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EL SOCIALISTA

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Justicia Social - Identidad Nacional - Unidad Latinoamericana

Vocero del Partido Socialista Auténtico

4:00 A.M. (h. local)

Buenos Aires, Argentina, septiembre del 2002. Año 1 / Número 8

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Por un Gobierno Popular

de Unidad Nacional

Informe político del compañero Mario Mazzitelli ante el Congreso Nacional Extraordinario del P.S.A.

Queridos compañeros:

    Sean mis primeras palabras para pedir la libertad de todos los presos políticos, y rendir un homenaje a Domingo Quarracino.

   Es necesario hoy más que nunca desarrollar el P.S.A. en todos los terrenos.

   En el político para que se desplliegue con intensidad en el seno de la sociedad. En lo doctrinario para no perder la orientación estratégica sobre la finalidad última de construir la sociedad socialista.

   En lo organizativo para desarrollar el partido entre los trabajadores, los estudiantes, en el territorio, en las organizaciaones intermedias, en las asambleas y los piquetes, para estar indisolublemente ligado a nuestro pueblo, y no pretender ser otra cosa que una herramienta a su servicio.

La situación actual

     Después de la caída de la URSS y cuando algunos creían que se consolidaba sin problemas el régimen capitalista, las crisis se sucedieron sin solución de continuidad. En 1992 el debilitamiento de las monedas europeas se llevó por delante el sistema monetario. En 1994 el tequila mexicano significó un temblor cuyas cosnecuencias se hocieron sentir en los cimientos de todo el sistema. La salida al galope del capital financiero puso fin a la creencia que, la apertura indiscriminada de la eocnomía era un bviaje de ida a la modernidad. EE.UU. tuvo que socorrer a su vecino sureño con miles de millones de dólares para evitar su caída.

   En 1997 los tigres y dragones del sudeste asiático, amanecieron como gatos mojados y osos perezosos, a la hora de afrontar la crisis que se iniciara en Tailandia. Impotentes para controlarla sus conselcuencias también se hicieron sentir en todo el planeta.

   Pocos meses después se derrumba Rusia dejando de pagar su deuda. Hacia 1998 se inicia la crisis en la Argentina y América Latina.

   En 1999 Brasil devalúa fuertemente el Real agudizando los problemas de nuestra economía. Se debilitaba aún más nuestra capacidad de exportar a nuestro principal socio y cliente.

   Por ese entonces la Argentina, como alumno abanderado del FMI, y habiendo cumplido los deberes de privatización, desregulación, apertura indiscriminada del mercado financiero y comercial –convertibilidad mediante-, entrega de la seguridad social, disprotección de los trabajadores, ve agudizarse aún más la recesión que se iniciara en 1998.

   El presidente De la Rua desde el momento mismo de su asunción, se disciplinó detrás de la ortodoxia de los organismos financieros internacionales –hoy duramente cuestionados por Josep Stiglitz- produciendo ajuste tras ajuste. La consecuencia inevitable y previsible fue la agudización de todos los problemas, poniendo además, en crisis, al propio régimen constitucional que con tanto esfuerzo y sangre habíamos conquistado.

   En 2001, como en un cine en llamas, los capitales fugaron aceleradamente de la Argentina. Alrededor de 20.000 millones hasta fines de noviembre. Los sectores más acomodados y más ricos, nativos o extranjeros, que estuvieron en condiciones de advertir que se venía la debacle, pusieron a salvo sus divisas. Con la pasividad cómplice del gobierno, dejaron sin respaldo a miles de pequeños y medianos ahorristas. Consumaron literalmente una estafa, los bancos y el gobierno.

La crisis en EE.UU.

   En ese mismo momento, mientras la Argentina ardía en medio del hambre, los saqueos y las luchas callejeras, con su secuela de muertos, en los EEUU se ventilaba la mentira sobre la que se había montado buena parte del milagro de los años 90, la contabilidad creativa.

   Así es; el capitalismo que desde tiempos remotos superó sus crisis económicas y su tendencia declinante en la tasa de ganancia a través de: la ampliación de los mercados o la creación de nuevas mercancías, ahora lo hacía con una metodología mucho más frágil.

   La crisis se instaló y no solo es económica. Es política y moral. Las grandes estafas de las principales compañías Enron, Worldcom, la Consultora Anderssen –que lo es de Repsol- y otras, configuran una estafa a millones de accionistas que depositaron su confianza en estas empesas.

   Sólo la multinacional texana de la energía mostró irregularidades como que: 144 ejecutivos durante 2001 embolsaron casi 750 millones de dólares en sueldos, remuneraciones y bonos, y fraguaron balances, haciendo pasar por inversión lo que fueron gastos corrientes.

   La crisis de confianza está en el centro. Han mentido y fueron desubiertos. El 2 de diciembre el mismo día en que se implementaba el corralito en Argentina, Enron suspendió sus pagos. Su deuda ascendía a 31.000 millones de dólares, su cotización en bolsa fue cancelada y 4.500 empleados quedaron sin trabajo.

   La cuestión no solo envolvió a los EE.UU. También Auropa mostró ante el mundo que sus empresas utilizaban las mismas prácticas.

   Después del primer caso se sumaron Xerox, Johnson and Johnson, Global Crossing, IBM,Carlsberg, ABB, Nortel, Dynegy, Duke Energy, Adelphia, Tyco, Computer Associates, Enterasys, Imclone Systems, Kmart, Lucent, Network Ass., Peregrine Systems, Qwest Aid, hasta llegar a WorldCom cuya suspensión de pagos superó a Enron.

   Worldcom, empresa lider en EEUU en telecomunicaciones y transmisión de datos con alcance en más de 60 países, es la segunda compañía detrás de AT&T, es el primer proveedor mundial de redes de Internet. Mintió en sus libros contables por mas de 3.800 millones de dólares. Con aquella contabilidad creativa los papeles que cotizaban a 16 dólares por unidad cayeron, el 25 de junio de 2002 a 20 centavos. Inmediatamente despidió a 17.000 trabajadores.

   Arthur Anderseen tuvo la auditoría de las dos empresas; está procesado. Hay procesados y detenidos.

   La caída en las acciones en Wall Street fue desde 17,2 billones en el mejor momento de los ’90 a 10 billones. Se perdieron 7,2 billones de dólares en pocos meses. Algo así como 70 veces el actual PBI argentino.

   El desplome afectó principalmente a las empresas tecnológicas. Microsoft pasó de 581 a 277 mill millones. Citygroup de 204 a 150; General Electric de 522 a 275; Exxon de 267 a 236.

   Nuevamente la crisis no puede mirarse a través de la lente reducida del mal comportamiento ético de un conjunto de gerentes bandidos. Se trata de una crisis sistémica retrasada artificialmente pero que, inevitablemente, debía aparecer.

   Hoy la amenaza sobre Irak se parece mucho  a las viejas campañas romanas. Cuando la situación interna del Imperio entraba en crisis, una campaña sobre otros pueblos galvanizaba la situación interna y el emperador victorioso acrecentaba su poder político. Irak aparece como menos amenaza para la hegemonía de los EE.UU. que su propia crisis interna.

   A un año de los atentados contra las torres gemelas y el Pentágono, y sin que dejemos de expresar nuestro total repudio a estos actos, debemos manifestar con sinceridad que muchas son las dudas acerca de quienes fueron los verdaderos autores intelectuales.

   Lo ciertos es que este Congreso Extraordinario del Partido Socialista Auténtico se realiza en un momento histórico de crisis del modelo neoliberal en los países centrales y crisis del modelo neo-colonial en la Argentina y la periferia. Crisis integral de un mundo que puede estar anunciadno el inicio de una nueva etapa.

La crisis del Modelo

     Así es. Este modelo que empezó a engendrarse a mediados de la década del ’70 parece dar muestras de agotamiento definitivo. Este modelo que quizás tuvo su primer avanzada en latinoamérica en la ofensiva reaccionaria contra el gobierno de Salvador Allende consumada el 11 de setiembre de 1973, quizás tenga hoy, en esa misma fecha del año 2001 la señal de su finalización.

   Volviendo a nuestra actualidad resulta que el bloque de sectores dominantes, aún hoy hegemónico, no logra controlar la situación económica, social, política e institucional.

   La legitimidad moral del modelo impuesto a nuestro pueblo está en su origen. Golpe de Estado, represión, muerte, desaparecidos, tortura, miedo, mentrias, desconcierto, claudicación, traición y corrupción, constituyen los elementos sin los cuales sería imposible explicar la realidad actual. Ahora se expresa en una Corte Suprema repudiada por el conjunto de la sociedad, un Congreso totalmente descreditado y un Poder Ejecutivo cuyo mayor sustento es la fecha de su finalización.

   Con todo esto, las estructuras de poder dominante lograron resistir y avanzar durante todos estos años por efecto de varias causas entre las que podríamos señalar: el quiebre de la resistencia popular, la destrucción más amplia de las organizaciones del pueblo, el derrumbe del antiguo modelo diseñado al calor de la II Guerra Mundial, de sustitución de importaciones, la ejecución de un cuidadoso plan de cambios estructurales elaborado por la derecha, la debilidad ideológica, política y moral de los dos partidos mayoritarios, el debilitamiento internacional del campo socialista, la avalancha neoliberal y la prepotencia avasallante del imperialismo sintiéndose dominador absoluto de la escena internacional.

   Ahora, en esta transición en nuestro país están desorientados y empantanados. No logran siquiera lo que ayer les hubiera resultado sencillo: la privatización del Banco Nación, el Ciudad y el Provincia.

   Es que a lo largo de los últimos años, pequeños núcleos, organizaciones sociales, gremiales, barriales, estudiantiles y hasta empresariales, partidos políticos de izquierda o del campo popular, fueron desarrollando de diversas formas, en distintos tiempos y lugares, distintas maneras de resistencia a la oleada reaccionaria.

   Luchamos contra el bombardeo permanente de los grandes medios de comunicación, que anaunciaban el fin de la historia, elderrumbe definitivo del socialismo, el sin sentido de luchar por sueños y utopías sociales, la exacerbación del individualismo y el desaliento a pelear por cualquier reivindicación. Esta prédica hizo mella en la voluntad de millones de personas que perdieron la fe en los resultados de la lucha. La situación supo llegar al extremo que el 10% más rico de la sociedad, impulsor ydefensor del modelo, tuvo como aliado principal al 40% más pobre. Esta extraña alianza tiene componentes históricos, materiales y políticos que exceden la intención de estas breves palabras, pero que sin lugar a dudas será tema de análisis por parte de historiadores y sociólogos del futuro.

   Asimismo, las enormes capas medias recibieron algunos beneficios del modelo como: incremento en el consumo, modernización de los servicios, acceso a bienes deseados durante mucho tiempo y finalmente alcanzados; mantuvo entonces una actitud dura desde lo político, pero flexible respecto del modelo. Pero la sociedad se ha recompuesto y hoy está en mejores condiciones subjetivas de emprender una nueva oleada popular.

   La situación objetiva parece favorable; al abrirse grietas muy fuertes en las estructuras dominantes, se crean posibilidades de una inteligente ofensiva política de parte de los sectores que planteamos el cambio revolucionario. La suerte de dicha posibilidad está por verse.

La situación nacional

     Ya hemos analizado en otras oportunidades las etapas de instalación, desarrollo, estabilización y decadencia del modelo. Como quedó dicho, el agotamiento definitivo sobreviene a partir de 1998. Liquidado el patrimonio público y agotada la capacidad de endeudamiento, se inicia una recesión que dura hasta nuestros días y que resulta una verdadera curiosidad por la extensión de la misma.

   La derecha puso en práctica todo tipo de resupuestas, a sus mejores hombres: Cavallo, López Murphy, Stuzzeneger, Machinea, las consultoras locales y la tecnocracia del FMI, y no logró resultados prácticas, ni explicaciones satisfactorias.

   El derrumbe de 2001 se produjo cuando la crisis llegó al corazón del sistema: el aparato financiero.

   La crisis estructural emergió con toda su potencia al quedar sin respaldo líquido los depósitos de cientos de miles de ahorritas. Sobrevino entonces la desmonetización total de la economía; se agudizó aún mas la recesión, millones de familias perdieron acceso a ingresos mínimos en buena medida provenientes de la clase media, el hambre se apropió de los hogares –como tal vez nunca antes en nuestro país- y los saqueos se hicieron hora tras hora más corrientes extendiéndose en la geografía nacional. El caos social se apropió de la situación y el 19 de diciembre de 2001 al llegar el gobierno al extremo de declarar el Estado de Sitio, el estallido de los sectores medios a través del cacerolazo produjo tal vacío de poder que el derrumbre se hizo inminente. La jornada del 20 de luchas callejeras impulsadas por miles de jóvenes selló el final de De la Rua.

   Si alguien alguna vez sostuvo que la revolución presupone: descontento con la situación presente, representación de un futuro distinto y voluntad y organización para cambiar la historia, en esos días solo se dieron algunas de las condiciones, pero no todas. No hubo revolución. Solo una crisis terminal de un modelo, que de todas maneras no llegó a modificar la composición de los sectores políticos dominantes, a pesar del “que se vayan todos”.

   No hubo revolución, pero ya nada será igual.

   Devaluación, mayor caída de la actividad interna, inflación, achicamiento del poder adquisitivo del salario, mayor desocupación, hambre, son secuelas de las políticas aplicadas a partir del 1° de enero por Duhalde.

   No obstante estas verdades incontrastables, han logrado algunos avances. Estabilizaron el dólar, desaceleraron la inflación, se hicieron rentables algunas actividades como la producción agropecuaria, algunas industrias exportadoras y sustitutivas de importaciones, turismo. La balanza comercial comenzó a dar un gigantesco superávit (15. Mil millones) producto de la caída estrepitosa de las importaciones. La recaudación impositiva se estabilizó producto del nuevo impuesto (retenciones a las exportaciones agropecuarias) y lograron superavit fiscal primario. Licuados en gran medida, los ahorros comienzan a ser devueltos en cuentagotas, encaminando el tema del corralón y el corralito.

   Y miremos las asambleas populares. Han cumplido una misión histórica. Rompieron el cascarón neoliberal con el que habían aislado a un vecino de otro. No importa si hoy son mas o menos los participantes. El parto ya se ha dado y la criatura se ha hechado a andar. Ahora millones de argentinos saben que no hay soluciones personales. Que estamos en el mismo barco. Unidos indisolublemente. Con un destino común y que la suerte de mi semejante no me es ajena. Ningún dolor o injusticia de otro argentino me es ajena. Y allí con la creatividad propia de un pueblo que visualiza el camino, surgió el canto: “piquete y cacerola, la lucha es una sola”.  Las asambleas tuvieron la impronta de las capas medias.

   El movimiento obrero no aparece a la altura de las circunstancias. O bien porque cada obrero ocupado está sometido a la presión del ejército de reserva o porque está a cargo de una familia donde abundan los desocupados y con la comida no se juega, lo cierto es que su rol actual ha pasado a un segundo plano.

   Lo cierto también, creo yo, es que llegada la etapa histórica del cambio, los trabajadores van a aportar en el sentido esperado. Está en su naturaleza y no deberíamos desconfiar a pesar de dirigencias traidoras y claudicantes.

   Allí están los vastos sectores que deberían conformar un frente común: la clase trabajadora, los expulsados del sistema productivo y las amplias capas medias.

Por un gobierno popular

¿Qué tareas debería darse un gobierno popular?

   Un Programa Mínimo que ponga fin a la situación de pobreza y miseria de millones de compatriotas a través de una fuerte redistribución de la riqueza, que reactive la economía a través de la obra pública y la reindustrialización, que cree fuentes de trabajo a través de la pequeña y mediana empresa, que recupere para la Nación la energía y los resortes estratégicos para un desarrollo sostenido, que revise en forma inteligente todas las privatizaciones, que termine con la prevalencia del capital financiero y de solución al problema de la deuda.

   ¿Cuáles son las primeras medidas de un gobierno popular? Darle alimento y techo a todos los que lo necesitan. Con un gobierno popular el hambre desaparece de nuestra tierra en pocos días. Se deben movilizar todos los recursos necesarios –económicos, los trabajadores del Estado, todas las instituciones intermedias de la sociedad- con el fin de que todos tengan comida. Comida que no deberemos importar dado que como todos saben la Argentina produce mucho más alimento del que estamos en condiciones de asumir.

   Tenemos denuncias sobre la depredación de la riqueza ictícola, donde buques factoría extranjeros están tirando diariamente 50 toneladas de merluza al mar. Proteínas de gran calidad que podrían ayudar a resolver el drama del hambre de nuestros niños.

   Además y dentro de lo urgente, un gobierno popular, debe garantizar la educación para los más pobres –incluso dando tres comidas en la escuela cuando esto sea necesario- y la salud.

   El Estado debe avanzar a través de todas sus posibilidades en la producción de medicamentos, sea a través de los laboratorios de las FFAA, del Malbrán, de las Universidades o las Municipalidades como es el caso de Rosario. Sea a través de convenios con países latinoamericanos que a menor costo dan una atención de la salud más eficiente.

   Entonces: ni un argentino con hambre, ni un argentino sin techo, ni un niño sin escuela, ni un enfermo sin atención, son las consignas inmediatas de un nuevo gobierno popular.

   De cumplirse este programa se recreará un poder político del pueblo capaz de plantearse nuevos avances.

La participación y la lucha

     Quienes tenemos la responsabilidad de producir el cambio no hemos estado a la altura de las circunstancias. Las causas son múltiples y vienen de vieja data. No resulta el momento de analizarlas en detalle, pero sí señalar algunas: gran dispersión entre las fuerzas políticas –con diagnósticos y modos de acción diversos-, dispersión también de las fuerzas sociales en movimiento y de éstas respecto de las fuerzas políticas, desconcierto político de fragmentos importantes de la población acerca del rumbo apropiado a seguir.

   Dicen que esta convocatoria electoral es tramposa. ¡Qué sorpresa! ¿Cuándo no fueron tramposas?

   Pero la disyuntiva no es “ir o no ir” a elecciones. La cuestión está en romper la trampa con protagonismo popular. Convocando a cargar las urnas con cambio, con transformación, con protesta, con propuesta. Millones rompiendo la trampa con su voto. Cuando el pueblo quiere no hay arriba que lo pueda impedir. Cuando el abajo se mueve el arriba se pone nervioso y se cae. La Democracia es el gobierno de los de abajo.

Convocamos a la participación.

   A los jóvenes en primer lugar. Que sepan que es bueno dedicarse a defender causas justas y que esto dignifica la vida.

   A participar a los descreídos, a los que han perdido la fe en las instituciones, a los que creen que no vale la pena. Los que hemos luchado por lograr los cambios en paz y nos esforzamos durante los años negros para recuperar un régimen constitucional no estamos dispuestos a que una casta política corrupta y decadente, tire por la borda tanto esfuerzo y tantas vidas como ha costado.

   Convoquemos a construir una democracia económica, social y cultural. Una democracia participativa, para lograr un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

   Esta convocatoria del P.S.A. y de todos nuestros amigos, para presentar candidatos a presidente y vice, no es para hacer comparsa en una Democracia que se ha vaciado de contenido. No. Esta convocatoria es para anunciar que este grupo de compañeros, asociados a un número significativo y creciente de compatriotas, tenemos la firme voluntad –junto a la mayoría de nuestro pueblo- de iniciar una nueva etapa. La lucha electoral es solo un componente significativo; la tarea se despliega en todos los terrenos.

Los argentinos no merecen tanto sufrimiento

Están los recursos, solo falta que dispongamos de ellos. Y la institución que tiene la responsabilidad es el Estado. Un nuevo Estado democratizado, abierto y transparente que cumpla el rol que la sociedad lo exige y no el que dan las minorías corruptas del privilegio.

   ¿Qué país nos dejan?

   Si una sociedad ante todo se mide por cómo se trata a sus niños y sus jóvenes, y a sus ancianos, remitámonos a observar algunos datos oficiales. En todo el país los menores de 18 años son 12,5 milones de compatriotas. El tercio joven de la población que representa el futuro. De éstos, 8,6 millones (el 70%) están por debajo de la línea de la pobreza; y de éstos a su vez, 4,4 millones de niños y jóvenes se encuentran en la indigencia. Es decir, estos últimos 4,4 millones no alcanzan a percibir una dieta c apaz de garantizar un crecimiento normal y desarrollar la vida en plenitud. Muchos de ellos no alcanzarán la talla y el peso. Y su cerebro no se habrá desarrollado con el potencial que su herencia determina.

   La extrema pobreza resta derechos. A la alimentación, a la salud, a la educación, a una sana recreación. Deshace los hogares.

   Crea condiciones para el surgimiento del delito y el crimen organizado; la droga, el juego, la prostitución. Y nos resta futuro a todos los argentinos.

   La situación de nuestros ancianos no es muy distinta. La mayoría de las jubilaciones se ubican por debajo de la línea de indigencia. Y quienes no tienen un ahorro previo o una familia en la que respaldarse, les espera un final lleno de angustia y decaimiento.

   Nuestros trabajadores sufren la doble consecuencia del desempleo y la caída del salario que es el más bajo de los últimos 50 años.

   Hace 10 años el desempleo rondaba el 6%; después de la consumación del modelo llega al 25%.

   En 1992 el 10% de los hogares estaba por debajo de la línea de la pobreza; hoy, el 653%.

   En la misma fecha la deuda externa se situaba en alrededor de 60 mil millones de dólares; hoy alcanza los 150 mil millones.

   Durante la última década y exceptuando los últimos meses el pago de los intereses de la deuda fue lo único que creció en el presupuesto; incluso a costa del presupuesto en salud y educación.

   La política de ajuste signó los últimos años. Sin que el blindaje, el canje, el megancaje o el presupuesto “cero”, modificaran un ápice la situación. Y este año se estima una caída en el PBI del 15%.

   Se concentró la riqueza de manera que el 10% más rico gana 37 veces más que el 10% más pobre. Creando además las condiciones para una formidable fuga de capitales que algunos estiman en 130 mil millones de dólares.

   Sin abundar más en números, quiero dejar en claro que nos dejan una Nación más pobre, más injusta, más inculta y con menos esperanza.

   Es tarea de los socialistas recrear las condiciones para el cambio. Es mucho lo que le podemos aportar a nuestro pueblo y no es hora de escatimar esfuerzos.

    La consigna es trabajar, estudiar, luchar. Hasta la victoria.  

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