LA LENGUA ESPAÑOLA EN OCEANÍA


Rafael Rodríguez-Ponga y Salamanca
Doctor en Filología
 Director General de Comunicación y Cooperación Cultural
5 de mayo de 1999. Casino de Madrid

    Quiero en primer lugar dar las gracias al Casino de Madrid y a su Presidente por la invitación a participar en este ciclo de conferencias; y también, por supuesto, al profesor Mario Hernández Sánchez–Barba por esa misma invitación y por su presentación, tan amable como exagerada, y, naturalmente, a los profesores José Manuel García Ramos y Manuel Salord, que nos acompañan. Quiero agradecer a todos su amabilidad y su invitación, así como a ustedes su presencia aquí esta noche.

    Voy hablarles de Oceanía, las Antípodas, lugar lejano y bastante desconocido, y que en este ciclo de conferencias se enmarca como una prolongación de América. Realmente lo es. Realmente desde el punto de vista español Oceanía, en su cultura, en su historia y en su lengua, es una prolongación de América. En primer lugar porque fue desde América desde donde se descubrió el Océano Pacífico con la llegada a las costas del Mar del Sur de Nuñez de Balboa, en 1513, desde Panamá; poco después Magallanes y Elcano navegaron por todo el Pacífico de punta a punta en 1521, año en que llegaron a las islas Marianas y después a las Filipinas, en esa primera circunnavegación del globo que finalizó Elcano en probablemente la mayor gesta, la mayor hazaña de toda la humanidad, y que trajo consecuencias inmensas: la comprobación práctica de que la tierra era redonda, de que la tierra era una y de que todos pertenecíamos a un mismo mundo, a un mismo planeta, y que podíamos estar en contacto directo unos con otros. Y es importante señalar que, precisamente en ese mismo momento en que el mundo se da cuenta de que es redondo y de que es uno es, justamente, en ese momento cuando España y Oceanía entran en contacto.

    España y Oceanía han estado pues en contacto desde el mismísimo inicio de que eso fuera posible. Posteriormente, los barcos que se dirigían hacia las islas de Oceanía salían desde México, desde Acapulco, en un recorrido desde Acapulco hacia Manila, con la vuelta por el Norte. Es decir, los barcos salían desde América: por tanto Oceanía, desde nuestro punto de vista, es una prolongación de la presencia española en América. También salieron algunas naves desde Perú, desde el Puerto del Callao, y todo eso fue conformando una realidad histórica, social, lingüística, que dio como resultado la formación ya en el siglo XIX, con un concepto administrativo distinto, más moderno, de una región denominada la Oceanía Española. Esa Oceanía Española dependía de Filipinas, de la Filipinas Española, y estaba constituida por lo que hoy son cuatro entidades políticas además de la actual República de Filipinas: la República de Palaos, los Estados Federados de Micronesia (ambos miembros de la ONU) y dos territorios de soberanía estadounidense, la isla de Guam, y las islas Marianas.

    Pero además de ello, por la presencia desde Estados Unidos o por la presencia desde Chile, América sigue estando hoy presente en Oceanía. Cuando pusimos el título a esta conferencia había quien inmediatamente se plantearía la pregunta: ¿es que hay alguien que hable español en Oceanía?, ¿se puede hablar de la presencia de la lengua española en Oceanía? Pues sí, todos los datos son muy claros. Sí se puede hablar de la lengua española en Oceanía, yo lo voy hacer, y voy a decirles que hay en torno a los cien mil o ciento veinte mil hablantes en Oceanía del español como lengua habitual, como lengua cotidiana, además de los hablantes de español que hay en Filipinas y además de los hablantes de esa lengua mixta de las Islas Marianas que es el Chamorro.

    Como ustedes saben Oceanía es una amplísima y complejísima región, plagada de miles de islas y con distancias enormes. La distancia que hay entre Filipinas y la isla de Pascua es mayor que la que hay desde España hasta Filipinas, y esto ya nos da una idea de que es una región enormemente amplia con multitud de islas y, valga la redundancia, en gran parte aisladas unas de otras y por tanto con una comunicación complicada. Pero sin embargo, con una presencia española en muchas de ellas desde muy pronto, desde el siglo XVI, continuada después en el XVII y en el XVIII con múltiples expediciones marítimas y con la presencia de misioneros. Después, en el XIX, ya hay una organización administrativa mayor y en el XX vemos que eso permanece, y no sólo eso sino que por razones de emigraciones más recientes hay una presencia de hispanohablantes que puede parecer pequeña, pero que es una presencia significativa.

    En primer lugar quiero hacerles un brevísimo esquema de cuál es la situación lingüística de Oceanía (Hablo de Oceanía en sentido amplio, incluyendo Oceanía y el Sudeste Asiático, para poder incluir también a Filipinas, que al fin y al cabo forma parte del mismo conjunto histórico, humano, antropológico y lingüístico) La he dividido en tres grupos de lenguas: las lenguas pre–europeas, las lenguas europeas, y las lenguas post–europeas.

    Vamos en primer lugar con las lenguas pre–europeas: aquí están las lenguas malayopolinésicas, dentro de la gran familia austronésica, y aquí encontramos las lenguas de Filipinas: el tagalo, el ilocano, el cebuano... Las lenguas polinesias, el samoano, el hawaiano, el tongano el ilongo... miles de leguas, porque Oceanía es la parte del mundo con mayor número de lenguas. Un segundo grupo de las pre–europeas son las lenguas papúes, las lenguas indopacíficas de Nueva Guinea, en donde para sólo tres millones de personas hay unas 700 lenguas. Y un tercer grupo son las lenguas aborígenes australianas, que suman 170 lenguas para solamente 44.000 hablantes. Como ven hay una enorme diferencia desde las lenguas malayo–polinésicas, que tienen millones de hablantes, empezando por el malayo con 150 o 180 millones de hablantes como primera, segunda o tercera lengua, hasta esas lenguas aborígenes australianas casi en fase de extinción.

    Luego están las lenguas europeas, entre las cuales sin duda predomina el inglés, que es la lengua oficial de los 14 estados independientes que hay en Oceanía, y además es la lengua oficial de los territorios de soberanía estadounidense o las dependencias de Nueva Zelanda y de Australia, y por supuesto en el sudeste Asiático, en Filipinas, Singapur y Hongkong, lengua de cultura y comunicación de Malasia; es la lengua más extendida en la zona. El francés también es importante, lengua oficial en las posesiones francesas como la Polinesia Francesa, Nueva Caledonia, y también cooficial en Vanuatu o Nuevas Hebridas. También el portugués ha tenido históricamente una influencia en esta zona desde el sudeste asiático, desde Malasia, donde el malayo–portugués era una lengua relativamente conocida y extendida y de la que quedan restos en Malaca, en el sur de Malasia, y por supuesto queda algún resto en Timor y naturalmente en Macao, que todavía es una ciudad de soberanía portuguesa. Quedan huellas del Holandés en Nueva Guinea y en Indonesia; y también ha habido una cierta influencia del Alemán, recordemos que Alemania tuvo una buena parte de Oceanía, durante poco tiempo ciertamente, pero tuvo Nueva Guinea, las Salomón, Samoa, Marianas, Carolinas, Palaos. Y por motivos de emigración más recientes hay otras lenguas europeas presentes en Oceanía como el griego y el italiano en Australia, y consecuencia también de la emigración han llegado otras lenguas diversas como el chino, el japonés, etcétera.

    Hay un último grupo después de estas lenguas pre–europeas y europeas, y que yo he llamado lenguas post–europeas. Son lenguas mixtas, criollas. Podríamos discutir ampliamente desde el punto de vista sociolingüístico sobre la formación de estas lenguas, pero yo las llamo lenguas posteuropeas como las hijas, las herederas de esas lenguas europeas, y que han nacido en Oceanía o el Sudeste asiático. Y aquí hay que decir que, aunque parezca una sorpresa en esta época de la comunicación vía satélite, la televisión, la generalización de la enseñanza, etcétera etcétera, el inglés como lengua materna se está fragmentando en Oceanía a través de estas lenguas post–europeas, a través de los criollos, de forma que lo que se habla ya no es propiamente inglés; ese inglés queda en muchos países como la lengua oficial, como lengua de la administración, pero lo que realmente se habla es una lengua heredera del inglés, una lengua criolla: el toppising en Nueva Guinea, el piking en Salomón, el islama en Vanuatu. Y eso que ha ocurrido con el inglés pues ha pasado también con el portugués, el criollo portugués de Malaca, y ha pasado también con el español donde ha quedado: en Filipinas, el chabacano, y en las islas Marianas, el Chamorro. El español tiene como tal, como lo que entendemos por español, más de 100.000 hablantes, y además estas otras lenguas, el chamorro y el chabacano, que podemos incluir dentro del ámbito lingüístico hispánico.

    Tras esta visión general voy a referirme a los lugares concretos, empezando por el más grande, que es Australia.

    En Australia el primer contacto con España lo hizo Váez de Torres, y ahí queda el nombre del Estrecho de Torres entre Australia y Nueva Guinea, y hubo después algunos otros contactos esporádicos. Pero la presencia lingüística se debe realmente a la inmigración de este mismo siglo: en los años 60 y en los años 70 hubo una gran inmigración de españoles, y también de sudamericanos; mejor debería decir de españolas, porque la mayoría fueron mujeres. Hubo varios grupos solamente de mujeres que emigraron a Australia, porque era un país en el que había demasiados hombres y hacían falta mujeres. Esta emigración hace que en Australia halla más de 30.000 españoles, más de 20.000 chilenos, y según el último censo, el de 1996, en Australia hay 86.860 personas mayores de cinco años que hablan español en su casa. Otras fuentes nos dan la cifra de 101.000 hablantes de español en Australia. No hay realmente un español de Australia: como vemos son españoles de orígenes diversos además: unos de España, otros chilenos, otros argentinos, otros uruguayos... sería interesante ver con el paso del tiempo qué pasa con esta variedad de español que se habla en Australia, si es que existe o si es que se llega a formar como tal una variedad específica de español australiano. Sólo representan el 0'5 % de la población de Australia; no es que sea demasiado, pero hay una población hispanohablante y es un grupo importante, Entre otras cosas ya he dicho antes que las lenguas aborígenes australianas representan 44.000 hablantes, luego ya hay el doble de hablantes de español que de lenguas indígenas australianas.

    El otro territorio al que me quiero referir son las islas Hawaii, islas polinesias en su origen, probablemente descubiertas por españoles en los siglos XVI y XVII. El galeón de Acapulco pasaba demasiado cerca de las Hawaii como para que nunca hubieran sido visitadas; se ha hablado con frecuencia de algunas palabras que tiene la lengua Hawaiana que parece que proceden del español: unos opinan que son puras coincidencias, otros opinamos que son un rasgo más que avala la hipótesis de que los españoles estuvieron en Hawaii. Pues bien, el censo de 1990 dice que había 13.729 hablantes de español mayores de cinco años que lo usan en su casa. Evidentemente, esto se debe a una emigración relativamente reciente desde el continente americano, desde Estados Unidos fundamentalmente.

    Más al sur, encontramos la isla de Pascua, también otra isla polinesia, una pequeña isla bastante aislada en el océano, pero que es la única isla de Oceanía que tiene el español como lengua oficial, cosa que también se nos olvida con frecuencia: hay en el Océano Pacífico, en Oceanía, una isla en la que el español es lengua oficial. Una isla pequeña ciertamente pero conocida en todo el mundo, que es esta isla de Pascua. La isla de Pascua fue incorporada a España, al menos en teoría, en 1772 por Felipe González Haedo, navegante español que en el siglo XVIII recorrió aquellas islas. En 1888 fue incorporada por Chile y entonces empieza efectivamente la hispanización. La hispanización de la isla de Pascua no la hizo pues España sino que le hizo Chile, y sobre todo la hizo después de que los pascuenses recibieran la nacionalidad chilena. Es decir, como tantas veces, las consecuencias son múltiples: la reivindicación histórica de que los pascuenses recibieran su reconocimiento como ciudadanos chilenos implicó los derechos y las obligaciones como tales ciudadanos; implicó por tanto el servicio militar para los pascuenses, lo que significó la hispanización al menos de todos los hombres, y al cabo de unos decenios la hispanización de toda la población. Los 3000 habitantes de la isla de Pascua son todos hispanohablantes en este momento: mil de ellos son chilenos, hispanohablantes únicos, 1200 son pascuenses, es decir, polinesios pero de lengua española, y ya solamente hay 800 que propiamente hablan el rapanui, aunque como son también bilingües en distintos grados de bilingüismo y de dominio de una u otra lengua, en esos 800 hablantes se producen interesantes fenómenos de código de interferencias múltiples.

    Desde la isla de Pascua pasamos a la otra punta del océano, a las islas de Micronesia, y allí encontramos dos países actuales, la República de Palaos y los Estados Federados de Micronesia, que agrupan el archipiélago que se conoce como Las Carolinas. Estos archipiélagos también fueron descubiertos y visitados por los españoles en los siglos XVI, XVII y XVIII, pero fueron realmente ocupados por españoles ya muy a finales del siglo XIX, en 1885, y la presencia española duró hasta 1899, hasta hace exactamente un siglo, en que pasaron a soberanía alemana. La huella española es muy pequeña: en estas islas no hay hispanohablantes salvo alguna religiosa mercedaria, nada más. Los demás son micronesios de lenguas varias, yapés, truqués, bonapeño, palauano... pero lo interesante es ver que en estas lenguas hay palabras españolas; en total puede haber quizá 200 o 300 palabras españolas que han quedado en el uso cotidiano de estas lenguas, a pesar de que el contacto fue muy reducido, duró solamente unos años y hubo realmente muy pocos españoles. Lo más curioso de todo es que la lengua en la que hay más palabras españolas es precisamente la de las islas donde no hubo gobierno español. Éste estaba en la isla de Yap y en la isla de Ponapé; pues bien, en Ponapé y en ponapeño hay bastantes menos hispanismos que en el palauano, la lengua de Palaos, donde nunca hubo un asentamiento político y militar. Unos cuantos capuchinos que se pueden contar con los dedos de una mano fueron suficientes para difundir unas palabras. Evidentemente pasaban por allí barcos de diverso tipo y evidentemente había también una presencia de algunos soldados españoles. Por cierto que el último sacerdote español de las islas Palaos ha muerto hace unos meses y ha recibido un funeral de estado presidido por el Presidente de la República. Las palabras en estas lenguas son lógicamente referidas a realidades llevadas allí desde España: se refieren a palabras de la religión, del gobierno, del transporte, de la fauna, de la flora... una palabra muy extendida es soldado, otra es Biblia, otra es rosario... Es curioso que en bonapeño halla dos verbos españoles como son ganar y perder, dos hispanismos perfectos, y es porque al parecer en la isla de Bonapé no existían los conceptos de ganar y de perder, y esto justifica que halla dos calcos de estos verbos, como barbarismos en la lengua de Ponapé.

    Pero mucho más importante es lo que sucedió en las islas Marianas. Estas islas fueron el punto del primer contacto entre España y Oceanía, en 1521, con la llegada de Fernando de Magallanes y de Juan Sebastián Elcano, y después, en 1565, con su incorporación oficial a la Corona Española por Miguel López de Legazpi. Allí se han producido una sucesión de hechos de enorme interés. En 1668 llegó el beato Diego de San Vítores, quien fundó la primera misión permanente en los terrenos cedidos por el jefe Quipuja, un jefe local que recibió con gran entusiasmo a los españoles y cedió a los misioneros jesuitas esos terrenos. Pues exactamente en esos mismos terrenos es donde hoy está y, con el mismo nombre en español, la catedral del Dulce Nombre de María. Y justo al lado de la Catedral del Dulce Nombre de María está la Plaza de España. Da uno la vuelta al mundo y se encuentra con que en la isla de Guam, la principal de las Marianas, hay un cartelón enorme que dice: Plaza de España. Allí la cultura española ha quedado; en algunos casos hay que buscarla, aquello es territorio Estadounidense y, evidentemente, el inglés es la lengua dominante a todos los efectos y la cultura Estadounidense también, pero en esos casos hay, digamos, una fachada de cultura anglosajona que todo el mundo admite, que sirve para la comunicación interétnica entre unos y otros, pero cuando uno va entrando en la sociedad local va descubriendo muchos rasgos de origen español. Hubo durante los siglos XVIII y XIX un enorme mestizaje de muchos orígenes, filipinos diversos (tagalos, pampangos, cebuanos, cabileños...), mejicanos diversos (criollos, mestizos, mulatos, indígenas mejicanos...), hubo también algunos peruanos, hubo también esclavos africanos, por supuesto había también españoles, de regiones diversas y que hablarían lenguas diversas también. El primer español que vivió en las islas Marianas era un gallego, Gonzalo de Vigo, de la expedición de Elcano precisamente, que vivió allí durante un tiempo desde 1521. Es decir, hubo un mestizaje continuado, muy profundo, y ese mestizaje biológico dio como resultado el mestizaje lingüístico. Y hoy ¿qué es lo que encontramos de español? De español puro, pues hay unos mil hablantes que hoy como antaño son forasteros, pero la población local, los chamorros, los que se consideran indígenas productos de ese mestizaje de siglos y que son los auténticamente identificados con las islas, lo que hablan realmente es el chamorro. Son unos 50.000 o 60.000 hablantes de chamorro que se consideran allí pueblo del Pacífico, isleños del Pacífico, pero su representante en el congreso de los Estados Unidos forma parte del grupo hispano del Congreso. Es realmente una lengua mixta, podemos quizá calificarla de criollo, una lengua que es el resultado de todas estas mezclas continuas del español en sus diversas variantes con la lengua originaria, con las lenguas filipinas de marineros, soldados y comerciantes de aquellas islas.

    Hoy podemos seguir una conversación en español, en lo que es un último resto arqueológico de lo que habría sido el dialecto español de las islas Marianas, que estaría absolutamente vivo a finales del siglo XIX ; porque nos consta por las crónicas y los libros de los distintos gobernadores que a finales del siglo XIX la inmensa mayoría de los chamorros hablaban español, y por lo menos el 50% además sabía escribir en español. Sin embargo el español ya no es más que un residuo. Además de ser la lengua de ese grupo de emigrantes recientes, es una lengua que queda en algunas oraciones, en algunos cantos: cantan villancicos en español en Navidad, cantan algunos rezos después del rosario, hay novenas también en español. Ha quedado una cierta presencia del español, en cierto modo como aquí del latín, que todavía se puede estudiar, que cantamos el Adeste Fideles en Navidades, pero no es la lengua hablada aunque forme parte de nuestra cultura y estemos diciendo palabras latinas continuamente. Pues los chamorros, sin saberlo, al igual que nosotros sin saberlo hablamos latín o griego, están también hablando español, porque el 50% de su vocabulario es español, y además una buena parte de su gramática y de su fonología están también relacionadas con el español. Evidentemente hay también otras huellas culturales españolas, hay edificios españoles, hay tradiciones y costumbres, la religión católica es la mayoritaria de los chamorros, las novenas, rosarios, procesiones, nombres propios... Allí hemos conocido gente que se llama Remedios Castro o José Cruz; hemos conocido lugares de nombre español, como los pueblos de San José, San Vicente, San Antonio, las islas de Urracas... Es decir, allí queda la cultura española, se puede percibir a pesar del paso de los años y de los sucesivas potencias coloniales: desde el 98 han pasado a Estados unidos, en las Marianas del norte desde el 99 a Alemania, después a Japón, después la durísima Guerra Mundial, que dejó destrozadas las islas, y después ya la presencia estadounidense en todo el archipiélago, que actualmente comprende dos territorios estadounidenses, la isla de Guam, que es una colonia pura y simple, y las Marianas del Norte, que son un estado asociado al estilo de Puerto Rico.

    No quiero extenderme más sobre las Marianas y pasaré a hablar sobre Filipinas. En estas islas las cosas son bastante más complicadas porque, si bien es un archipiélago mucho más grande, es también mucho más complejo. E1 contacto de España con Filipinas empezó en los mismos años que las Marianas, en 1521, con la llegada de Magallanes y Elcano, en 1565, con la llegada de Legazpi, y después con las sucesivas llegadas de barcos del Galeón de Acapulco. E1 español, como todos sabemos, no llegó a generalizarse. Es una queja muy frecuente en España el decir: "es que los filipinos ya no hablan español". Es cierto; la inmensa mayoría de los filipinos no habla español, de la misma manera que la inmensa mayoría de los filipinos no hablaba español anteriormente: se dice que hace un siglo, en torno al 98, habría quizás un 10% que hablaba español. Se han querido buscar múltiples causas para ello: la diversidad de islas y de culturas que dificultaban la presencia o la difusión de la cultura española, la falta de medios por parte del Gobierno español en Filipinas... Yo añadiría además la falta de voluntad de los españoles para ello, no en un sentido negativo sino positivo, porque el objetivo político de la presencia de España en Filipinas no era enseñar español, sino que era evangelizar, cristianizar. E1 objetivo de la Corona Española se cumplió efectivamente, porque el 90% de los filipinos son católicos. E1 objetivo de España en la colonización se cumplió allí.

    La idea de que la política tiene que ir unida a la lengua y de que los ciudadanos deben hablar la lengua que decida el gobierno es una idea bastante moderna. En ese sentido, desde luego, solamente se aplicó en época española en tiempo muy recientes, y quienes sí la aplicaron en Filipinas fueron los Estados Unidos. Hay otros datos más para explicar por qué la presencia del español cambió, y en ello fue decisiva la Segunda Guerra Mundial: los barrios hispanohablantes de Manila quedaron absolutamente destrozados. Intramuros, el barrio antiguo con la muralla de hace siglos quedó destruido, y hoy renace, entre ruinas y chabolas, con un proyecto de restauración en el que participa España, para hacer de él un barrio realmente atractivo; un poco más allá estaba el barrio de Ermita, que quedó también completamente destruido. Y no sólo quedaron destruidas las casas con los bombardeos, sino también las personas. De ahí que el académico filipino Gómez Ribera diga que lo que realmente pasó es que hubo una matanza que explica porqué el español desapareció o al menos cambió su situación.

    Hoy percibimos en las lenguas indígenas la presencia del español a través de los múltiples préstamos, con una enorme multiplicidad de palabras, en torno a un 20 o un 25%, en el tagalo, el cebuano, y en otras muchas lenguas. Naturalmente hay también topónimos y antropónimos, nombres de personas, de lugares, y las dos variedades del español de Filipinas: e1 español digamos puro, que nosotros entenderíamos fácilmente, y el chabacano; hay, pues, dos niveles, un español digamos normalizado, general, más o menos culto... y un español vulgar, popular, un español de la calle que recibía ese nombre de chabacano precisamente por ser un español vulgar.

    Pues bien, el chabacano que se habla en varios lugares, en Cavite, en la Ermita, en Cotabato, en Tabao, tiene cientos de miles de hablantes. E1 censo de 1990 daba la cifra de 292.630 hablantes de chabacano en su casa. Otros cálculos nos llevan a unos cuantos más, medio millón, quizá setecientos mil hablantes de chabacano. Hay que tener en cuenta que además muchos de estos chabacanos, en cuanto adquieren un cierto nivel de cultura, rápidamente aprenden el español "pero" con una gran facilidad, y por tanto podrían ser también considerados como estrictos hispanohablantes.

    Pero ¿qué pasa con ese español puro? Aquí las cifras son realmente sorprendentes. E1 mismo censo del 90 cuenta 2.658 hablantes, lo que es poquísimo, parece una cifra ridícula; pero el profesor Quilis, sin duda el que más sabe sobre el español en Filipinas, da la cifra de 2.450.000 hablantes de español en su libro, publicado en 1992, sobre el español en cuatro mundos. ¿Qué es lo que pasa?, ¿con qué nos quedamos? ¿Con los 2.600 del censo o con los dos millones y medio que nos da el que más ha estudiado el español en Filipinas? Aunque 2.648 personas nos parezca muy poco, en realidad debemos alegrarnos porque ha aumentado el número de hispanohablantes, ya que el censo de 1980 daba solamente 1.609 hablantes de español. Si hemos pasado de 1.609 a 2.600, bueno, pues ha aumentado el número: todos pensábamos que disminuía y resulta que, según todos los censos, está aumentando. Pero es que el censo anterior al de 1970 estaba hecho de una forma distinta y preguntaba no si usted habla español en su casa, sino si usted sabe español, y cuando se preguntaba así la cifra que salía era de 1.335.000 hablantes porque claro, los filipinos son hablantes de tagalo, de cebuano, de ilocano, y además saben inglés y muchos de ellos también saben español. Por tanto, según cómo hagamos la pregunta o según cómo hagamos el censo el resultado será uno u otro. Y esto es lo que justifica la disparidad que vemos en el resultado de esos cálculos.

    Otros estudios hechos en las grandes ciudades filipinas dan una cifra en torno al 5% de hablantes de español o de personas que saben hablar español, lo cual quiere decir que el 95% dice que no sabe hablar español. Lo cual en mi experiencia personal es una realidad bastante cierta. Lo que yo creo es que el español, más que un problema numérico en Filipinas, lo que tiene es un problema de cambio de status: ya no es la lengua oficial, ya no es la lengua de la universidad, ya no es la lengua de la televisión, ya no es la lengua de la Iglesia, ya no es la lengua de la prensa... lo que hay fundamentalmente a mi juicio es ese cambio de status a pesar de la enorme labor de la embajada de España y del Instituto Cervantes, que realmente realiza un trabajo excepcional.

    Hemos visto que el español de una forma u otra está en Filipinas, está en Australia, está en Hawaii, en Guam, en las Marianas del Norte, en la Isla de Pascua... y es que el español es una lengua universal, como bien ha estudiado y definido Don Gregorio Salvador, que por una razón o por otra podemos encontrar en muchas partes del mundo, y también en Oceanía. Y vemos que en esta amplia región de Oceanía y el sudeste asiático se ha producido una enorme sucesión de fenómenos socioligüísticos interesantísimos, de contactos continuados desde 1521 hasta hoy. Que incluso se han formado nuevas lenguas como el chabacano y el chamorro, que ha habido un mestizaje biológico y lingüístico. Y esto nos lleva a la necesidad de estudiar más la presencia española allí. Y estudiar las lenguas de Oceanía por parte de los españoles no es una novedad: el primero que escribió un vocabulario de una lengua de Oceanía fue un español, Esteban Rodríguez, en 1565, y el primero que escribió una gramática de una lengua de Oceanía, de la lengua de las islas Marianas fue el ya mencionado Beato Diego Luis de San Vítores. Y el primero que definió la familia lingüística malayo–polinésica fue otro español, el jesuita, Hervás y Panduro, que en el siglo XVIII concluyó que pertenecían a una misma familia sin haber viajado nunca allí, y que definió ya con gran visión que pertenecían a una misma familia las lenguas desde Madagascar hasta la Isla de Pascua.

    Además de la lengua ya he dicho que hay múltiples rasgos como la religión, la música, el folklore... incluso la organización política depende en gran parte de la organización política que hubo en tiempo español; el arte, la arquitectura, los nombres, la toponimia que queda por todo el Pacífico... si ustedes miran un mapa cualquiera, un mapa en español o en inglés, verán esos nombres: las Marianas, las Carolinas, las Marquesas, las Filipinas... en Salomón verán las islas de Guadalcanal, Santa Cruz, Santa Isabel, San Cristóbal... en Vanuatu verán la isla de Espíritu Santo... Y es que en algún momento allí se oyó hablar español, y el español, de una forma o de otra, allí ha quedado. Lo expresó poéticamente Guillermo Díaz Plaja en su libro Poemas de Oceanía publicado en 1972, del que les voy a leer un pequeño fragmento:

    "Por esos mares que ahora navegamos, el galeón de Manila transportaba sus sedas y marfiles a Acapulco. Oceanía hablaba en castellano. Después de Magallanes, los Legazpi alzaban cruces en el puño de la espada para el bautismo de las islas nuevas. Ya no quedan sino los nombres de los mapas, que otras gentes pronuncian deformándolos."

    Pues además de que Oceanía hablaba en castellano, como dice el poeta, también vemos que, probablemente, hoy hay numéricamente más personas que hablan español en Oceanía que hace un siglo. Porque hoy son en torno a las 120.000 personas.

    Llego al final de esta conferencia, y como conclusión puedo decirles que el español, con modestia ciertamente, está presente en Oceanía. En este centenario del 99, cuando conmemoramos el fin de la presencia de España en Oceanía, podemos decir que el español como lengua está viva en el quinto continente, descubierto precisamente por españoles en 1521. Y está presente porque el español es una lengua universal, y como tal lengua universal puede ser lengua propia, por supuesto de los españoles o chilenos que están allí, pero también de los polinesios de la isla de Pascua, o puede ser lengua propia de filipinos y puede ser lengua propia de personas de muy diversos orígenes. Y como hemos visto, ha llegado a Oceanía desde España, desde México, desde Estados Unidos, desde Chile... Por tanto esta situación de nuestra lengua nos presenta un enorme interés, a mí me lo ofrece, y espero haberles trasmitido mi pasión por la lengua española en Oceanía.

    Y ya para acabar les voy a contar una anécdota. Es más que una anécdota: Antonio Reyes de León Guerrero es un chamorro de la isla de Saipán, en las Marianas del Norte, a quien conocimos hace unos años y que era uno de los pocos que sabían mantener una conversación en español. Pues bien, él había aprendido el español de niño, su nombre y apellidos son completamente españoles, de familia mestiza, y había aprendido con los misioneros jesuitas y con las mercedarias de Bérriz algo de español, y en aquel momento, en los años 20 y 30, todavía era una lengua que más o menos podía escucharse con cierta frecuencia. Llegó la Segunda Guerra Mundial, fue movilizado como soldado japonés porque aquellas islas eran japonesas, y después llegaron los norteamericanos, los bombardeos, los desembarcos, y murieron allí miles de personas. Pero él, en el momento en que ya creía terminada su vida vistiendo el uniforme japonés, tuvo la idea de hablar en español, pensando que entre los soldados del ejército norteamericano habría alguno que hablara español y, efectivamente había uno que lo hablaba, y así pudo decirle que él no era japonés sino chamorro, que no era soldado sino intérprete. Y así, 40 años después, cuando me lo contaba, se emocionaba realmente explicando cómo había salvado su vida precisamente por saber español, por saber una lengua universal, y por eso proclamaba hace unos años, cuando le conocimos, que el español es la lengua más bella del mundo.