Magisterio de la Iglesia

Quamvis planes confidamus
Carta

 PÍO XII
Carta a su Secretario de Estado, 
Cardenal Luis Maglione, ordenando preces públicas  
para obtener la paz por intermedio de María Santísima 
20 de abril de1941

1. Renovada insistencia en las preces por la paz

   Aunque abrigamos plena confianza de que los fieles, y especialmente los niños, bajo la guía de sus padres recordando Nuestro llamamiento del pasado año(1),  acudirán presurosos en el próximo mes de Mayo ante el altar de la Santísima Virgen Madre de Dios para impetrar la paz sobre la acongojada y temblorosa humanidad, deseamos sin embargo repetir a todos la misma exhortación, con esta carta que os dirigimos.

   Cuanto más tempestuosamente angustia y desgarra los espíritus la guerra; cuanto más espantosos son los peligros de toda suerte que amenazan tantas naciones y pueblos, tanto más confiadas queremos que sean las súplicas que se eleven al Cielo, de donde sólo podemos esperar, en medio de tan profundo extravío de ánimos y perturbación de cosas, que vengan tiempos mejores.

2. Continuar orando pese al poco éxito

   Y si hasta ahora nuestras oraciones y nuestros votos no han alcanzado el suspirado éxito, no debe por ello desfallecer nuestra confianza, sino que todos con constante e insistente fervor debemos continuar siendo "en la tribulación sufridos y perseverantes en la oración"(2)

   No conocemos nosotros los designios de Dios, pero sabemos que, por numerosas y graves que sean las culpas que provoquen el justo castigo del Cielo, es sin embargo el Señor "Padre de las misericordias y Dios de toda consolación"(3), y que su amor y benevolencia para con nosotros no tiene límites.

3. Nuestra esperanza, María

   Contamos además con otro motivo de confianza y esperanza: es a saber, tenemos ante el trono del Altísimo a la benignísima Madre de Dios y Madre nuestra, que, con su omnipotente intercesión, puede seguramente alcanzárnoslo todo de Él. A su patrocinio confiamos, por tanto, nuestras personas y nuestras cosas. Tome Ella como suyas nuestras oraciones y nuestros deseos, avalore las obras de expiación y de caridad, que debemos ofrecer en gran escala para que se nos torne propicia la Majestad divina.

   Enjugue Ella tantas lágrimas, consuele tantas angustias, mitigue tantos dolores, y nos los vuelva más suaves y llevaderos con la esperanza de los bienes eternos.

4. Oraciones especiales en el mes de María, especialmente de los niños

   Y si nosotros, recordando nuestras culpas, nos juzgamos indignos de su maternal ternura, conduzcamos en nutridos grupos ante su altar sagrado a nuestros niños, especialmente durante el próximo mes de mayo, para que aboguen por nuestra causa, ellos que tienen alma cándida, y labios inocentes, ellos que en sus limpios ojos parecen recibir y reflejar destellos de luz celestial. Unidas sus plegarias con las nuestras, nos obtengan que allí donde serpentea ahora la ansiosa codicia, aletee cuanto antes el amor; que allí donde ahora recrudecen las mutuas injurias, reine el perdón; que a la discordia que divide los ánimos, suceda la concordia que los avecina y robustece; finalmente, que allí donde ahora se hacen más agudas profundas enemistades, trastornándolo todo miserablemente, se concierten nuevos pactos de amistad, que deparen la serenidad a los espíritus, y por doquier la tranquilidad de un orden basado en la justicia.

5. Oraciones por desterrados, prisioneros, heridos y la paz completa

   Imploren estos pequeñuelos de la benignísima Madre de Dios los consuelos celestiales sobre todos los que gimen, y particularmente sobre los prófugos, los desterrados, los prisioneros y los heridos que sufren en los hospitales; pidan a Ella insistentemente con sus inocentes labios, que se abrevien los días de esta tan grande desventura, de suerte que, después de haber sido "afligidos por nuestros pecados respiremos merced al consuelo de la divina gracia"(4); y vuelva por consiguiente cuanto antes a brillar en nuestro cielo una paz completa, sólida y duradera, que, al hallarse inspirada e informada por la majestad de la justicia y por la virtud de la caridad, no encierre gérmenes latentes de discordias y rencores, ni contenga semillas de futuras guerras, sino que hermanando a los pueblos con los vínculos de la amistad, y ayudándolos a gozar, en tranquila libertad, de los frutos de su trabajo, los acompañe y dirija confiados, por los senderos de la peregrinación terrena, hacia la patria celestial.

6. Recomendación a los Obispos

   Entretanto os encargamos, amado hijo Nuestro, que deis a conocer a todos, del modo que juzgareis más oportuno, estos Nuestros deseos y estas Nuestras exhortaciones, y en primer lugar a los sagrados Pastores, que mostrarán ciertamente el mayor interés en hacérselo saber a la grey que les está confiada.

7. Bendición Apostólica

   Como auspicio de gracias divinas y como testimonio de Nuestra paternal benevolencia, damos con toda el alma la Bendición Apostólica a vos, amado hijo, Nuestro, y a todos aquellos -en modo especial a los niños- que con fervor de espotánea piedad acogieren esta Nuestra exhortación.

   Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 20 de abril domínica in Albis del año  1941, tercero de Nuestro Pontificado.   

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