Te veo en la noche vida mía
y recuerdo cuando era distinto cada
día,
cuando no había silencios y solo
hablaban las miradas,
las caricias surgían de la nada
y nuestros cuerpos con ellas se
extasiaban.
No había miedos, temores,
ni nada que en nuestra
confianza hiciera mella,
no había lugar donde estuviéramos
que al momento
no lo poblaran las
estrellas...
Leías mi deseo en la mirada
y siempre estabas pronta a
regalarme tu ternura,
yo me deleitaba gozando tu indómita y desnuda
hermosura
mientras mis manos subían lentamente
como acariciando el universo en tu cósmica
cintura.
Así, entrelazados, mágicos y
plateados
unidas nuestras almas
ascendíamos a las alturas.
La música suave sonaba en la
distancia,
mientras nuestros labios
recorrían palmo a palmo cada punto
en nuestros cuerpos
sin llegar a saciar esa
sed que nacía en la mirada
y simplemente estallaba
en loca ansia.
Vestíamos de noche y misterios nuestra
alcoba,
la luz de una vela alumbraba esos dos
cuerpos
que danzaban a la luna,
vestida de estrellas solamente acudías a mi
lado,
rodeada de luz te deslizabas en la
cama,
y yo sonreía esperando
impaciente al ser que tanto se
ama...
Subías lentamente por mis piernas,
escalando cada recodo de la mágica
montaña
y allí te posabas desafiante y
vencedora,
llenando de luces nuestro cielo
como si de pronto lo alumbraban mil
linternas.
Sabias el secreto de cada movimiento que
surgía
y allí depositabas tu dulzura
dominando con ternura mi
bravura
acompañando con mágicos susurros
mi entrada al mar donde me
hundía.
Yo devolvía suavemente cada gesto,
besando tus labios, tu cuello,
tu cuna,
mientras mis manos hablaban
rompiendo su silencio,
trazaban surcos en el
cielo
y caminos en
esos pechos,
donde alojabas a la
luna.
La ansiedad se iba disipando
a medida que tomábamos lo que estábamos
buscando,
el volcán estallaba y su lava bajaba lentamente
tus laderas,
derramando parte de la vida que
vendría,
llamando con un grito silencioso a otras almas
que poblaran las praderas...
Las caricias continuaban
cálidas
y te dormías en mi pecho esperando la
mañana,
aguardando el nuevo sol y el nuevo día de
amor
que el Creador nos
regalara...
Hoy duermes plácida y relajada
sabiendo que todo en la vida tu lo has
dado,
y yo te miro con ternura sin poder
evitar
que mis ojos se conviertan en dos
lagos
recordando cada imagen del pasado.
Es cierto que el tiempo tu piel ha marchitado
como también que la vida nos ha
golpeado,
pero ambos hemos crecido y
madurado
hemos cambiado el fuego por la
calma,
hemos despejado nuestro prado de
malezas
y logramos transformar en seducción,
lo que antes fue torpeza...
En el hoy corretean los retoños,
que están intentando armar su nido
y no puedo evitar ver en
ellos
lo que antes ambos hemos vivido.
Así me quedo en la penumbra
mirándote en silencio...
esperando la luna que no
alumbra,
esperando que el misterio vuelva a llenar este
vacío,
que se ha hecho carne
y sin desearlo ya siento como
mío,
sin poder encontrar como decirte
que vengas como antes a mi lado,
que ni siquiera el tiempo a
este amor ha derrotado,
que aun te amo de
verdad,
que por siempre seguirás
siendo mi mujer,
mi amada y mi
amante,
la que aun estremece mi
piel con sus caricias
la única que puede vencer
la soledad
que en mi alma intenta hacer su
nido,
te miro allí dormida y dejo
que mi alma se acurruque en un
recuerdo,
y la pena llore silenciosa en mi pecho
conmovido...
Autor:
Carlos
Lopus
~ Male ~
25/08/04
Buenos Aires - Argentina
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