POLÍTICA&ECONOMÍA

¿Por qué Venezuela es ahora pobre?

Por Luis Henrique Ball

Las guerras internas de la segunda mitad del siglo XIX arruinaron a Venezuela. A principios del siglo XX, Venezuela era uno los países más pobres del continente, una especie de Haití suramericano. Todo esto cambió a partir de 1930. Ese año, la nación vivió un gigantesco auge de inversiones que transformó a una sociedad bucólicamente rural en otra, pujante sociedad urbana, en apenas una década. El profesor Asdrúbal Baptista ha demostrado que, proporcionalmente al tamaño de la economía, Venezuela logró entre 1929 y 1939 uno de los mayores incrementos en capital invertido en la historia económica del mundo.

Desde entonces y hasta la década de los 60, Venezuela mantuvo una política expansionista en su industria petrolera, aunada a la constante defensa de su moneda, el bolívar. Para 1958, Venezuela controlaba más del 50% del comercio internacional de hidrocarburos y contaba con el quinto mayor ingreso per cápita del planeta. Todos los índices de prosperidad de la población superaban a los del resto de los países de América Latina.

Durante ese período de auge petrolero, Venezuela mantuvo una de las economías más abiertas de la región. Mucho antes que se pusiera de moda la apertura comercial en el mundo, Venezuela mantenía su política de intercambio abierto con el mundo entero, reflejado en el tratado comercial con Estados Unidos, el cual estuvo vigente hasta 1972. Igualmente, Venezuela tuvo la moneda más fuerte del planeta. Hasta 1961, el bolívar mantuvo su valor oro, establecido desde 1870, sin alteración alguna. Esa impresionante estabilidad monetaria no sólo fomentó el ahorro nacional, sino que mantuvo constante el incremento del poder de compra del ciudadano común, ya que conjuntamente con la estabilidad monetaria mi país gozaba de las tasas de inflación más bajas del mundo.

Todo esto cambió a partir de los años 60. El presidente Rómulo Betancourt y su ministro Juan Pablo Pérez Alfonzo, por única vez en la historia económica mundial, decidieron regalar nuestra participación en el mercado petrolero a los países árabes, ahuyentando las inversiones extranjeras hacia esas naciones. Los diversos gobiernos que luego tuvimos, hasta terminado el siglo XX, se encargaron de destruir paulatinamente las bases de la efímera prosperidad de la nación. Copiando a las economías fracasadas de los países vecinos, se implementaron políticas proteccionistas que alejaron a la inversión productiva, se estatizó el Banco Central y en poco tiempo se destruyó la tradicional fortaleza del bolívar, mientras el capitalismo de Estado consumía el presupuesto gubernamental.

Finalmente, luego de décadas de cumplir dogmáticamente con las ideas de Juan Pablo Pérez Alfonzo, fundador de la OPEP, y de aceptar la absurda teoría del “tipo de cambio competitivo”, que financiaba los desmanes del mundo político a costa del poder adquisitivo de los ciudadanos, llegamos a engendrar el gobierno de Hugo Chávez. Chávez, aplicando de forma más ideológica las teorías vigentes desde los años 60, en apenas tres años logró retroceder el nivel de vida de los venezolanos al que tenían sus bisabuelos. Ahora que se acerca el inevitable fin de este funesto régimen basado en la mentira, vale la pena recordar cómo nos empobrecimos. Para regresar a la prosperidad, sólo tenemos que hacer exactamente lo contrario de lo que pregonan nuestros líderes políticos desde 1958.