Los Mejores Cuentos NORDICOS

 

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Los Mejores Cuentos NORDICOS

 

 

Narrado por DARA CRISTAL

 

Dibujos de HUMBERTO CAPUTI

 

 

Montevideo 971 - Ediciones TITO - Buenos Aires

Queda hecho el depósito que marca la ley 11723. Reservados todos los derechos.

Copyright by Ediciones Tito 1946 .

IMPRESO EN ARGENTINA PRINTED IN ARGENTINE

 

 

DISTRIBUIDORES EXCLUSIVOS

PARA MÉJICO Y CENTROAMÉRICA EXCEPTO CUBA

J. V. Mogollón y Compañía , Cartagena , Colombia

 

 

INDICE

 

 

Cristián el pescador................................................................ I

El príncipe dragón................................................................. II

Al este del Sol y al oeste de la Luna........................................ III

Las tres princesas de la montaña azul..................................... IV


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CRISTIAN EL PESCADOR

Aunque hay discrepancias respecto al país y a la época , todos saben que existió en estos mundos de Dios un pobre pescador que habitaba cerca del palacio real , al que surtía cotidianamente y con lo que lograba apenas atender a las necesidades de su casa.

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Un día que el cocinero del palacio le había hecho un buen encargo de pescado , la angustia del hombre era grande , pues a los peces no se les ocurría morder el anzuelo , y eso significaba el enojo del cocinero y el hambre de ellos.

Amargas reflexiones acudían a su mente , cuando una cabeza de largos cabellos verdosos y adornada con nenúfares emergió de las aguas , y le dijo :

- Pescador , bien veo tu desconsuelo , y si me prometes un regalo , recogerás más peces de los que te son necesarios.

- Acepto - contestó sin vacilar el desdichado.

- Dime lo que deseas.

- Quiero aquello que te mostrará tu esposa , al llegar a tu casa.

El hombre pensó que , probablemente , cuando lo viera , su mujer le llamaría la atención sobre algún objeto al que debía componer , o alguna gallina que había dejado de poner , y de buen grado cerró trato con el sujeto de la cabellera verde.

Volvió a echar las redes , y al segundo las encontró tan cargadas que casi no podía recogerlas.

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Loco de contento , entregó lo mejor en el palacio y vendió el resto , no sin reservar algo para su propia casa , a la que llegó cantando.

Se extrañó cuando su esposa , haciéndole una seña para que callara , lo tomó de la mano y , acercándolo a un canasto que había en un rincón , le mostró a un tierno niño que dormía.

El primer impulso del pescador fue de alegría. ¿ Había llegado por fin el hijo tan esperado ?

Pero , recordando casi simultáneamente el compromiso con el señor de las aguas , pensó , invadido por el pánico , en sus funestas consecuencias.

Como la mujer no cabía en sí de gozo , le pareció cruel plantearle la dura realidad , así que nada le dijo , y para desahogarse buscó a su amigo el cocinero , le contó su tristísima aventura y cómo se desesperaba al pensar que en cualquier momento el dios marino le reclamaría a su hijo.

El cocinero se lo contó al mucamo , y éste al peluquero , que en cuanto tuvo ocasión le llevó el cuento al propio Rey , creyendo distraerlo con tan extravagante historia.

Y he ahí que el Rey , conmovido , pensó en ocultar al niño , y llamando al pescador le indicó que trajera la criatura al palacio.

Cuando la madre se enteró de todo , sintió mucho tener que separarse de su hijo , pero la consoló la idea de verlo tan mimado y además fuera del alcance de quien alegaría derechos sobre él.

Corrieron los años , y el niño de antes , ya un hermoso joven , había conquistado el corazón del monarca , que tan bueno y despejado , lo quería entrañablemente. Pese a ello , un día el joven se plantó ante su protector y no sin cierta pena le dijo :

- Señor : estoy muy agradecido a todo cuanto habéis hecho por mí , pero mi padre es pescador y me roe el deseo de tener el mismo oficio.

Os ruego , pues , que me permitáis volver a la cabaña. Al pronto el Rey se quedó perplejo al ver que el joven renunciaba a las comodidades y demás halagos del palacio ; pero en seguida , considerando que iba a unirse a sus padres y que después de tantos años ya no corría peligro , le dió su consentimiento con estas palabras :

- Hijo mío , comprendo vuestro natural deseo y os dejaré ir , pero si algo os ocurre recordad que os amo bien y que nunca os hubiera dejado marchar por mi gusto.

Cristián , que así se llamaba el joven , agradeció tanta buenaventura , y días después , con una caña de pescar en la mano y sus ropas más sencillas por indumentaria , se encaminó a la añorada cabaña.

Grande fué la sorpresa de la madre al verlo entrar , y mayor al saber que quería ser pescador como su padre. Por un instante tuvo el presentimiento del peligro que corría , pero pudo más su alegría y desechó tristes presentimientos.

- Deseo saludar a mi padre cuanto antes - le dijo Cristián , y como ella le indicara que estaba a la orilla del río , dirigió hacia allí sus pasos.

El corazón le saltaba en el pecho al pensar que por fin realizaba su sueño. Cuando el pescador lo divisó , no podía creer a sus ojos , y menos aún que su mujer hubiera olvidado todo temor transportada por la dicha de tener junto a sí al hijo bienamado.

Volvieron a la cabaña , y al despuntar el alba , la hora propicia para la pesca , se encaminaron los dos hombres al río , y el padre empezó a adiestrar a su hijo en el oficio en que tan ducho era.

Nunca fué tan dichoso Cristián como ese largo día , oyendo el dulce murmullo del agua , a pleno aire , a pleno sol y aprendiendo el arte de manejar redes y anzuelos.

Y todo hubiera concluído bien de no advertir Cristián , ya terminada la tarea , y cuando se dirigían al hogar , que se habían olvidado de amarrar la barca.

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Sin escuchar los gritos de su padre , se alejó corriendo , y de un salto trepó a la embarcación , que ya marchaba a la deriva.

Dando un enérgico golpe de remo , trató de encallarla , pero en vano , y con asombro notó que una fuerza misteriosa la empujaba al medio del río. Insistió el joven , hasta que , comprendiendo que nada podía hacer , dejó los remos y esperó resignado lo que le deparase el destino.

El cielo se encapotó , y el viento implacable , amenazaba con hacer zozobrar el barquichuelo.

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A pesar de la oscuridad , Cristián trataba de orientarse , pero sólo veía cielo y agua , dándole la impresión de que la costa se hallaba cada vez más lejos.

De repente vislumbró un círculo luminoso que cortaba la negrura de las aguas , y como continuara mirando , distinguió claramente una cabeza de largos cabellos verdes , adornada con nenúfares.

Su asombro ya no tuvo límites cuando el extraño personaje exclamó :

- ¡ Hace años que os espero ! Vuestro padre no cumplió su promesa. Mas , ¡ ay ! , los hijos pagan las deudas de los padres - y sin más desapareció , dejando perplejo al joven.

Momentos después , no sabía si dormido o despierto , Cristián vió cosas sólo propias de la fantasmagoría de los sueños.

Primero un río como de plata. ¡ Y cuántos peces en él ! Peces que , al verse claramente a través de la transparencia de las aguas , prometían una pesca milagrosa. Pese a ello , prefería el río de su país , turbio y que apenas si daba para el sustento.

Luego era una barca : moderna , brillante , con los aparejos necesarios y capaz de desafiar las más enconadas tormentas.

Alguien desde la borda le sugería de la manera más insinuante :

- ¿ Por qué no te cambias ? Deja tu maltrecha barca , vente a ésta - y ponía ante sus ojos la escalerilla.

Pero Cristián , si bien admiraba con toda el alma la preciosa embarcación , prefirió quedarse en la suya , pese a que olía a pescado y estaba llena de grietas. ¡ Ya la restauraría más adelante !

Gracias al impulso de una suave brisa , llegó a una playa cuya arena parecía de oro. Más allá de la playa se divisaban árboles y verdes praderas salpicadas de flores. Los animales más hermosos pacían o retozaban en ellas , y bandadas de pájaros multicolores cruzaban en todas direcciones. El cielo era de un azul límpido , y magnificaba el paisaje una tenue y brillante niebla que envolvía los seres y las cosas en ese como efluvio de plata.

Y una voz murmuraba :

- Estás en el país de la abundancia y la alegría. Quédate en él. El Dios de las aguas reina aquí. Desde niño le perteneces , pero eres un hombre , y todo su poder se estrella contra tu voluntad.

Quédate y verás. Olvidarás a tus padres , olvidarás a tu patria , olvidarás el trabajo , y serás libre y feliz.

Cristián tuvo la tentación de ceder a la voz que así lo reclamaba , pero al punto reaccionó.

Despertando del sueño que tuviera dormido o despierto , expresó bien claro su humilde pero firme deseo : su madre , su padre , su cabaña y su río.

Esta vez los remos lo obedecieron , y llego sin tropiezos al embarcadero. Después de amarrar bien la barca , corrió a refugiarse en ese nido de ternuras que es el hogar.

Sus padres nunca supieron que Cristián , venciendo con sus buenos sentimientos a la ambición que pudiera haber en él , había derrotado al Dios de las Aguas.

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El PRINCIPE DRAGON

En un maravilloso país de leyenda , hace muchos años , tantos que ya se perdió la cuenta , vivía un rey que tenía por esposa a una reina bella y buena ; pero no eran dichosos porque no tenían hijos.

Un día en que la Reina se paseaba sola y pensativa por los jardines del palacio , encontró a una anciana , la que observando su tristeza le preguntó qué pena la afligía.

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- Es inútil decirlo , buena mujer. Nadie puede poner remedio a mi mal - contestó suspirando la Reina.

- ¿ Quién sabe , mi bella señora ? Contadme lo que os sucede y os ayudaré.

- Sabed , pues - dijo la Reina - , que el Rey y yo no tenemos descendencia , y eso causa nuestra desventura.

- Puedo complaceros - dijo la extraña mujer - , pero para ello debéis hacer todo cuanto os diga.

- Y como la soberana así lo prometiera , agregó - : Esta tarde , a la puesta del sol , a la hora en que se cierran los lirios en la pradera , tomaréis una copa de dos asas e iréis a enterrarla , lo más hondo que podáis , en el extremo noroeste de vuestro jardín.

Mañana , cuando los primeros rayos del sol despierten a las flores , destaparéis la copa.

Encontraréis en ella dos rosas. Una roja como la sangre , otra blanca como la nieve.

Debéis comer de una ellas. Si elegís la roja tendréis un hijo ; si preferís la blanca nacerá una hija.

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Pero os advierto : ¡ no comaís de las dos ! ¡ Os arrepentiríais luego !

Y antes de que la Reina pudiera darle las gracias , la mujer desapareció.

Apenas llegada al palacio , buscó la Reina una copa de dos asas , y cuando el sol se ponía realizó punto por punto cuanto se le indicara.

A la mañana siguiente , apenas la luz del día se filtró por las ventanas de su cuarto , corrió al jardín y desenterró la copa , encontrando en ella dos rosas , una roja y otra blanca , tan frescas y bellas que causaron su admiración.

Indecisa ante la elección , dudaba si preferir tener un hijo o una hija. ¿ Cuál de ellos le causaría mayores satisfacciones ?

Y como las dos rosas eran apetitosas... comió de las dos. Pasó un tiempo. El Rey partió para la guerra , y durante su ausencia nacieron dos niños , sanos y hermosos. No había tenido tiempo la Reina de mostrar su satisfacción , cuando desapareció misteriosamente uno de ellos.

Y fueron infructuosos los esfuerzos por saber de él , de tal manera que acabó por pensar que había tenido un sueño y que sólo un niño había nacido.

Volvió el Rey de la guerra , y se sintió dichoso al encontrar el heredero esperado. Su reino parecía el reino de la felicidad. Pero los años pasaron , y llegó el momento en que el Príncipe debía casarse , y se dispuso a visitar los países vecinos en procura de alguna bella princesa que lo quisiera.

El Rey equipó magníficamente a su hijo , y una hermosa mañana éste se puso en viaje acompañado de sus caballeros.

Poco habían andado , y todo hacía prever un feliz viaje , cuando en el camino ancho y despejado de ese lugar se les cruzó un enorme dragón , cuyo silbido hizo encabritar los caballos.

Dirigiéndose al Príncipe , gritó con furia creciente :

- ¡ La novia para mí , no para vos !

Trató la comitiva de desviarse , pero en vano. El dragón aparecía en todas las sendas que tomaban.

Desconcertado , el Príncipe dió orden de regresar al palacio.

Pasó un tiempo , y ya casi olvidada la aventura , volvió el Príncipe a preparar su viaje , seguro de poderlo realizar.

Estaban ya lejos y libres de todo temor cuando el dragón , exactamente como la vez anterior , obstruyó el camino con su enorme cuerpo , gritando con destemplada voz :

- ¡ La novia para mí , no para vos !

Y como fuera imposible defenderse del autoritario animal , el Príncipe , despechado y con lágrimas en los ojos , tuvo que volverse a su palacio , donde contó a sus padres la repetición de la escena del dragón. Todos manifestaron su extrañeza ante semejante suceso.

La Reina recordó entonces el nacimiento del Príncipe , y cómo había desaparecido otro que ella creyó ver.

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Recordó también que había comido de las dos rosas , contra la expresa voluntad del hada que la ayudara , por lo que le expresó a su hijo :

- Estoy convencida de que ese dragón es tu hermano , y es justo que sea el primero al que se le busque esposa , pues es el mayor.

El Rey era de la misma opinión , pero se decía con angustia quién iba a dar su hija para esposa de un dragón , y que niña aceptaría tal destino.

Pero , como algo había que intentar , encargó a su canciller que solicitara una princesa de un reino vecino para su hijo , sin decir cuál de los dos.

Como el reino de nuestro cuento era muy bien visto por sus justas leyes y la bondad de sus soberanos , la contestación del Rey vecino fué muy cortés , y aceptaba por yerno al príncipe que le indicaban.

Dieron comienzo en ambos reinos los preparativos de la boda , y ya todo listo se embarcó la Princesa , que fué recibida con todos los honores por los reyes , quienes la esperaban en la escalinata del palacio.

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La Princesa , halagada por tantos agasajos , disimuló su extrañeza por la ausencia del novio , y quizá pensó que era una costumbre del país de su futuro esposo.

Pasaron los días , y llegó el tan esperado y temido por los reyes en que se realizaría el enlace.

Miles de luces iluminaban el salón dispuesto para el banquete , y la mesa desbordaba de manjares deliciosos.

Los reyes ocupaban altos sitiales , y frente a ellos otros más pequeños estaban destinados a los novios.

La joven Princesa estaba bellísima con las mejillas como dos amapolas y el cabello del color de las espigas del trigo maduro , que el traje blanco hacía resaltar.

Tomó asiento rodeada de sus damas , y acongojada notó que el sitio de su esposo estaba vacío.

" ¿ Cuándo se mostrará por fin el Príncipe ? " , pensó.

Trató de sobreponerse , y comió y bebió bastante serena. Por fin terminó el banquete , y los reyes , procurando disimular su turbación frente a los cortesanos , condujeron a la niña al aposento que se le destinara , y sin contestar a su muda interrogación le desearon buenas noches y se retiraron.

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Poco o nada durmieron los reyes esa noche , ansiosos por la suerte de la princesa , a quien presumían en compañía del dragón , que al fin se habría presentado ante su novia.

Apuntaba la aurora cuando con sigilo se encaminaron al cuarto de los desposados , cuya puerta abierta de par en par dejaba ver las camas intactas.

¿ Qué había hecho el dragón de la joven ? ¿ La habría devorado ?

Porque si bien era un Príncipe , también era una terrible fiera.

Pasaron los días , y como el misterio no se aclarara , el Príncipe rubio , esperando que su hermano se contentara con la esposa que se había llevado , hizo atar la carroza de las grandes ocaciones , y con su comitiva salió a correr mundo en procura de una princesa digna de ser su esposa.

Mucho habían andado , ya vislumbraban las luces de una ciudad extranjera , cuando el dragón , tan furioso e intratable como siempre , les impidió continuar el viaje.

Cuando el Rey se enteró de lo sucedido , en la creencia de que la novia dada al dragón no había sido de su gusto , y resuelto a conseguir la tranquilidad de su segundo hijo , se dirigió a uno de los jardineros del palacio , cuya hija tenía fama de hermosa y discreta , y haciéndole toda clase de promesas y desoyendo las protestas del hombre , se llevó a la joven al palacio.

Estaba ésta hilando , y sus lágrimas caían sobre la rueca.

Temblaba la pobre muchacha al pensar en la suerte que el destino le reservaba , cuando se le apareció una extraña anciana , que le dijo :

- Comprendo vuestro temor , pero nada malo os pasará.

La indiscreción de una mujer sumió a un príncipe en la desgracia ; la discreción y el valor de otra lo salvará. Escuchad mis instrucciones : El día de la boda , un momento antes del banquete , dirigíos al jardín y pedid que os dejen sola. Lo harán , pues nada se le puede negar a una futura esposa.

- Y continuó - : En el más apartado rincón , el que da al Noroeste , encontraréis un rosal , y en ese rosal dos rosas. Una roja como la sangre , otra blanca como la nieve. Cortadlas , y con precaución escondedlas entre vuestras ropas. Cuando , terminadas las ceremonias , os encontréis sola en vuestro cuarto , se os aparecerá el dragón. Afrontadlo con valor , pues a nada teme tanto éste como a las dulces palabras de una niña. Sólo ellas tienen poder sobre él. Cuando notéis que aprecia vuestra compañía , acercaos con las rosas , y muy suavemente dadle a aspirar su perfume. Luego hacedle admirar su color , y por fin , cuando comprendáis que ya nada puede negaros , pedidle que coma aunque sea sólo un pétalo de cada una de ellas. Seguid mis instrucciones , y no os arrepentiréis de ello.

Y la anciana , la buena hada que había perdonado , desapareció , dejando a la joven llena de esperanza.

Y todo debió suceder como lo anunciara la vieja , pues el nuevo día iluminó a un príncipe al que un encantamiento convirtió en dragón y a una buena joven que lo salvó ; a una bellísima princesa a quien se dió por muerta y que sonreía al Príncipe rubio que por fin tenía novia , y a unos reyes ya viejos que los miraban satisfechos y dichosos.

Cuentan que en ese reino los hombres son felices , y que hay muchos jardines , y en los jardines rosales que dan flores rojas como la sangre , unos , y blancas como la nieve , otros.

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AL ESTE DEL SOL Y AL OESTE DE LA LUNA

Moría la tarde de un día jueves , a fines del invierno.

El viento soplaba con furia y la lluvia repiqueteaba en los vidrios de las ventanas de la choza.

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El pescador y su esposa , rodeados de sus hijos , se lamentaban de su pobreza al calor de los leños que ardían en el hogar. El reflejo de las llamas iluminaba a la menor de las niñas , prestándole un aspecto sobrenatural. Serían las siete y ya la tormenta se calmaba , cuando se oyeron tres fuertes golpes a la puerta.

Se levantó el padre , arrojó la red que componía y se dirigió a abrir. Apenas lo hizo , apareció en el vano un gran oso blanco , que dijo :

- Buenas tardes.

- Buenas tardes - respondió el pescador -. ¿ Qué se os ofrece ?

- Deseo por esposa a vuestra hija menor. Si consiente en seguirme , os haré tan ricos como pobre sois ahora.

El hombre , que era prudente y deseaba consultar a la niña antes de decidir nada a su respecto , contestó :

- Volved el próximo jueves y os daré mi respuesta.

Desapareció el oso , y en los días que siguieron el padre trató de convencer a la requerida de la conveniencia de aceptar la extraña propuesta.

El próximo jueves , a la misma hora , estando la familia reunida , se volvieron a oír los tres golpes.

La atención de todos se dirigió a Ingrid , la hermana menor , que , peinada y con sus ropitas en un atado , parecía esperar la llegada del animal.

Al abrirse la puerta apareció el oso.

Puso la pata en el umbral , y al fijar la mirada en Ingrid comprendió que se accedía a su pedido.

Hizo una señal ; la niña montó resueltamente sobre el lomo de la bestia m y ésta emprendió la carrera con su adorable carga.

La nieve que caía borraba las huellas del animal , haciendo imposible conocer la ruta que seguía.

Anduvieron hasta caer la noche , pero el camino estaba siempre claro para ellos.

Por fin llegaron a una altísima montaña a cuyo pie se detuvo el oso. Depositó en el suelo a la niña y golpeo en cierto lugar de una manera ya convenida.

Inmediatamente se abrió un hueco en la roca , y por ella penetró el oso seguido de Ingrid.

Se encontraron en un magnífico palacio , en uno de cuyos salones vieron una mesa cubierta por blanco mantel y rebosante de exquisitos manjares.

Tras invitarla a servirse , el oso se dispuso a partir ; pero antes le entregó una campanilla de plata , recomendándole que la agitara cada vez que necesitara algo. Dicho lo cual , desapareció.

La joven comió y bebió , y como luego sintiera ganas de dormir , agitó la campanilla.

Inmediatamente manos invisibles la transportaron a otro cuarto , donde la acostaron en una blanca y mullida cama.

Se apagó la luz , y ya los ojos de Ingrid se cerraban cuando oyó leves rumores , lo que no le impidió , debido al cansancio , quedarse dormida.

Pasaron varios días y varias noches.

La pobre niña estaba triste. No podía olvidar la casita de sus padres.

Y parece ser que el oso advirtió esto , pues una mañana radiante de sol se presentó y dijo :

- Si lo deseáis , os llevaré a visitar a vuestros padres.

Aceptó la niña , y muy alegre se disponía a trepar al lomo del animal , cuando éste le habló así :

- Querida Ingrid , es mi deseo que seáis feliz entre los vuestros , pero prometedme dominar la ambición de saber.

Vuestra felicidad y la mía dependen de ello.

La niña prometió ser prudente , y el oso partió a la carrera.

Pasaron la región de los bosques , después la de las nieves , hasta que por fin llegaron a un paraje delicioso , una loma cubierta de césped salpicado de flores , con árboles que daban sombra a una casa de madera de todos colores.

- Os dejo en la casa de vuestros padres - dijo el oso -.

Volveré a buscaros. No olvidéis vuestra promesa.

- No la olvidaré - aseguró Ingrid.

La alegría de la familia fué tan grande como la de la niña , que recorría embelesada los aposentos.

- Esta era tu cama , Ingrid - dijo la madre -. Y ésa la velita que encendías para desnudarte.

La miró la niña , e instantáneamente una idea se apoderó de ella : " ¿ Si me la llevara ?... "

Su luz era pequeña. Quizá podría prenderla y , sin ser notada , observar su cuarto por la noche.

Y pensando así la tomó y escondió entre sus ropas.

Volvió el oso , y tras invitarla a despedirse , emprendieron el regreso.

Como la otra vez , no quedaban huellas en el camino por donde pasaban.

Mientras andaban , preguntó el oso :

- ¿ Cumplisteis vuestra promesa ?

- Sí , la he cumplido - respondió la joven dándose valor.

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Llegaron al castillo , y cuando fué de noche , la curiosidad dominó a la niña.

Quería saber a toda costa.

Como todas las noches , se oyeron unos rumores.

Cuando cesaron , Ingrid prendió la vela.

Se levantó , y con precaución inspeccionó el cuarto.

Vió un lecho bajo , tan cómodo como el suyo , y reclinado en él a un hermoso príncipe ricamente vestido , que con la espada al costado dormía plácidamente.

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La joven , sorprendida y emocionada , se acercó tanto que el joven se despertó , y con voz lastimera dijo :

- ¿ Qué habéis hecho , niña imprudente ?

¡ Ahora , por vuestra impaciencia , seremos desgraciados los dos !

Sabed , pues , que una perversa princesa muy poderosa me ha encantado.

Por eso soy de día un oso y un hombre por las noches.

Había conseguido poder cuidaros hasta que se cumpliera mi destino y fuera dueño de casarme , pero ahora todo ha terminado entre nosotros. Debo abandonaros y reunirme con la fea princesa de nariz larga que vive en un castillo situado al este del Sol y al oeste de la Luna , castillo más inaccesible aún que éste.

Ingrid lloró y gimió , pero en vano.

El destino inexorable debía cumplirse.

Al otro día , cuando despertó , el Príncipe y su palacio habían desaparecido.

La luz del sol apenas llegaba a ella , y notó que se encontraba en medio de un bosque tupido y obscuro. El hatillo que trajera de casa de su padre se encontraba a su lado.

Creyéndose víctima de un mal sueño , la niña se frotó los ojos.

Luego , ante la triste realidad , lloró largo rato ; pero el deseo de encontrar al Príncipe le dió fuerzas , y animosamente se puso en marcha.

Caminó días y días , cruzando sombríos parajes , hasta que en uno más feo y triste que los otros vió a una extraña anciana que , sentada en una roca , jugaba con una manzana de oro que tenía en las manos.

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Se acercó a ella la niña , y después de saludarla le preguntó tímidamente si conocía el camino que conducía al castillo que ésta al este del Sol y al oeste de la Luna.

- No - respondió la vieja , que a todas luces era una hechicera -. ¡ Nadie la sabe ! Pronto , tarde o nunca encontraréis el camino de la ilusión. - Luego , conmovida , al parecer , por la inocencia de la niña , agregó - : Si queréis , os puedo prestar mi caballo , que os llevará a ver al Viento Este.

Quizá él os dé las señas que buscáis. Unicamente os pido que cuando lleguéis a destino , deis al caballo un golpecito bajo la oreja izquierda , con una varita de avellano ; sólo encontrará el camino de vuelta. Además , como me gustáis , os regalo esta manzana de oro , que creo os servirá.

Comprendió Ingrid que la anciana era una hada. Así que tomando la manzana montó a caballo , y éste partió a la carrera. Anduvieron mucho tiempo , y por fin llegaron a una cueva sombría , morada del Viento Este.

Se acercó la niña , y suavemente preguntó al Viento Este si podía indicarle el camino que está al este del Sol y al oeste de la Luna.

- He oído hablar de ello - dijo el Viento - , pero nunca fuí tan lejos. Si os colocáis entre mis alas os conduciré hasta la morada de mi hermano , el Viento Oeste ; quizá él ayudaros.

Despidió Ingrid al caballo , y con el regalo de la hechicera se instaló en la extraña cabalgadura.

Os podéis imaginar la rapidez de la marcha.

Al llegar a la vivienda del Viento Oeste , el Viento Este se adelantó hacia su hermano y le explicó lo que la joven esperaba de él.

- Ignoro ese camino - contestó - , pero puede ser que nuestro hermano el Viento Sur , que ha llegado a lejanísimas comarcas , lo conozca.

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Partieron , y volando a increíble altura llegaron a presencia del Viento Sur , quien tampoco conocía el camino que lleva al castillo que está al este del Sol y al oeste de la Luna.

Siguieron , pues , volando hasta la guarida del Viento Norte.

Era éste el más poderoso de los cuatro vientos , y sobrecogió a la niña su terrible aspecto.

Tratando de suavizar el rugido de su voz , dijo a Ingrid :

- Sé dónde queda ese país , y si la idea de viajar conmigo no os desagrada demasiado , trataré de llevaros a tan remotos lugares.

Como la marcha será larga , es prudente pasar la noche en mi cueva ; partiremos mañana temprano.

Era ésta otra prueba cruel para la niña , pero su amor le dió valor , y aceptó agradecida cuanto propuso el Viento Norte.

A la mañana siguiente , cuando al esfumarse la neblina dejó ver las copas de los árboles y el lejano contorno del mar , el Viento Norte despertó a la joven ; luego , tomando aliento , se agitó y se infló tanto , que rápidamente adquirió un cuerpo monstruoso , cuya sombra cubría todo el país.

Por último , el terrible Boreal levantó a Ingrid en sus alas , y juntos partieron a vertiginosa velocidad.

A veces el Viento Norte daba un fortísimo envión , y con la soberana majestad del águila se perdía en el cenit ; pero otras , como pato herido , se inclinaba hasta tocar las aguas.

Por fin , a fuerza de saltos sobre reinos y zancadas sobre el océano , presintieron que se acercaban al ansiado lugar.

El Viento Norte conoció , por algunas algas gigantes que boyaban sobre las aguas , que la tierra estaba próxima ; hizo un último y poderoso esfuerzo , y segundos después depositó a la niña en la dorada arena de la playa , frente mismo al castillo que queda al este del Sol y al oeste de la Luna.

Deshecha de fatiga , se durmió Ingrid con profundo sueño , para despertar en el gran día.

Apuntaba el alba cuando , al abrir los ojos , vió que el Viento Norte había desaparecido.

Una inmensa calma había sucedido a la borrasca ; aparecía un sol esplendoroso y miles de pájaros revoloteaban sobre el mar.

La joven se sintió tan alegre y reconfortada , que se puso a jugar con la manzana de oro.

Al instante se abrió una ventana del castillo , por donde apareció la cabeza de una fea princesa de nariz muy larga.

En cuanto vió la manzana de oro , deseó poseerla , y le preguntó :

- Niña , ¿ queréis venderme esa manzana de oro ?

- ¡ No se vende , ni por oro ni por plata ! - contestó astutamente Ingrid.

- Pues - entonces , ¿ cuál es su precio ? - insistió la Princesa.

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- Señora mía , os daré mi manzana al salir de este castillo si me permitís pasar la noche y ver al Príncipe que mora en él.

Refunfuño la Princesa ; pero , como su deseo era vehemente , asintió :

- Aceptado. ¡ Entrad !

La puerta se abrió de par en par e Ingrid penetró en el maravilloso recinto.

En uno de los salones encontró al Príncipe , profundamente dormido.

- Os dejo - dijo la Princesa , sonriendo con malevolencia al notar el desconsuelo de la niña.

Una vez sola ; trató Ingrid de despertar al Príncipe de su largo y pesado sueño.

Bañada en lágrimas , desconcertada , se puso a jugar la niña con la manzana de oro , recordando al hada bondadosa que se la diera.

Entonces , como respondiendo a una señal , tembló al castillo entero , crujieron sus maderas , retumbó un trueno , el encanto quedó roto y el Príncipe abrió los ojos asombrado y feliz.

- Querida niña - dijo a Ingrid - , el camino de la ilusión sólo lo encuentran los que saben ser fieles y valientes. Ahora , gracias a ti nada se opone a nuestra dicha.

Abandonaron el castillo , donde el Príncipe había sufrido tanto y donde sólo pudo escapar en forma de oso , y se fueron a vivir lejos , muy lejos , a un país verde y bello , donde encontraron una casa de madera de todos colores , que era la de los padres de Ingrid.

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LAS TRES PRINCESAS DE LA MONTAÑA AZUL

En un lugar muy remoto y en tiempos más remotos aún , había un rey y una reina que vivían desconsolados por no tener descendencia. Un día en que desde la terraza de su palacio el Rey contemplaba melancólicamente las verdes praderas de su imperio , acertó a pasar una viejita mendiga , que acercándose con cautela le pidió una limosna. Dióle el Rey una moneda de oro , lo que provocó el agradecimiento de la anciana , que , observando su aire preocupado , le preguntó qué pena lo afligía.

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- ¿ Para qué quieres saberlo ? - respondió el Rey -. Nada puedes hacer por remediar mi tristeza.

- ¡ Quién sabe ! - contestó la mendiga -. Basta a veces un gesto para atraer la buena suerte.

- Y agregó - :

Adivino que Vuestra Majestad está triste porque no tiene un heredero a quien dejar su reino.

Pero yo le digo que no hay razón para desesperar. - Y como el Rey la mirara con sorpresa , la vieja aseguró - :

La Reina tendrá tres hijas. Las tres serán bellas y buenas.

Pero si antes de cumplir los quince años salen del castillo , un torbellino de nieve las arrebatará y arrastrará al país de donde no se vuelve.

Dicho lo cual , desapareció , y el Rey se quedo preguntándose , entre alegre e inquieto , si sería una hada la anciana que con tanto aplomo le predecía el porvenir.

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La predicción , sin embargo , resultó cierta , pues ese mismo año la Reina tuvo una niñita.

Al año siguiente nació otra , y el próximo una tercera.

El Rey era feliz , pero el augurio de la mendiga estaba siempre presente en su espíritu , y para evitar todo peligro a las princesitas se habían dado órdenes severas prohibiendo que salieran , y en la puerta del palacio un soldado respondía de ello con su vida.

Las niñas eran obedientes y juiciosas , aunque a duras penas soportaban dicha consigna , que les parecía demasiado cruel.

Así marchaban las cosas cuando un día de primavera el Rey y la Reina debieron salir para recibir a un príncipe extranjero.

Las tres desdichadas jóvenes vieron partir las carrozas y oyeron por largo rato los pífanos y tambores del cortejo , que se alejaba en la felicidad del luminoso día.

La tentación fué tan grande que las niñas decidieron conmover al soldado e inducirlo a que les abriera la puerta , a fin de poder salir un momento.

Tanto lloraron y gimieron que por fin el hombre , enternecido , consintió en dejarlas pasar , pero con la condición de que estarían en el jardín sólo un momento.

Así lo prometieron , asegurándole que era imposible que nevara en un día de primavera tan hermoso.

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Levantó el soldado la alabarda , y las tres niñas , tomadas de la mano , se precipitaron al jardín resueltas a divertirse a gusto.

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Pisaban el césped con sus piececitos , y ligeras y alegres como pájaros saltaban de aquí para allí cortando flores al pasar.

Cuando advirtieron las señas del soldado pidiéndoles que entraran y se disponían a hacerlo , por desgracia vieron una rosa tan espléndida que se distrajeron. En el preciso momento en que , alborozadas , se disponían a cortarla , el cielo se obscureció de repente , empezó a soplar el viento y se desencadenó una tormenta de nieve.

Trataron de correr , a tiempo que una plegaria acudía a sus labios ; pero era tarde , y el soldado vió espantado cómo eran levantadas por remolino y desaparecían entre los blancos copos esas tiernas rositas víctimas del vendaval.

Es de imaginar la consternación de los reyes al llegar al castillo. La Reina lloraba sin consuelo , y el Rey hizo anunciar desde el púlpito que aquel que le devolviera a sus hijas sería dueño de la mitad del reino y podría casarse con una de ellas.

Llegaban los caballeros tentados por la recompensa , mas se iban y no volvían , tras haber fracasado en la empresa.

Cuando ya se perdía toda esperanza , se presentaron un capitán y un teniente , que dijeron estaban dispuestos a tentar la aventura.

Inspiraron confianza al Rey , que los equipó magníficamente y despidiólos con toda clase de recomendaciones.

Acababan de irse cuando llegó un soldado raso , quien le contó al Rey el extraño sueño que había tenido tres noches seguidas.

- He visto en sueños a tres reinas que hilaban en ruecas de oro y me pedían que buscara a las princesas.

Este joven se llamaba Osvaldo.

El atribulado padre no dudó de la intervención de las hadas , las divinas hilanderas , y la fe renació en su corazón.

Osvaldo nada pedía , y se contentó con agua y algunos víveres para los primeros días.

Tocado con un gorro de piel y un grueso bastón en la mano , se despidió del Rey , que le deseó buen viaje y buena suerte.

Llevaba Osvaldo todo un día de marcha cuando se encontró con el capitán y el teniente , muy bien montados. Saludó el soldado , y el capitán , después de contestarle , le preguntó adónde se dirigía.

- Voy en busca de las princesas que arrebató el huracán.

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- Entonces podemos seguir juntos , pues si nosotros no encontramos a las princesas , menos las encontraréis vos - dijo el oficial.

Como Osvaldo era un espíritu simple y respetuoso de la disciplina , se sometió a lo que más que una proposición era una orden.

A poco andar llegaron a un sitio en que se bifurcaban los caminos , y los caballeros fueron de opinión de continuar por el que parecía mejor , pero el soldado trató de inducirlos a seguir el que menos halagos ofrecía.

Puso tanto fervor en sus palabras que los otros accedieron a complacerlo , aunque debieron bajar de sus cabalgaduras , tan tortuoso y lleno de escollos aparecía.

Por fin llegaron a un río. Dirigiéronse a un puente colgante para tratar de ganar la otra orilla , pero lo encontraron custodiado por un gran oso , tan feroz que amenazaba devorarlos.

- ¡ Ved adónde nos habéis conducido ! - dijo el capitán , aterrado.

Osvaldo , sin inmutarse , abrió la mochila , sacó de ella un trozo de ciervo y se lo arrojó a la fiera.

Se lanzó ésta sobre la presa , franqueando así la entrada del puente , por el que pasaron los tres hombres.

Continuaron avanzando por un camino bordeado de árboles que los condujo a la entrada de una casa tan hermosa como extraña , ya que si bien la puerta estaba abierta nadie parecía vivir en ella , pues no había fuego en la cocina ni manjares ni bebidas sobre la mesa , a pesar de hallarse perfectamente tendida.

Por suerte , al soldado le quedaban aún ciertas provisiones , con las que aplacaron su gran hambre y sed. Luego acostáronse en cómodas camas y se quedaron profundamente dormidos.

Al otro día , como nadie apareciera , el soldado y el teniente resolvieron cazar algo , mientras el capitán montaba guardia en la casa.

Como se dijo se hizo. Pero cuando , ya de regreso , los cazadores se preparaban a saborear las numerosas piezas cobradas , como no encontraron al capitán , a quien llamaban alegremente , les asaltó la sospecha de que algo había ocurrido. Y la sospecha se confirmó al encontrar al capitán caído y con la cara cubierta de sangre.

Vuelto en sí por los cuidados de sus compañeros , les contó que un perverso hombrecillo , medio jorobado , se le había acercado para pedirle una limosna , y luego , aprovechando de su distracción al buscar una moneda , lo golpeó sin , misericordia.

Tamaña felonía indignó al soldado , que anunció :

- ¡ Mañana seré yo quien se quede , y el maldito enano llevará su merecido !

Al día siguiente salieron a cazar el capitán y el teniente , recomendando al soldado que se cuidara.

En cuanto Osvaldo quedó solo , apareció renqueando el personaje.

Saludó al soldado y le pidió una limosna , desviando hipócritamente su aviesa mirada.

- No tengo dinero , buen hombre - contestó Osvaldo - ; pero - agregó - os invito a comer conmigo esta yunta de faisanes. Mientras lo pelo , podríais ayudarme trayéndome un poco de leña para asarlos.

Os mostraré dónde está y cómo se la corta.

Condujo al viejo al cobertizo , tomó una hacha que allí había y con un golpe en un grueso leño hizo una muesca en la que metió una cuña.

- Inclinaos bien - dijo - , para ver cómo debéis hacer.

Obedeció el enano rezongando un poco , aunque sin desconfiar.

Cuando Osvaldo vió que su larga barba entraba en la incisión , retiró la cuña , y el brujo quedó sujeto al leño.

- Y ahora - lo intimó , amenazándolo con el hacha - me diréis dónde están las princesas a las que llevó el torbellino de nieve.

El viejo , muerto de miedo , se apresuró a contestar.

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- Mirando al Este , encontraréis una altísima montaña , tan azul que parece tallada en zafiro.

Subid a la cumbre , hasta llegar a un cuadrado de verde césped en cuyo centro hay una losa.

Levantadla y veréis la boca del abismo. Debéis descender , y en sus profundidades encontraréis el sitio donde se hallan las princesas. Os advierto que no creo que podáis soportar las pruebas del agua y del fuego por las que tendréis que pasar. Y ahora , soltadme , ¡ por favor !

Satisfecho , el valiente joven dejó en libertad al enano , que huyó dando alaridos.

Cuando el capitán y el teniente se enteraron del éxito del soldado , lo felicitaron calurosamente , y de común acuerdo se dirigieron en busca de la montaña , no sin antes recoger un gran cesto lleno de cuerdas que encontraron en la cocina.

Vieron la montaña , cuyo brillo casi los cegaba ; se acercaron a ella y trataron de orientarse para escalarla.

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Lo consiguieron con bastante trabajo , pero sin perder su optimismo , y por fin se encontraron en la cúspide , en donde , en medio de un cuadrado de césped , vieron la losa.

La retiraron , y a sus ojos apareció la aterradora boca del precipicio.

Osvaldo , a quien las hadas habían protegido de inequívoca manera , reclamó para sí el derecho de realizar la peligrosa hazaña , por lo que dijo a sus compañeros , avergonzados :

- ¡ Ya os tocará el turno , si no vuelvo !

Prepararon el cesto atándole las cuerdas , y el soldado se metió resueltamente en él , recomendando a sus compañeros que lo izaran rápidamente si veían agitarse la soga.

Todavía lejos del fondo , lo empapó una lluvia helada que hizo tiritar , y casi sin transición fué abrasado por una bocanada de aire tan caliente que se diría estaba en la boca de un horno.

De repente un golpe contra el suelo le hizo comprender que tocaba fondo.

Lo rodeaba profunda obscuridad , y sólo un pálido resplandor se vislumbraba a lo lejos.

Bajó como pudo del cesto y caminó a tientas hacia aquel resplandor que cada vez parecía alejarse más.

Siguiendo el túnel , encontró una abertura en la roca , y entonces fué como asistir al nacimiento del mundo. El país que se extendía a su vista era de una belleza inefable.

Los rayos del sol y la niebla que se levantaba de los valles pintaban el paisaje con toda la gama de los azules , pasando del tenue azul del pecho de la paloma al intenso azul de la cola del pavo real.

¡ Y eran azules las aves y las nubes del cielo ! Y la montaña resplandecía como tallada en turquesa y lapislázuli.

En sinfonía en azul aparecieron las princesas , que corrieron hacia él y le contaron que habían tenido un sueño tres noches seguidas.

Habían visto tres reinas hilando en sus rueca de oro , que enviaban un soldado con el uniforme de su país a que las rescatara.

Ese soldado había vencido en la casa del bosque al enano de la montaña azul , que por ello había perdido su poder , y furioso había huído.

- Te rogamos que nos lleves a nuestra casa - le dijeron.

Una vez más el valiente soldado debió vencerse. Y esta vez fué para librarse de la seducción del país de la montaña azul , del maravilloso país que ocultaba con su belleza las malas artes del enano de la montaña.

Se acercaron a la boca del antro , y por turno fueron izados en el canasto por el capitán y el teniente , que los felicitaban.

Emprendieron el viaje de regreso , y una vez en su patria , con el feliz consentimiento de los reyes , las princesas tomaron por esposos al capitán , al teniente y al soldado , a quien las hadas habían otorgado los dones del valor , la lealtad y la modestia.

Cuéntase que fueron muy felices , tuvieron muchos hijos y vivieron largos años ; pero el soldado a veces suspiraba recordando el maravilloso país de la montaña azul.

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Se termino de imprimir el 12 de setiembre de 1946 , en los Talleres PEUSER S.A., Buenos Aires