socios banqueros comerciales. La Carta de Intención asumía que Argentina
continuaría su Plan de Convertibilidad, instituido en 1991, que estabilizó el
peso, la moneda de la nación, con el dólar yankee, a una tasa cambiaria de uno
por uno. La conversión monetaria no había sido barata. Los bancos extranjeros
que trabajan con el FMI habían exigido que Argentina pagara una prima colosal de
riesgo del 16 por ciento sobre las tasas de préstamo del Tesoro de EEUU por los
dólares necesarios para apoyar el ardid. Ahora, hagan números: Cuando Wolfensohn
escribió su memo, Argentina tenía una deuda de $128000 millones de dólares. El
interés normal más la prima llegaban a $27000 millones por año. En otras
palabras, el pueblo argentino no recibía un centavo de la fianza de $20000
millones en préstamos. La deuda creció, pero el dinero no salió de Nueva York,
donde quedó para pagar intereses a los acreedores estadounidenses dueños de los
bonos. Los acreedores iban desde el pez grande, dirigido por Citibank, a los
pequeños prestatarios como Steve Hanke. Yo hablé con Hanke, presidente del
Toronto Trust Argentina, un fondo “emergente”, que apiló 100 por ciento en bonos
argentinos durante un pánico monetario de 1995. ¡No llores por Steve, Argentina!
Su ganancia de 79.25 por ciento en ese año puso su pertrechos al tope de la liga
de especuladores. Hanke se beneficia de las políticas del FMI. Esta especulación
en bonos “chatarra” - los jugadores la llaman “inversión de buitres” – es su
pasatiempo lucrativo. En su trabajo del día como profesor de economía en la
Universidad Johns Hopkins, Hanke ofrece una cura para los problemas de
Argentina, que arruinaría su negocio: “Abolir el FMI”. Hanke aconsejó abolir la
paridad. Pero la importancia de esta tasa de cambio de uno-por-uno ha sido muy
exagerada.
Cuando el gobierno argentino finalmente
devaluó el peso en enero, eliminó el valor de las cuentas de ahorro locales. La
paridad monetaria se entiende mejor como el gancho de carne en el cual el FMI
colgó las finanzas argentinas. Forzó a Argentina a rogar y pedir prestado un
constante suministro de dólares para respaldar cada peso, y esto se convirtió en
la razón principal del FMI y el Banco Mundial para liberar en las pampas sus
Cuatro Jinetes de la política neoliberal: Liberalización de los mercados
financieros, reducción del gobierno, privatización en masa y libre comercio.
“Liberar” los mercados financieros significa permitir que el capital entre
libremente por las fronteras de la nación. El capital ha entrado libremente, sin
duda. El año pasado, los ricos de Argentina convirtieron sus pesos en dólares y
enviaron el botín al extranjero, sangrando a Argentina hasta en tres cuartos de
billón de dólares por día. En un tiempo, los bancos nacionales y provinciales
apoyaban las deudas de su nación. Pero a mediados de 1990, el gobierno del
Presidente Carlos Saúl Menem los vendió a operadores extranjeros como el
Citibank, de Nueva York, y el Fleet Bank, de Boston. El ex asesor del Banco
Mundial, Charles Calomiris, me dijo que las privatizaciones de estos bancos eran
“una historia realmente maravillosa”. ¿Para quién?
Ante la negativa de los bancos extranjeros
de reembolsar a los depositantes argentinos, el gobierno ha congelado las
cuentas de ahorros, efectivamente tomando el dinero de los argentinos para pagar
a los acreedores extranjeros. Para mantenerlos contentos, la Carta de Intención
también exigía la reforma del sistema de participación en los ingresos. Esta es
la forma más amable y gentil del FMI de establecer que se les pagaría a los
bancos estadounidenses trasvasando los recibos impositivos que las provincias
habían dispuesto para educación y otros servicios públicos. La Carta de
Intención también ordenó reformar el sistema de atención de la salud de la
nación (cortar, cortar, cortar). Y cuando los cortes no son suficientes para
pagar a los acreedores, uno puede vender las joyas de su abuela, como me
describe el periodista Mario del Carril el esquema de
privatización de la nación. Notoriamente, Vivendi Universal, la infraestructura
francesa gigante del entretenimiento, sacó una buena tajada del sistema de agua
en 1995 – y enseguida redujo personal y subió precios (un 400 por ciento en la
provincia de Tucumán).
En este memo confidencial, Wolfensohn suspira:
“Casi todos los servicios públicos han sido privatizados”, de modo que ahora no
queda nada por vender. El golpe de gracia detallado en la Carta de Intención fue
la imposición de una política de libre comercio. Esto expuso a los exportadores
argentinos (con sus productos en dólares estadounidenses) a una competencia
patética de pérdida contra las mercaderías brasileñas con precios en la
devaluada moneda de la nación. Estúpidooooo! ¿Han aprendido de sus horrendos
errores el Banco Mundial y el FMI? Ellos aprenden como un cerdo aprende a
cantar: No pueden, no lo harán y si tratan, el ruido será insoportable.
El 9 de enero, con la capital en llamas, la
Directora Administrativa Adjunta del FMI, Anne Krueger, ordenó al último
presidente temporáneo de Argentina, Eduardo Duhalde, a cortar más los gastos
gubernamentales. (George W.
Bush respaldó la decisión del FMI – la misma semana que demandó al Congreso de
EEUU aprobar un plan de $50 billones para sacar a ese país de la recesión). El
memo de Wolfensohn insistía en que el plan del Banco Mundial-FMI podía
funcionar: todo lo que tenía que hacer Argentina era reducir el costo de la
producción, un paso que requería solamente una fuerza laboral flexible.
Traducción: pensiones y sueldos aún más bajos o nada en absoluto. Para
consternación de la elite argentina, sin embargo, los laboriosos trabajadores
demostraron inflexibilidad para resignarse a su empobrecimiento. Un trabajador
inflexible, Aníbal Verón, de 37 años, padre de cinco hijos, perdió su trabajo
como conductor de colectivos en una compañía que le debía el sueldo de nueve
meses. Verón se unió a los furiosos trabajadores, llamados “piqueteros”, quienes
bloquearon las carreteras. En noviembre del 2000, la policía militar, tratando
de desbloquear las vías, lo mató de un tiro en la cabeza. Los promotores de la
globalización dicen que la resistencia al Nuevo Orden Mundial es una diversión
de jóvenes inocentes consentidos para descargar su aburrimiento; como el Primer
Ministro Tony Blair dice: “Se dedican a las protestas”. Los medios
estadounidenses y europeos se adhieren a este tema centrándose en demostraciones
en Seattle y Génova, mientras entierran las noticias de una huelga general en
junio del 2000 que hicieron 7millones de trabajadores argentinos. Mientras la
muerte de Carlo Giuliani (en Génova) el 20 de julio ocupó las carátulas en EEUU
y Europa, la muerte de Verón pasó desapercibida. Ni siquiera los medios
estadounidenses se ocuparon de las muertes en junio 17 de Carlos Santillán, de
27 años, y Oscar Barrios, de 17, bajados a tiros por la policía en el patio de
una iglesia en la provincia de Salta, al norte de Buenos Aires. En diciembre,
cuando Argentina no pagó los intereses de su deuda externa, la prensa
euro-americana repentinamente habló de “crisis”, ofreciendo las imágenes que
todos esperan de América latina: gas lacrimógeno, quema de autos y el juramento
de un desfile de nuevos presidentes.
La “Intención” y el memo de Wolfensohn son
evidencia irrefutable de la culpabilidad del FMI y el Banco Mundial en el
asesinato financiero de la nación. Pero, ¿tuvieron cómplices? Adolfo Pérez
Esquivel, quien encabeza el servicio Paz y Justicia, de Buenos Aires, (SERPAJ),
organización religiosa que lucha por los derechos humanos está documentando
casos de tortura policial a quienes protestaron en la provincia de Salta donde
murieron Santillán y Barrios. Pérez Esquivel, quien ganó el Premio Nobel de la
Paz en 1980, me dijo que la represión y la “liberación” económica van de la
mano. SERPAJ ha hecho denuncias formales acusando a la policía de reclutar niños
menores de 5 años como informantes para los escuadrones paramilitares, una
operación que él compara con la Juventud de Hitler. Pérez Esquivel, quien el año
pasado encabezó protestas contra el propuesto Acuerdo de Libre Comercio de las
Américas, no está de acuerdo con mi veredicto contra el FMI por la muerte de
Argentina. Hace notar que las “reformas” fatales del FMI fueron acogidas con
entusiasmo por el Ministro de
Finanzas Domingo Cavallo, un favorito del Banco Mundial. Cavallo, despedido en
diciembre luego de protestas masivas, es mejor conocido por los argentinos como
Presidente del Banco Central de la Nación durante la
dictadura militar de 1976-1983. Para Pérez Esquivel, la entusiasta colaboración
de Cavallo con el FMI y el Banco Mundial sugiere que la defunción a destiempo de
la economía de la nación no fue asesinato, sino suicidio.
### Greg Palast fue nombrado Periodista del año 2001 por la Red
Guerrillera de Noticias por su exposés de la familia Bush en el programa
Newsnight, de la BBC. Su nuevo libro La Mejor Democracia que el dinero puede
comprar será lanzado en abril. Vean su sitio en la red http://gregpalast.com Translation courtesy of Mary S. Robertson