José Calasanz nació
el año 1557 en Peralta de la Sal, una población
española de habla catalana situada en la
región de Aragón, en las proximidades de
Cataluña. Fue el séptimo y último
hijo de una familia de infanzones, es decir, de
miembros de la baja nobleza aragonesa. Su padre
tenía una herrería y llegó a ser alcalde de
Peralta. Hasta los once años, estudió la primera
enseñanza en su pueblo y luego se trasladó a
Estadilla, donde prosiguió estudios de
humanidades. En 1571 se traslada a la próxima
ciudad de Lleida, donde se encontraba la
universidad más prestigiosa de la antigua corona
de Aragón. A ella acudían alumnos procedentes de
Cataluña, Aragón y Valencia, las tres grandes
comunidades que se integraban en la corona
aragonesa. Esos alumnos, siguiendo las costumbres
medievales, se agrupaban por "naciones".
Calasanz fue elegido prior de los aragoneses. Era
una primera manifestación del prestigio y de la
ascendencia moral que dimanaba de su personalidad.
En Lleida, José Calasanz estudió filosofía
y derecho. Después, siguió cursos de teología en las universidades de
Valencia, Alcalá de Henares y nuevamente en Lleida, donde obtuvo el título
de doctor. En 1583 fue ordenado sacerdote, iniciando así una carrera eclesiástica
que le llevó a ejercer diversos cargos en tierras catalanas. Durante esa
etapa de su vida, pasó algunos años en La Seu d'Urgell, población muy próxima
a la frontera francesa, que entonces resultaba muy insegura y peligrosa. En
efecto, Cataluña padecía en aquel tiempo graves problemas de bandolerismo
que se veían agravados en las zonas fronterizas por la constante penetración
de bandas de gascones y de hugonotes que surgían de los desórdenes que
imperaban en el país vecino, produciendo en territorio catalán toda clase de
atropellos y extorsiones.
A José Calasanz le tocó vivir la
inseguridad y los peligros de aquellos tiempos acrecentados en La Seu d'Urgell
por la falta de obispo, ya que la diócesis permaneció vacante durante algún
tiempo. La falta de una autoridad fuerte, como la que ejercían entonces los
obispos, alentaba toda clase de desmanes. El cargo de secretario del Capítulo
catedralicio otorgaba a Calasanz grandes responsabilidades de gobierno que
quedaron reflejadas en diez cartas escritas al Virrey de Cataluña, en las que
le pedía ayuda urgente para resolver la angustiosa situación que se vivía
en aquélla comarca, donde los bandoleros robaban, extorsionaban y asesinaban
sin límites.
Su vinculación con las tierras de Lleida
se reforzó con el ejercicio de otros cargos, como el de visitador de Tremp,
población en la que había un convento de dominicos que enseñaban la lectura
y la escritura. Calasanz era entonces un hombre joven de gran estatura y de
gran fortaleza física. Esas condiciones naturales iban emparejadas con la
gran fuerza moral, intelectual y espiritual de que daría prueba durante toda
su vida. En la tenacidad con que Calasanz realizó su gran obra pedagógica
hay efectivamente algo de hercúleo, gigantesco, que sólo un hombre de sus
extraordinarias condiciones podía soportar.
La preocupación por los pobres y los
desfavorecidos ya se manifestó en sus años de juventud en España, cuando
creó una fundación en Claverol que todos los años distribuía alimentos a
los pobres de aquélla localidad. Esa fundación benéfica funcionó hasta
1883, es decir, casi dos siglos y medio. La gran preocupación social que
Calasanz demostraría después en su obra pedagógica tiene ese antecedente
revelador en plena juventud.
En 1592, cuando el futuro pedagogo tenía
35 años de edad, se traslada a Roma con el afán de hacer carrera eclesiástica.
Allí residiría la mayor parte de los 56 años que aún le quedaban de vida.
Durante esa larga estancia, sin perder sus raíces hispánicas , se convertirá
en un auténtico romano, plenamente identificado con la ciudad y con el país.
En 1597, conmovido por la pobreza y la
degradación moral en la que vivían numerosos niños romanos, funda en la
iglesia de Santa Dorotea del Trastévere la primera escuela pública, popular
y gratuita de la edad moderna de Europa, la primera Escuela Pía.
En 1600 introduce
la Escuela Pía en el interior de Roma, y poco
después tiene que hacer ampliaciones para poder
acoger a los numerosos alumnos que llegaban de
todas partes. En 1610 escribe el Documentum
Princeps, en el que expone los fundamentos de su
obra pedagógica. Este documento va acompañado de
un reglamento para maestros y de otro para
alumnos. En 1612 traslada la escuela a San Pantaleón,
que se convertirá en la casa matriz de las
Escuelas Pías.
Ese mismo año,
debido a la crisis interna que vive la obra y a
las intrigas y tensiones externas, Calasanz es
apresado brevemente e interrogado por la
Inquisición. El año siguiente, el anciano
pedagogo se ve inmerso en una lucha de intereses
políticos y de intrigas de personajes ambiciosos
que termina con la destitución del cargo de
General de la Orden que él había fundado,
cayendo en desgracia y siendo sustituido por uno
de sus detractores. Durante los años siguientes
continúa la desgracia de Calasanz y la
Congregación pierde categoría, hasta el punto de
que su obra de tantos años se ve en peligro de
hundimiento. En 1648, todavía en desgracia, muere
Calasanz casi a los 91años de edad, siendo
enterrado en San Pantaleón. Ocho años después
de su muerte, el Papa Alejandro VII rehabilita las
Escuelas Pías. En 1748, la Iglesia católica
beatifica a José Calasanz, que sería canonizado
19 años más tarde. Finalmente, el 13 de agosto
de 1948 el Papa Pío XII lo proclama patrono de
las Escuelas Populares Cristianas del mundo.
Actualmente, las Escuelas Pías están extendidas
por numerosos países de Europa, África, América
y Asia. |