Busich Escobar, Ismael
Buenos Aires, la gran provincia: 1880-1930


CAPITULO XXI

D. Marcelino Ugarte

1914-1917

 

Sumario. - Un triunfo electoral descontado. - Juramento del señor Ugarte. - Programa de acción gubernativa. - Vistas del nuevo gobernador hacia otro plano de la política nacional. - Los ministros. -Fomento de la agricultura. - Distribución de semillas a los colonos. - El censo nacional de 1.914. - Aporte de Buenos Aires al cuadro de los progresos nacionales. - La guerra mundial. - Muerte del presidente Sáenz Peña. - Una preocupación absorbente del señor Ugarte: la futura presidencia. - Exaltación del doctor Irigoyen. - Rumores de intervención a la provincia. - La amenaza se cumple. - Decreto del 24: de abril de 1917. - Fundamento de la intervención. - Altiva protesta del gobernador Ugarte. - Llegada del interventor con la fuerza pública. - Apelación ante el Congreso y ante la opinión.


Ya hemos visto en el capítulo anterior que, a las elecciones para la renovación del Poder Ejecutivo de la provincia por el período 1914-1918, se abstuvo de concurrir con candidatos propios el partido Radical, con lo que queda dicho que el partido Conservador, imperante entonces en la provincia, pudo imponer fácilmente sus candidatos, pues no tuvo como adversario sino al partido Socialista, de escaso aporte electoral. Sostenían los conservadores la candidatura de don Marcelino Ugarte para la gobernación, y la del señor Vicente R. Peralta Alvear para la vice, y los socialistas al doctor Alfredo L. Palacios y Alfredo J. Torcelli, respectivamente. Reunido el colegio electoral, fue proclamada la fórmula conservadora por 87 votos contra 7 que obtuvo la socialista.

El señor Ugarte entró a ejercer el gobierno el 1° de mayo de 1914, y al prestar juramento declaró que su acción habría de someterse a las presiones del ambiente, que exigían orden en la administración, economía en los gastos, justicia en la forma, e intensidad en el impuesto.

 

“La ausencia del régimen en la vida individual y colectiva - dijo -, ha determinado en gran parte la perturbación existente. He de propender, pues, a que la ordenación sistemada, sea norma y característica en las funciones del gobierno. El método, en las elaboraciones del espíritu, conduce de la mano al que investiga y aumenta el rendimiento de la inteligencia. El partido Conservador tiende al orden, como lo ha demostrado al sancionar los presupuestos de los años 1913 y 1914 con 12 millones de economía. Anuncio que he de continuar esta política para llegar al sobrante de la renta, como ocurriera año tras año, en mi anterior administración; al auge del crédito y a reintegrar al gobierno en la potencia que necesita para realizar sus programas de obras públicas y otros desenvolvimientos”.

En efecto: el señor Ugarte, que llegaba por segunda vez al gobierno de la provincia, se proponía desarrollar un vasto plan de administración y fomento, y al propio tiempo aspiraba a consolidar, mediante el prestigio de su gestión administrativa, la situación del partido que dirigía, amenazada por la penetración y el progreso ascendente con que avanzaba en todo el país el partido Radical, sacado de la abstención por virtud de la nueva ley electoral.

La amenaza era común para todas las viejas fuerzas políticas que actuaban en la República, pero el partido Conservador de Buenos Aires, con el señor Ugarte a la cabeza, consideraba todavía remoto el día de su desplazamiento de las posiciones oficiales que monopolizaba desde varias décadas atrás. Es así que el nuevo gobierno se iniciaba en 1914 con el aplomo que da la seguridad de un normal desarrollo de los acontecimientos y con la confianza de que, en caso adverso, sabría emplearse, a manera de reserva mental, los grandes recursos estratégicos que suelen llevar los políticos hábiles en resguardo de sucesos imprevistos. Debemos también hacer constar que el señor Ugarte, al aceptar la gobernación de Buenos Aires, pensaba prepararse desde ese cargo su ascensión a la suprema magistratura de la Nación, que iba a dirimirse en 1916, y fuerza es declarar que su aspiración estaba sólidamente apoyada, pues aparte de sus prestigios personales entre las fuerzas políticas llamadas “del régimen”, concentraba en su mano el poder electoral de Buenos Aires, factor preponderante siempre en los colegios electorales.

Ya veremos cómo todas estas perspectivas fueron desvanecidas por acontecimientos cuyo estallido estaba fuera de la órbita de las previsiones políticas más avanzadas.

El ministerio con que inició el señor Ugarte sus tareas, estaba constituido así:

 

Gobierno; doctor Rodolfo Moreno (hijo).
Hacienda, doctor Antonio Robirosa.
Obras Públicas, don Eduardo Arana.

Este último fue el único de los tres que acompañó hasta el final al gobernador (1).

Los primeros actos del nuevo mandatario parecían estar destinados a suscitar la simpatía de los hombres de labor de la provincia. Así vemos que el 5 de mayo, recién constituido el ministerio, reunía a sus colaboradores y acordaba la designación de una comisión de hacendados e industriales para que adquiriera semillas por valor de $ 1.600.000 y las distribuyera entre los colonos de la zona de Bahía Blanca, donde una sequía anterior había malogrado los esfuerzos de los agricultores, y éstos carecían de recursos para adquirir la nueva simiente. Por primera vez se ponía en práctica en el país esa combinación tutelar del Estado para con los trabajadores del campo, y fuerza es decir que no fallaron los cálculos del señor Ugarte, pues de esa manera pudo sembrarse una rica zona de 800.000 hectáreas que iba a quedar sin cultivar si no acude en su ayuda el Ejecutivo provincial. Los colonos respondieron a esta iniciativa cancelando el anticipo de semillas por una suma de $ 1.400.000, siendo cubierto el saldo por las empresas ferroviarias y el propio gobierno provincial, de acuerdo con las cláusulas del decreto que luego aprobó la Legislatura.

Hemos citado este acto inicial del gobierno del señor Ugarte para que se vea de qué índole eran las iniciativas que se proponía desarrollar el mandatario bonaerense, y cuán lejos iba en sus propósitos de fomentar el progreso de la provincia.

En ese mismo mes de mayo de 1914 se realizó el tercer censo nacional, y la provincia de Buenos Aires aportó al cuadro de los progresos colectivos las cifras más halagüeñas y opulentas, denotando un prodigioso avance en todas sus actividades, con relación al censo anterior de 1895. Damos a continuación algunos datos estadísticos que reflejan la situación de la provincia en 1914:


Población

Año
habitantes
 1869
317.320
 1895
921.168
 1914
2.066.165

 

Población
habitantes
 argentina
1.362.234
 extranjera
703.931

 Varones
1.148.406
 Mujeres
917.759

La Plata

Año
habitantes
 1895
45.000
 1914
137.000

 

Extensiones cultivadas

hectáreas
 Trigo
2.231.000
 Maíz
1.641.000
 Lino
159.000
 Avena
826.000
 Cebada
100.000
 Centeno
50.000
 Alpiste
13.000
 Alfalfa
2.500.000
 Papas
75.000

 

Riqueza ganadera

cabezas
 Vacunos
9.090.500
 Equinos
2.784.576
 Ovinos
18.776.260
 Porcinos
1.394.000
 Mulares
15.000
 Caprinos
21.326

 

Valor de la riqueza rural .

Valor
$
 de la tierra
7.979.841.275.00
  “  los ganados
1.572.632.180.00
  “  instalaciones fijas
369.965.711.00
  “  máquinas y útiles
169.299.867.00
 Total
10.091.539.033.00

 

Establecimientos industriales

Año
Establec.
$  capital
 1895
5.775
70.935.217
 1914
14.848
470.295.247

 


Tal era la situación próspera de la provincia en el mes de mayo de 1914, y tales los elementos que el señor Ugarte pensaba acrecentar en forma excepcional con sus ideas de gobierno y su acción estimuladora. Pero a los tres meses de haber empuñado las riendas de la administración sobrevino la guerra europea, que tan poderosamente gravitó sobre las fuerzas vivas del país, sobre sus finanzas y su actividad en general, complicándose sus efectos con la muerte del Presidente Sáenz Peña, de honda repercusión en la política argentina. Estos acontecimientos marcaron un compás de espera para el gobernante bonaerense, obligándole a postergar el plan que había concebido para desenvolver los intereses materiales de la provincia, ya trazarse uno nuevo, como bien lo habría de declarar más tarde:

 

“llevándome a dividir mi actuación en dos períodos, previo el uno, destinado a restablecer el régimen de las finanzas y del crédito; de acción el otro, dentro del cual habrá de cumplirse el programa que trazaré oportunamente.”

No le fue dado al mandatario cumplir la segunda parte de su promesa en forma alguna, y apenas si dificultosamente pudo concretarse a mantener el equilibrio de las finanzas y el crédito, rudamente sacudidos en el vaivén de los acontecimientos mundiales. Cuando el instante álgido de estas tribulaciones económicas había pasado, el gobernador Ugarte se encontró frente al problema de la futura presidencia, y él, como cabeza del partido Conservador de Buenos Aires, fue el eje de las combinaciones concentracionistas que buscaban una fórmula prestigiosa, dentro del viejo régimen, para oponerla al avance arrollador del radicalismo.

A partir de la segunda mitad del año 1915 hasta mediados de 1916, todas las actividades del señor Ugarte se concentraron en la tramitación del largo pleito presidencial, que por un instante pareció decidirse en su favor, cuando equilibradas las fuerzas conservadoras y radicales en el seno del Colegio Electoral, creyóse que la decisión final correspondería al Congreso, donde las primeras tenían un sólido reducto. Con la adhesión de un grupo de electores de la provincia de Santa Fe a la candidatura del doctor Hipólito Irigoyen, éste quedó consagrado Presidente y el señor Ugarte, que había delegado el mando de su provincia desde febrero a junio de 1916 en el vicegobernador señor Peralta Alvear, regresó a La Plata bajo el peso de una nueva y grave perspectiva política: la intervención a Buenos Aires por el futuro gobierno federal de origen radical. Y así como el primer período de su mandato fue empleado en conjurar los trastornos emergentes de la guerra europea, y luego en dilucidar el pleito presidencial, el resto de su gestión se concretó a prevenir la presentida intervención a la provincia, anunciada a voces por los dirigentes del radicalismo nacional y considerada inminente desde el primer día del gobierno del Presidente Irigoyen.

No está demás decir en este lugar, que la conquista de la presidencia por el radicalismo llevaba implícito el desplazamiento del régimen político imperante hasta entonces, toda vez que, uno de los propósitos fundamentales que se asignaba ese partido desde las nuevas posiciones en que iba a actuar, era el de renovar totalmente las situaciones provinciales que no pudieran ostentar un origen genuinamente popular, y sabido es que el radicalismo, que se abstuvo en los comicios bonaerenses de 1914 para renovar el poder ejecutivo, consideraba a éste de origen espurio, y lo señaló desde el primer momento como destinado a desaparecer.

La amenaza estuvo pendiente sobre la cabeza del gobernador de Buenos Aires desde el 12 de octubre de 1916 hasta el 24 de abril de 1917, en que fue cumplida con la intervención por decreto dictada por el Presidente lrigoyen, en acuerdo de ministros de aquella fecha. Decía el Presidente en el documento respectivo, y justificando la medida severa, que era notoria y extraordinaria la situación política por que atravesaba la provincia de Buenos Aires desde varios períodos constitucionales atrás, razón por la cual la opinión pública había vivido constantemente substraída a toda intervención electoral y a todo el funcionamiento del gobierno.

 

“En dicha provincia - agregaba -, existe desde hace mucho tiempo un verdadero estado de intranquilidad en sus fuerzas políticas, sociales y económicas, y es un deber del gobierno federal hacer desaparecer las causas que la tienen perturbada. El gobierno de la provincia de Buenos Aires tiene sobre sí el mandato constitucional que impone su cesación o el pronunciamiento público que sanciona su derrocamiento, en los mismos términos a que se encontró abocado desde las horas iniciales de la reparación histórica que asumiera la Nación, pero con agravantes tales, que su desaparición ha asumido los caracteres de un clamor público y de una imposición impostergable de la moral política”.

En los considerandos del decreto se declaraba, además, que la elección del gobernador Ugarte se hizo bajo el imperio de una ley electoral nula, porque excluía ilegalmente del padrón a los ciudadanos comprendidos entre los 18 y 21 años; que la Legislatura estaba viciada en su composición, pues gran parte de sus miembros eran intendentes, presidentes de Municipalidad, municipales y comisionados del Poder Ejecutivo; que el Poder Judicial participaba, en su organización, de los mismos vicios de los otros poderes, por cuanto son éstos los que nombran los magistrados judiciales para constituirlo; que la educación primaria estaba igualmente desvirtuada en sus finalidades por la intromisión de elementos políticos; y luego de mencionar otros motivos legales de intervención, afirmaba:

 

“El pueblo de la República, al plebiscitar su actual gobierno legítimo, ha opuesto la sanción soberana de su voluntad a todas las situaciones de hecho ya todos los poderes ilegales. En tal virtud, el Poder Ejecutivo no debe apartarse del concepto fundamental que ha informado la razón de su representación pública, sino antes bien, realizar como el primero y más decisivo de sus postulados, la obra de la reparación política que, alcanzada en el orden nacional, debe imponerse en los Estados federales, desde que el ejercicio de la soberanía es indivisible dentro de la unidad nacional, y desde que todos .los ciudadanos de la República tienen los mismos derechos y prerrogativas. Nada más justamente señalado, entonces, que el ejercicio de las facultades constitucionales del Poder Ejecutivo de la Nación para asegurar el cumplimiento en los Estados de la misma solución, en unidad armónica y solidaridad absoluta. Por todo lo fundamentado, ya fin de llegar al restablecimiento del gobierno representativo republicano en la provincia de Buenos Aires, que en el transcurso del largo período regresivo que ha soportado la Nación ha asumido, como todos los demás Estados Federales, las actitudes más íntegras, ha afrontado los sacrificios más denodados y ha mantenido los retraimientos más ejemplarizadores, el P. E. N., en acuerdo general de ministros, decreta: declárase intervenida la provincia de Buenos Aires, a objeto de reorganizar sus poderes conforme a las reglas y principios de la Constitución Nacional y provincial” (2).

Días antes de dictarse este decreto, el gobernador Ugarte, que se hallaba desde el mes de febrero en la capital federal concertando con sus amigos políticos el plan a desarrollar para contrarrestar la intervención, regresó precipitadamente a La Plata, reasumió el mando de la provincia, que ejercía desde hacía tres meses el vice, señor Peralta Alvear, y se dispuso a mantener incólume su investidura, resuelto a no hacer abandono del gobierno sino bajo el imperio de la fuerza.

El 25 del abril, al día siguiente de lanzarse el decreto, arribó a La Plata el interventor, señor José Luis Cantilo, bajo cuyas órdenes el Presidente de la República había puesto las fuerzas del ejército nacional de guarnición en la ciudad o En tales circunstancias, y considerando estéril toda resistencia armada, el gobernador Ugarte expidió un vibrante decreto por el cual protestaba contra la intromisión federal, declarando que el Poder Ejecutivo carecía de facultades para dictar por sí la intervención, sin anuencia del Congreso, en vísperas de la reunión de éste o Exponía la situación de la provincia, donde el orden público no había sido alterado, ni se había producido conflicto alguno entre los poderes que constituían su gobierno; demostraba que estaba asegurado el sistema representativo republicano, con la administración de justicia, el régimen municipal y la educación primaria.

 

“El decreto de intervención interrumpe -decía -, las tareas del Poder Ejecutivo, que tenía preparadas iniciativas fecundas para someterlas a la consideración de la H. Legislatura, como el proyecto para edificar 584 escuelas, sobre la base de una operación de crédito aceptada en principio, cuyo servicio habría de hacerse principalmente con la que se desembolsa ahora para cubrir alquileres; como la cancelación definitiva de casi toda la deuda flotante, por la consolidación en títulos de deuda pública de la más importante de todas ellas, que es la que se tiene con el Banco de la Provincia; como el proyecto de ley orgánica de los Tribunales e Institución de la Justicia de Instrucción, sin mayores erogaciones para el erario; los de legislación social sobre el trabajo, la creación de un organismo directivo para suplir la incompetencia de los agricultores y, finalmente, otro tendiente a precisar cuál es el rendimiento efectivo de la educación común”.

El extenso alegato del gobernador Ugarte contenía asimismo referencias de carácter político acerca del plan de renovación institucional que iba llevando a cabo el Presidente, y exponía diversos antecedentes para ilustrar a la opinión con respecto a la ilegalidad de la intervención que el gobierno federal nevaba a la provincia de Buenos Aires, terminando con esta resolución, que lleva su firma y la de sus ministros:

  1. “Abandonar la sede del gobierno y el gobierno mismo ante la presión brutal de la fuerza, pero sin declinar su investidura.
  2. Dirigir la nota acordada, con trascripción de este decreto, al H. Congreso de la Nación, único poder investido por la Constitución con la facultad de allanar el fuero de las provincias, pidiéndole que ordene la reposición de las autoridades constitucionales de Buenos Aires, que han sido derrocadas por el P. E. N.
  3. Hacer constar que al retirarse del gobierno, deja en la Tesorería General la suma de $ 5.469.548.70, y en los Bancos un depósito de pesos 1.246.093.93, o sea un total de $ 6.715.642.63 en dinero efectivo”.

Así terminó el señor Ugarte su segundo y tormentoso mandato de gobernador de Buenos Aires, que se perfilaba a su iniciación tan proficuo en bienes para la provincia.


  1.  El doctor Moreno renunció en diciembre de 1914, reemplazándolo interinamente Arana hasta febrero de 1915, en que fue nombrado el doctor Juan E. Solá. A su vez el doctor Solá renunció en mayo, después de tres meses escasos de actuación, siendo reemplazado por el doctor Gabino Salas, el cual ejerció el cargo hasta septiembre de 1916, en que renunció. Para sucederle fue designado el doctor Rodolfo P. Sarrat, quien acompañó al señor Ugarte hasta el final.

    En cuanto al ministerio de Hacienda sólo experimentó un cambio con la renuncia del doctor Robirosa, en septiembre de 1916, y el nombramiento en su reemplazo del doctor Ernesto J. Weigel Muñoz.

  2.  Decreto del 24 de abril de 1917, subscripto por el Presidente Irigoyen y refrendado por sus ministros Ramón Gómez, Honorio Pueyrredón, Domingo Salaberry, Pablo Torello, José S. Salinas, Elpidio González y Federico Álvarez de Toledo.

 

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