Una
búsqueda del Tesoro en los bordes del Arte.
Es un producto de las ganas compartidas de hacer y creer, resultado de crear
un espacio con forma de Atelier y también de Agora, es taller y es trinchera,
por eso es debate, cooperación, solidaridad, trabajo digno, es fé con pocas
reglas y principios, expresión e impresión, esfuerzo y recompensa, calor de
fragua, color, línea y emoción que trasciende la firma y la permuta por una
sociedad cuyo seudonimo es marca. Tiene cuna en los barrios mas humildes y
emerge de las necesidades más elementales, tiene sabor a mate y torta frita.
Tiene color de feria, la textura del piso de la vereda y el dialecto del
comercio justo y solidario. Tiene mundo, calle y oficio de vagabundo, por eso
le da lo mismo un destino de clavo en una pared sin revoque que una vidriera
sofisticada en la Internet.
Talleres de Arte Comunitario: Cultura y Economía Social Solidaria.
Presentación en Sociedad: Una forma como la modernidad asume y define el nuevo Arte Comunitario mas
allá del Arte, la Artesanía y la Industrialización masiva de una matriz
singular.-
Análisis de los principios fundacionales del Arte Comunitario como
expresión natural surgente de las carencias de los bordes urbanos y periferias
territoriales y su relación con el
mundo moderno y globalizado.
En el Arte de la Grecia clásica,
el gusto por la ornamentación trascendió hacia un interés por lo útil y lo
objetivo, fusionando la belleza y el bien en donde es bello todo aquello que es
útil y no lo es más que en cuanto la belleza sea conducida hacia el bien como
causa final a la que está destinado todo objeto artístico. Así, el quehacer del
artista evolucionó desde la búsqueda por agradar a los sentidos hasta la utopía
del artista moderno que pretende construir un Arte innovador para una sociedad
nueva. La Modernidad, estructura un esquema de producción artística que
disuelve la frontera existente entre lo estético y lo funcional, permitiendo
con ello, una nueva manera de organizar los destinos otrora apocalipticos, establecidos por formas mezquinas de poder,
escases y egoismo ante las necesidades de desarrollo pleno en lo moral,
intelectual y emocional de la sociedad toda.
De esta manera, se establece una innovadora forma de creación, dirigida
a satisfacer necesidades sociales, resolviendo la contradicción existente entre
el lenguaje artístico y el producto manipulador industrial, capitalista, dirigido
a satisfacer necesidades egoistas del mero consumidor, lo que evidencia una
postura revolucionaria en cuanto la manera de reconocer la producción de bienes
de consumo, los cuales hasta ese entonces se materializaban bajo criterios que
entremezclaban el Arte y la Artesanía.
El problema cultural de la industria como multiplicadora de lucro a
expensas de la singularidad, es asumido por un nuevo oficio que se fundamenta
en el trabajo proyectual de acuerdo a requerimientos económicos, constructivos,
funcionales y estéticos. La industria del autoempleo, forzada por el desempleo,
crea por primera vez sus propias formas culturales, entregando respuestas
coherentes con las necesidades de la tecnología y de su época, concibiendo al
Arte Comunitario como una estética de la producción semi industrializada, dando
término a los antagonismos culturales de la industria a secas y el Arte por
medio de manifestaciones que, desde el punto de vista temático, metodológico y
cultural, se diferencian de los resultados artísticos y artesanales, gracias a
la modificación de los mecanismos semi industriales de producción y consumo,
concibiendo la práctica del Arte Comunitario, como el proceso en el cual se
amalgaman heterogéneas formas de producción serializada, logrando sintetizar el
universo productivo de la mano de obra asociada a la herramienta y el concepto
simbólico, respondiendo con formas tecnológicas (reciclado & construcción),
ergonómicas (uso), simbólicas (identidad) y estéticas (sensación), de manera
coincidente.
La utopía cultural que representa el Arte Comunitario, se materializa en
la búsqueda de la satisfacción de necesidades sociales, ya que lo elaborado se
efectúa en el propio seno de la producción económica de la industria del
trabajo manufacturado, asociado a la planificación, bajo requisitos de carácter
técnico, simbólico, estético y utilitario. La prefiguración, como naturaleza
enteramente industrial, desarrolla una nueva dimensión cultural de producción
con límites, por lo que el Arte Comunitario, como eje conceptual de tal
actividad, se erige como la manifestación más comprometida y ligada con la
cultura de la industria tradicional, analizando, comprendiendo y formulando un
nivel de intervención adecuado a cada necesidad en particular.
El Arte Comunitario se independiza
de las actividades artesanales al concebir las decisiones de intervención más
allá de la habilidad propia del artesano, estableciéndose un proceso
esencialmente conceptual con un manejo específico de modelos sintácticos y
retóricos con capacidad diagnóstica, interpretativa, de estructuración y
respuesta coherentes bajo condicionantes económicos, sociales, culturales y de
uso. Esta dimensión, representa la complejidad de una Economía Social Solidaria
del bien común en donde el Arte Comunitario impregna su sello cultural en la
vida contemporánea, dada su intencionalidad y finalidad democratizadora de la
experiencia social del Arte y su pertinencia cultural.
Crear y producir desde el Arte Comunitario, permite idear formas semi
industriales originales desarrolladas bajo la idea de proyecto consciente,
deliberado y sistemático, en busca de resultados prácticos e innovadores,
alimentados mucho más allá del empirismo artesanal, surgiendo como un elemento
dialógico que interactúa en la relación del hombre con su entorno, con sus
semejantes, con el conocimiento y sus discursos en general. Por ello, la
producción del Arte Comunitario nace en su significación como un Arte «no
nuevo, distinto.», dado que relaciona y vincula componentes de responsabilidad
social que intentan mejorar las condiciones de la vida en sociedad por
intermedio de la solución de problemas y necesidades, al intentar moldear
conductas de acuerdo a las demandas de la población. Así, lo cultural se centra
como dimensión constitutiva de todo lo creado en tanto práctica social
significante que, como género discursivo con intención organizativa, jerarquiza
funciones en un escenario sobre el cual se edifican propuestas que pretenden
configurar un novedoso espacio moderno, en donde se expresen las transformaciones,
contradicciones y diversidades de un momento histórico producidas por el modelo
industrial, la globalización y el culto al consumismo irracional de una
economía de mercado.
El Arte Comunitario se articula con la sociedad y la cultura, desplegando
el acto de proyectar como un todo hecho de significación, en un entramado de
tradiciones y usos sociales locales, que no pretende ser el eco de una
inspiración romántica de creación, sino todo un proceso de trabajo riguroso
dotado de intencionalidad como ejercicio de anticipación, sometido a
determinaciones sociales, económicas, estéticas, políticas y culturales que
permiten su apropiación por parte de toda la sociedad.
Hablar del Arte Comunitario, significa reflexionar sobre un elemento
constitutivo de lo Moderno y de la cultura contemporánea, ya que existe una
dialéctica entre la producción como proceso digno de trabajo útil y el entorno,
en donde se exponen interconexiones entre lo artístico y el ámbito económico,
histórico, social y cultural que circundan todo este proceso.
La función cultural del acto de producir dignidad con trabajo manual,
aspira a vincular el Arte con la vida cotidiana, generando un Arte «no nuevo,
pero distinto.» y «no auténtico, pero, propio de.», a partir del cual se
establece una nueva relación entre el artista, su obra y la sociedad, como
elemento producido culturalmente bajo la influencia de un marco y un ambiente
especial que engendra una nueva cristalización de lo moral, estético y
artístico.
El Arte «no nuevo, distinto.» se construye a partir del conocimiento del
devenir histórico con una capacidad de respuesta innovadora surgida de la
estrategia y vocación por acuñar propuestas alternativas para encuadrar el
presente y futuro del hecho artístico, a través de múltiples dimensiones que
dialogan con la realidad tangible por medio de nuevos lenguajes visuales. De
esta manera, el artista comunitario, se constituye en un conductor del alma y
conciencia colectivas, con el propósito de liberar a los individuos de mordazas
ideológicas, por medio del ofrecimiento de una experiencia transitiva que
encamina la producción artística en su papel por organizar los nuevos destinos
de la sociedad en conflicto y en crísis.
Por ello, el Arte Comunitario, fruto de la reflexión de la vanguardia de
los marginales, como no pobres, pero si de condiciones humildes y excluidos del
sistema y los condicionantes políticos, económicos, sociales y culturales de
principios de este siglo XXI, ofrece la posibilidad de generación de procesos
creativos que desligan al Viejo Arte Puro de las funciones culturales
tradicionales del pasado, en las cuales la obra de arte deja de ser rito y
liturgia, un objeto de culto con un aura que representa la formulación de
valores culturales transmitidos desde Grecia, para establecerse como una
manifestación vinculada a la importancia de las masas en la sociedad
contemporánea, en donde la aspiración artística ahora se dirige hacia el
acercamiento espacial y humano de las cosas, superando la singularidad de cada
objeto artístico, debido a la ahora posible reproducibilidad técnica de la obra
de arte, adquiriendo ésta un poder emancipatorio racional, eficaz y útil que
domina claramente los medios de producción. El Arte Comunitario produce su
propio lenguaje, sintaxis y vocabulario como imagen de la utopía que promete el
cumplimiento del ideal de equidad, construyendo contenidos de verdad y de
carácter filosófico a partir de los factores históricos que integran toda obra
como elemento significativo, en lo que la belleza solo se considera como un
aspecto efímero del hecho social propio del Arte, sintetizando su verdadero
valor en las distintas Chiaras producidas técnica y repetitivamente con la
fuerza del trabajo personal en forma compartida y asociativa, lo que
ejemplifica su racionalidad estética y mimética, evidenciando el uso adecuado,
coherente y organizado de los recursos humanos, intelectuales, materiales y las
técnicas constructivas y administrativas para lograr el objetivo.
La aventura de la Modernidad se define a partir del proceso social de
construcción de actores sociales con la capacidad de actuar sobre el entorno
con una visión racional, lo que da origen a una nueva sociedad, permitiendo la
estructuración de la identidad a partir del surgimiento de la industria como el
camino más expedito para la configuración del entorno material, por medio de la
utilización de los recursos aportados por la ciencia y la técnica,
transformando bienes en productos a través del establecimiento de formas de
explotación y apropiación de la naturaleza asistidas por la razón. La
Modernidad como proyecto emancipador, secularizador y racionalizador
de la vida, pretende extender el conocimiento e igualdad a través del
mejoramiento e innovación de la relación entre la naturaleza y la sociedad,
constituyendo una base de confianza en donde el Arte Comunitario emergente como
defensa de supervivencia física y espiritual es solo un producto natural de
este tipo de procesos que surge como un campo específico del saber de la calle
que, a partir de una postura enteramente moderna, pero, informal, osada y con
poder de resilencia, se manifiesta en un acto sublime de invisibilidad del
sujeto tras el objeto que persigue darle orden a la configuración de la
experiencia humana como un escenario mezcla de real y virtual pero, mejor para
todos nosotros.
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