Magisterio de la Iglesia

Humani generis in rebus *
Carta Encíclica

PÍO XII
Sobre los errores de la llamada "teología nueva"
que amenazan minar los fundamentos de la doctrina católica
12 de agosto de 1950

 
INTRODUCCIÓN

1. Están amenazados los principios cristianos

   Las disensiones y errores del género humano en las cuestiones religiosas y morales han sido siempre fuente y causa de intenso dolor para todas las personas de buena voluntad y, principalmente, para los hijos fieles y sinceros de la Iglesia; pero en especial lo es hoy, cuando vemos combatidos aun los principios mismos de la cultura cristiana.

   No es de admirar que haya siempre disensiones y errores fuera del redil de Cristo. Porque, aun cuando realmente la razón humana, con sus fuerzas y su luz natural, pueda en absoluto llegar al conocimiento verdadero y cierto de un Dios único y personal, que con su Providencia sostiene y gobierna el mundo, y asimismo de la ley natural impresa por el Creador en nuestras almas; sin embargo, no son pocos los obstáculos que impiden a la razón el empleo eficaz y fructuoso de esta su potencia natural. Porque las verdades, que se refieren a Dios y a las relaciones entre los hombres y Dios, rebasan completamente el orden de los seres sensibles y cuando entran en la práctica de la vida y la informan, exigen el sacrificio y la abnegación propia. Ahora bien, el entendimiento humano encuentra dificultades en la adquisición de tales verdades, ya por la acción de los sentidos y de la imaginación, ya por las malas concupiscencias nacidas del pecado original. Lo cual hace que los hombres en semejantes materias fácilmente se persuadan ser falso o dudoso lo que no quieren que sea verdadero.

2. Necesidad de la Revelación Divina.

   Por esto se debe sostener que la revelación divina es moralmente necesaria, para que, aun en el estado actual del género humano, todos puedan conocer, con facilidad, con firme certeza y sin ningún error, las verdades religiosas y morales que no son de suyo incomprensibles a la razón (1).

   Más aún, a veces la mente humana puede encontrar dificultad aun para formarse un juicio cierto sobre la credibilidad de la fe católica, no obstante los muchos y admirables indicios externos ordenados por Dios para poder probar ciertamente, por medio de ellos, el origen divino de la Religión cristiana con la sola luz natural de la razón. Puesto que el hombre, o porque se deja llevar de prejuicios o porque le instigan las pasiones y la mala voluntad puede, no sólo negar la evidencia de esos indicios externos, sino también resistir a las inspiraciones sobrenaturales, que Dios infunde en nuestras almas.

I. DOCTRINAS ERRÓNEAS ACTUALES

1. Errores acerca de la razón y la Revelación

3. Cuáles son los principales errores

   Si miramos fuera del redil de Cristo fácilmente descubriremos las principales direcciones, que siguen no pocos de los hombres de estudios, admiten sin discreción ni prudencia el sistema evolucionista que aun en el mismo campo de las ciencias naturales no ha sido todavía probado indiscutiblemente, y pretenden que hay que extenderlo al origen de todas las cosas, y con osadía sostienen la hipótesis monista y panteísta de un mundo sujeto a perpetua evolución. De esta hipótesis se valen los comunistas para defender y propagar su materialismo dialéctico y arrancar de las almas toda noción de Dios.

   Las falsas afirmaciones de semejante evolucionismo, por las que se rechaza todo lo que es absoluto, firme e inmutable, han abierto el camino a una moderna seudofilosofía, que, para oponerse al idealismo, al inmanentismo y al pragmatismo, ha sido denominada existencialismo, porque rechaza las esencias inmutables de las cosas y no se preocupa más que de la existencia de cada una de ellas.

   Existe igualmente un falso historicismo, que se atiene sólo a los acontecimientos de la vida humana y, tanto en el campo de la filosofía como en el de los dogmas cristianos, destruye los fundamentos de toda verdad y ley absoluta.

4. Áspero desprecio del magisterio de la Iglesia

   Entre tanta confusión de opiniones, Nos es de algún consuelo ver a los que hoy no rara vez, abandonando las doctrinas del racionalismo en que habían sido educados, desean volver a los manantiales de la verdad revelada, y reconocer y profesar la palabra de Dios conservada en la Sagrada Escritura, como fundamento de la ciencia sagrada. Pero al mismo tiempo lamentamos que no pocos de esos, cuanto más firmemente se adhieren a la palabra de Dios, tanto más rebajan el valor de la razón humana; y cuanto con más entusiasmo enaltecen la autoridad de Dios Revelador, tanto más ásperamente desprecian el Magisterio de la Iglesia, instituido por Nuestro Señor JESUCRISTO para defender e interpretar las verdades reveladas. Este modo de proceder no sólo está en abierta contradicción con la Sagrada Escritura, sino que aun por experiencia muestra ser equivocado. Pues los mismos disidentes con frecuencia se lamentan públicamente de la discordia que reina entre ellos en las cuestiones dogmáticas, tanto que se ven obligados a confesar la necesidad de un Magisterio vivo.

2. Actitudes peligrosas dentro de la Iglesia

5. Obligación de los teólogos y filósofos católicos.

   Los teólogos y filósofos católicos, que tienen el grave encargo de defender e imprimir en las almas de los hombres las verdades divinas y humanas, no deben ignorar ni desatender estas opiniones, que más o menos se apartan del recto camino. Más aún, es necesario que las conozcan bien, pues no se pueden curar las enfermedades, si antes no se conocen suficientemente; además en las mismas falsas afirmaciones se oculta a veces un poco de verdad; y por último, esas falsas opiniones incitan la mente a investigar y ponderar con más diligencia algunas verdades filosóficas o teológicas.

   Si nuestros filósofos y teólogos solamente procurasen sacar este fruto de aquellas doctrinas, estudiándolas con cautela, no tendría por qué intervenir el Magisterio de la Iglesia. Pero, aunque sabemos que los doctores católicos en general evitan contaminarse con tales errores, Nos consta, sin embargo, que no faltan hoy quienes, como en los tiempos apostólicos, amando la novedad más de lo debido, y también temiendo que los tengan por ignorantes de los progresos de la ciencia, intentan sustraerse a la dirección del sagrado Magisterio, y por este motivo están en peligro de apartarse insensiblemente de la verdad revelada y hacer caer a otros consigo en el error.

6. Arrebata a algunos un imprudente "irenismo"

   Existe también otro peligro, que es tanto más grave cuanto que se oculta bajo capa de virtud. Muchos, deplorando la discordia del género humano y la confusión que reina en las inteligencias de los hombres, y guiados de un imprudente celo de las almas, se sienten llevados por un interno impulso y ardiente deseo a romper las barreras que separan entre sí a las personas buenas y honradas; y propugnan una especie de irenismo, que, pasando por alto las cuestiones que dividen a los hombres, se proponen, no sólo combatir en unión de fuerzas el combatiente ateísmo, sino también reconciliar opiniones contrarias aun en el campo dogmático. Y, como hubo antiguamente quienes se preguntaban si la apologética tradicional de la Iglesia constituía más bien un impedimento que una ayuda para ganar las almas a Cristo, así también no faltan hoy quienes se han atrevido a proponer en serio la duda de si conviene, no sólo perfeccionar, mas aún reformar completamente la teología y el método que actualmente, con la aprobación eclesiástica, se emplea en la enseñanza teológica, a fin de que se propague más eficazmente el reino de Cristo en todo el mundo, entre los hombres de todas las civilizaciones y de todas las opiniones religiosas.

   Si los tales no pretendiesen más que acomodar, con algo de renovación, la enseñanza eclesiástica y su método a las condiciones y necesidades actuales no habría casi de qué temer; pero algunos de ellos, arrebatados por un imprudente irenismo, parece que consideran como óbice para restablecer la unidad fraterna, todo lo que se funda en las mismas leyes y principios dados por Cristo y en las instituciones por El fundadas, o cuanto constituye la defensa y el sostenimiento de la integridad de la fe; cayendo lo cual la unificación sería universal, mas sólo en la común ruina.

7. Escándalo de muchos, sobre todo del clero joven

   Los que, o por reprensible deseo de novedad, o por algún motivo laudable, propugnan estas nuevas opiniones, no siempre las proponen con la misma graduación, ni con la misma claridad, ni con los mismos términos, ni siempre con unanimidad de pareceres: lo que hoy enseñan algunos más encubiertamente, con ciertas cautelas y distinciones, otros más audaces lo propalan mañana abiertamente y sin limitaciones, con escándalo de muchos, sobre todo del clero joven y con detrimento de la autoridad eclesiástica. Más cautamente se suelen tratar estas materias en los libros que se dan a la luz pública; con más libertad se habla ya en los folletos distribuidos privadamente y en las conferencias y reuniones. Y no se divulgan solamente estas doctrinas entre los miembros de uno y otro clero y en los seminarios y los institutos religiosos, sino también entre los seglares, sobre todo entre los que se dedican a la enseñanza de la juventud.

3. El relativismo teológico y dogmático

8. Pretenden adaptar el significado de los dogmas.

   En cuanto a la teología, lo que algunos pretenden es disminuir lo más posible el significado de los dogmas; y librarlos de la manera de hablar tradicional ya en la Iglesia y de los conceptos filosóficos usados por los doctores católicos; a fin de volver, en la exposición de la doctrina católica, a las expresiones empleadas por la Sagrada Escritura y por los Santos Padres. Esperan que así el dogma, despojado de elementos, que llaman extrínsecos a la revelación divina, se pueda comparar fructuosamente con las opiniones dogmáticas de los que están separados de la unidad de la Iglesia, y por este camino se llegue poco a poco a la asimilación del dogma católico con las opiniones de los disidentes.

   Reduciendo la doctrina católica a tales condiciones, creen que se abre también el camino, para obtener, según lo exigen las necesidades modernas, que el dogma sea formulado con las categorías de la filosofía moderna, ya se trate del inmanentismo o del idealismo o del existencialismo o de cualquier otro sistema. Algunos más audaces afirman que esto se puede y se debe hacer también por la siguiente razón: porque, según ellos, los misterios de la fe nunca se pueden significar con conceptos completamente verdaderos, mas sólo con conceptos aproximativos y que continuamente cambian, por medio de los cuales la verdad se indica, si, en cierta manera, pero también necesariamente se desfigura. Por eso no piensan ser absurdo, sino antes creen ser del todo necesario que la teología, según los diversos sistemas filosóficos, que en el decurso del tiempo le sirven de instrumentos, vaya sustituyendo los antiguos conceptos por otros nuevos; de suerte que en maneras diversas y hasta cierto punto aun opuestas, pero, según ellos, equivalentes, haga humanas aquellas verdades divinas. Añaden que la historia de los dogmas consiste en exponer las varias formas, que sucesivamente ha ido tomando la verdad revelada, según las varias doctrinas y opiniones que a través de los siglos ha ido apareciendo.

9. La Iglesia no puede ligarse a cualquier efímero sistema filosófico.

   De lo dicho es evidente que estos conatos, no sólo llevan al relativismo dogmático, sino ya de hecho lo contienen, pues el desprecio de la doctrina tradicional y de su terminología favorece ese relativismo y lo fomenta. Nadie ignora que los términos empleados, tanto en la enseñanza de la teología como por el mismo Magisterio de la Iglesia, para expresar tales conceptos, pueden ser perfeccionados y perfilados. Se sabe también que la Iglesia no ha sido siempre constante en el uso de unos mismos términos. Es evidente además que la Iglesia no puede ligarse a cualquier efímero sistema filosófico; pero las nociones y los términos, que los doctores católicos, con general aprobación, han ido componiendo durante el espacio de varios siglos, para llegar a obtener alguna inteligencia del dogma, no se fundan sin duda en cimientos tan deleznables. Se fundan realmente en principios y nociones deducidas del verdadero conocimiento de las cosas creadas: deducción realizada a la luz de la verdad revelada, que, por medio de la Iglesia, iluminaba, como una estrella, la mente humana. Por eso no hay que admirarse que algunas de estas nociones hayan sido, no sólo empleadas por los Concilios Ecuménicos, sino también aprobadas por ellos; de suerte que no es lícito apartarse de ellas.

   Abandonar, pues, o rechazar o privar de valor tantas y tan importantes nociones y expresiones, que hombres de ingenio y santidad no comunes, con esfuerzo multisecular, bajo la vigilancia del sagrado Magisterio y con la luz y guía del Espíritu Santo, han concebido, expresado y perfeccionado, para expresar las verdades de la fe, cada vez con mayor exactitud; y sustituirlas con nociones hipotéticas y expresiones fluctuantes y vagas de una moderna filosofía que como la flor del campo hoy existe y mañana caerá; no sólo es suma imprudencia, sino que convierte el dogma en una caña agitada por el viento. El desprecio de los términos y las nociones, que suelen emplear los teólogos escolásticos, lleva naturalmente a debilitar la teología especulativa, la cual, por fundarse en razones teológicas, ellos juzgan carecer de verdadera certeza.

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NOTAS

  • * Esta Encíclica se cita generalmente con las mismas dos palabras: "Humani Generis" Con que comienza también la de Benedicto XV "Humani Generis Redemptionem" , del 15/6/1917, sobre la predicación

    Introducción y orientación al lector.
        Lo que, en los embates del inmanentismo religioso o el modernismo, constituyó para la Iglesia a principios del siglo XX la Encíclica "Pascendi" De San Pío X, fue y es "Humani Generis" de Pío XII para nuestros días.
       Tratemos de ubicar la presente Encíclica en el tiempo y las corrientes ideológicas.
       La verdad revelada, divina en su causa, recibe su forma exterior de la mente y palabra humanas. Este "problema teológico" de la expresión humana de las verdades divinas preocupó de un modo especial a um grupo de teólogos modernos: sostenían que la teología hasta ahora enseñada ha sido demasiado racionalizada, entregándose a sacar conclusiones teológicas mediante principios racionales. "Para la elaboración y construcción de la Teología como hoy se enseña se han empleado sistemas filosóficos griegos, particularmente el aristotelismo. ¿No será posible en nuestros días armar otra Teología, moderna, sin dejar de ser católica, pero elaborada según las tendencias y esquemas conceptuales del evolucionismo, el idealismno, el historisismo o el existencialismo?" (Comentarios a la Encíclica "Humani Generis", Desclée de Broouwer, Bilbao 1952, pag. 256). Según ellos no debería ser tan racional, sino más bien la realización de los misterios de Dios, una experiencia de la fe mediante la participación existencial, o sea, debíase dejar atrás la razón para entender las cosas de Dios e ir a la vivencia; renovar la Teología actualizándola y adaptándola a las exigencias científicas filosóficas y críticas de nuestro tiempo.
       Al tratar de hacer esto, se incurrió en posturas peligrosas y erróneas que amenazaban con destruir no sólo la Teología sino el mismo dogama y el magisterio de la Iglesia. No se puede olvidar ni arrinconar la Filosofía Escolástica que es la filosofía perenne, ni pretender vigorizar la vivencia de la fe abandonando la doctrina tradicional. El nuevo método llevó a una serie de errores que Pío XII enumera y refuta.
       El movimiento se inició en los albores del siglo XX, principalmente por los trabajos del P. Cardeil O.P. (1909) y Rousselot S.J. (1910), pero no llegó a posiciones realmente objetadas sino en los años 1937 y 1938 con la publicación de "Une école de Théologie. Le Saulchoir" del P. A. Chenu O.P. t de "Essai sur le problème théologique" del P. Charlier. El 4 de febrero de 1942, el Santo Oficio puso por decreto ambas obras en el Índice de los libros prohibidos dándosele por primera vez el nombre de "Teología nueva" a dichas tendencias: "De allí se pone de manifiesto que la Teología nueva que los escritores introducen y propugnan... no propone nada de cierto y de constante que proporcione el fundamento para construir una nueva doctrina más acomodada a las necesidades que hoy existen" (Actas de la Apostólica Sede, 34 (1943) 37 y 148). Y en 1948 dijo:"Aún cuando no se atreven a hablar todavía de una nueva Teología, por lo menos no se ruborizan en hablar sobre la nueva tendencia en la Teología
       El 17 de septiembre de 1946, Pío XII en persona se refirió al asunto diciendo a los Padres Jesuitas que se habían reunido en congregación general para elegir a sus superiores generales (Actas de la Apostólica Sede, 38 (1946) 384-385): "A todos y cada uno de los que tienen la ocupación de enseñar, de palabra o por escrito, la Teología, las Sagradas Escrituras, las demás disciplinas eclesiásticas y también la Filosofía suene muy alto la voz del Apóstol: "¡Oh Timoteo!, guarda el depósito de la fe, dando de mano a las profanas palabrerías y contradicciones de la mal llamada ciencia" (I Tim. 6, 20). Cierto es que en el planteamiento de las cuestiones, en el desarrollo de los argumentos, en la elección del estilo y género literario, conviene que con prudencia se acomoden, en el decir a la mentalidad y al gusto de su siglo. Pero lo que es inmutable nadie lo turbe ni pretenda cambiarlo. Muchas cosas se han dicho pero sin fundamento suficientemente razonado sobre la "nueva Teología" (Pío XII también la llama así aquí), que evoluciona simultáneamente a una con todas las demás cosas humanas, siempre en marcha, sin llegar nunca. Si tal opinión se admitiera, ¿a qué se reducirían los dogmas católicos que nunca cambian? ¿Qué sería de la unidad y establilidad de la fe? (Actas de la Apostólica Sede, 38 (1946) 384-385).
       Cinco días más tarde, el 22 de septiembre de 1946, Pío XII dirigió un discurso a los Padres dominicos reunidos para elegir a su superior general, diciendo:
       "Se ponen ahora en tela de juicio los mismos principios de la Filosofía y los fundamentos de la Teología, que toda razón y disciplina, si en realidad y de nombre se estiman por católoicos, reconocen y veneran. Se trata de la ciencia y de la fe, de su naturaleza y relaciones mutuas, se trata de la misma base sobre la cual descansa la fe y que ningún juicio de censura debe tocar. Trátase de las verdades reveladas por Dios y se pregunta si la mente humana puede penetrar en ella con nociones ciertas y deducir de ellas otras verdades. Para decirlo en pocas palabras, lo que se discute es si lo que Santo Tomás de Aquino edificó, fuera y por encima de todo tiempo, reuniendo y reduciendo a síntesis los elementos que cultivadores de la sabiduría de todos los tiempos lograron alcanzar, si esa obra del Angélico descansa sobre roca firme, si es perpetuamente actual y valedera, si sirve aún hoy para proteger y defender el sagrado depósito de la fe católica, si es utilizable, además, para orientar con seguridad y moderación los nuevos progresos de la Teología y Filosofía. La Iglesia afirma que si..." (Actas de la Apostólica Sede, 38 (1946) 387).
       El 12 de agosto de 1950, finalmente, Pío XII publicó la Encíclica "Humani Generis" en que trata más a fondo los problemas fundamentales de la nueva tendencia demostrando " la incompatibilidad, la inconciliabilidad del inmanentismo, del idealismo, del materialismo histórico y dialéctico y del existencialismo con el dogma católico" ("Humani Generis")
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  • (1)  Conc. Vat., D. B., Const. De Fide Cath., cap. 2, De revelatione, Denz-Umb nr. 1786.(volver)