¿Y
es éste el futuro tan esperado?
Recuerdo
hace muchos años cuando todavía era un pibe, esas imágenes a todo color de la
revista Selecciones escolares donde se nos mostraba el año 2000.
Recuerdo
sobre todo las imágenes de los trenes que allí se mostraban, todas las
comodidades posibles y algunas más se mostraban en ese dibujo.
Similares
imágenes me envían mis amigos que han huido a Europa de los trenes que por allí
corren.
¿Pero
qué nos ha pasado a nosotros y a nuestros trenes?
¿Qué
fue lo que nos afectó así, tal vez el efecto Y2K o el menemismo y sus
relaciones carnales?
¿O
sólo el liberalismo aplicado a ultranza después de un baño de sangre?
Realmente
no se que nos ha pasado para caer tan bajo, pero viajando en uno de los
remodelados coches de METROPOLITANO, me sentí por un momento transportado a un
recóndito paisaje de la India, rodeado de gente muy pobre que
muere de hambre en el país de las vacas y de la sagrada propiedad privada.
Y
hablando de privada, los Metropolitano Boys esta vez se han superado a ellos
mismos por varios cuerpos.
Los
nuevos, es decir los reciclados coches, que esa empresa ha puesto en servicio,
son exactamente como las imágenes que recuerdo de mi infancia, pero exactamente
al revés.
No
tienen ninguna, por lo menos visible, comodidad para sus sufridos usuarios.
Cariñosamente
las víctimas-pasajeros que se ven obligados a viajar en ellos los llaman los
soplanucas.
Este
apodo no se realmente porque se lo han ganado, sí por la sobrecogedora dureza
de sus asientos metálicos o por el viento que se cuela por las ventanillas y
golpea, precisamente en la nuca de los viajeros.
Una
de las características de los trenes urbanos del primer mundo son sus largos
pasillos, prácticamente el tren es un largo tubo sin puertas.
Sin
puertas igual que aquí, con la salvedad que allá hay calefacción en invierno
o refrigeración en verano según corresponda y aquí hay una generosa ventilación
del exterior, ya que las puertas son manuales y generalmente no cierran.
No
entiendo la sorpresa de METROPOLITANO, al ver que más allá de la crisis la
venta de boletos descendió donde pusieron estos infames vehículos.
Menos
mal que sigue la venta ambulante, notablemente disminuida por cierto, ya que el
catering anunciado por METROPOLITANO brilló por su ausencia.
No
faltó sin embargo el número vivo en el viaje, dado por la patota
fiscalizadora, donde dos guardas y cuatro guardias, privados todos ellos,
controlaban los boletos sobre el tren.
La
seguridad entendemos que tampoco es un problema, ya que dos guardas y cuatro
custodios alcanzan seguramente para tirar al campo a cualquiera que no alcance a
mostrar su boleto a tiempo.
Bien
empleado sin duda está el dinero que el Estado, es decir, todos nosotros,
ponemos en el subsidio de la empresa, ya que si bien la comodidad no es mucha,
para no decir que es nula, el boleto al final del viaje acumuló ya 4 hermosos
agujeros, es decir, que fue fiscalizado por 4 personas a lo que si sumamos las
dos patotas fiscalizadoras de a bordo del tren, nos da 14 personas dedicadas a
esos menesteres.
¿Usted
se refería a la seguridad de los pasajeros?.
Ah no, para esos menesteres no vi a nadie.
A
los que tampoco vimos fue a los inspectores sorpresa de la CNRT u organismos
similares.
Disculpen,
los tengo que dejar, porque estamos llegando a Bombay, ah no, perdón, es La
Plata.
C.N.S.T.
La Plata, 05 de enero de 2004