Felicidad

Dos niños en todo iguales a Uds., a los que les gustaba la exploración, se perdieron en los bosques.

Vagando fuera de los caminos trillados, se encontraron de repente sobre un sendero secreto, acogedor y verdoso, indicado por un cartel sobre el cual se podía leer una palabra FELICIDAD.

De nuevo su afán de exploración les hizo seguir adelante en el camino y al cabo de un rato sus pasos les llevaron delante de una casita. Empezaba a oscurecer y sintiendo un poco de miedo llamaron a la puerta. Un hombre viejo les abrió. Estuvieron a punto de echar a correr, pero el anciano tenía un semblante tan afable que no lo hicieron.

El hombre los invitó a entrar. Compartieron su comida y enseguida se sintieron mucho mejor.

Empezaron a mirar alrededor y notaron entonces algo que les intrigó mucho. Colgadas del techo caían una gruesa cadena y una cuerda.

"Que raro...", pensaron. Miraron arriba... Miraron abajo... Miraron alrededor

de ellos... Pero seguían sin comprender nada, por lo que sencillamente preguntaron:

- Discúlpenos señor, pero ¿qué hace Ud. en la vida?

- Ayudo a la gente a encontrar la felicidad.

-Oh, por favor señor enséñenos. - Con mucho gusto -dijo el anciano-. Está al alcance

de todo el mundo, con tal de desearlo realmente.

Quedensé tranquilos en sus lugares y observen esta cuerda y esta cadena. Quizá tengan algo que contales.

Se quedaron en sus bancos, con los ojos puestos en la cuerda y la cadena. Al rato constataron que nada se producía.

- Nada - dijo uno.

- Nada de nada - insistió el otro.

- Miren un poco más de cerca - dijo el hombre.

Se acercaron y vieron que cada eslabón de la cadena, cada hebra retorcida de la cuerda, representaban una noción importante, hasta la llevaban escrita encima...

- Nada, ¡todavía no comprendemos nada!

- Se los explicaré -dijo su anfitrión-. 

La mayoría de la gente, incluso los adultos, cometen un error temible. En su mente confeccionan una especie de cadena con todo lo que estiman importante para su bienestar, y cuando uno de los eslabones llega a romperse, lo cual no es raro...toda la cadena se desmantela y su felicidad cae por el suelo. Aunque los otros eslabones no se rompan ya no tienen ningún valor.

-Pero ¿qué se debería hacer?

- Hay que aprender a trenzar las cuerdas de la felicidad de tal forma que si una hebra llega a romperse, e incluso si la solidez de la cuerda se encuentra disminuída, nada se suelte ni se derrumbe.

- Y es mucho más fácil de reparar -dijo uno de los niños.

- Exacto -aprobó el anciano. - Es verdad, es lo que ocurre -reconocieron los niños.

- Por esto, cuando alguien es víctima de un minúsculo accidente, parecería que de repente se le viniera encima el mundo entero.

Los tres rieron de buena gana.

- ¿Pero por qué la gente comete este mismo error a lo largo de toda su vida?

- Porque nunca se toman el tiempo para pensar en ello -respondió el viejo. Pero apenas graban en su mente la imagen de la cadena y de la cuerda ya están transformados.

Como se hacía tarde, el anciano les prestó unas mantas con las que se envolvieron y se acostaron cerca del hogar hasta la mañana siguiente.

Con el nuevo día, cuando se preparaban para irse, preguntaron al anciano:

- ¿Es aquí donde acaba el camino de la felicidad?

- Oh, no. Apenas dieron los primeros pasos. Cuento con numerosos amigos a lo largo de este camino. Tendrán que encontrarlos uno tras otro si quieren, al final del viaje, saber algo acerca de las cosas de la felicidad.

Pero no se olviden jamás de esto...saber es una cosa.

Pero vivirlo ¡es otra!

Caminaron todo el día, deteniéndose sólo para saciarse a la orilla de un río, mordiendo con mucho apetito los bocadillos que el anciano le había preparado antes de la partida.

A la caída de la tarde, a esa hora en que los temores infantiles vacilan entre dos luces, vieron de pronto no muy lejos de ellos una pequeña y preciosa granja

escondida entre el follaje y completamente rodeada de ruedas de carreta.

- Curioso -pensaron-, realmente curioso...

Llamaron a la puerta con timidez y una pareja de viejecitos vino a abrirles:

- Entren -les dijeron- los esperábamos.

Pero uno de los niños no tuvo paciencia y preguntó:

- ¿Para qué sirven todas esas ruedas?

El anciano y su mujer les contestaron:

- Vayamos a verlas antes que sea completamente de noche.

Al mirar las ruedas vieron que estaban maravillosamente decoradas.

- ¡Es fantástico! -gritaron los niños- ¿Podemos ver más?

- Sigannos -dijo la pareja.

Detrás de la pequeña granja descubrieron una gran cantidad de carretas, carros y carretillas.

- ¿Las fabricaron ustedes?

- Si, las hicimos nosotros.

- ¿Pero para quién?

- Para los que recorren el camino de la vida.

- Explíquennos mejor - insistieron los niños.

- Entremos y sientensé cerca del fuego -dijo el anciano.Cada uno de estos carros tiene cuatro ruedas...

1- La rueda de las necesidades corporales que consisten en liberarse del hambre, la enfermedad y el frío. - Ésta, menos mal que la tenemos - dijo uno de los niños con conocimiento de causa.

Pero muchos, muchos niños e incluso mayores, no disponen siquiera de esta primera rueda.- ¿Ni siquiera de ésta? -dijo sorprendido el otro niño.- Desgraciadamente, no.

2- La rueda del amor, hecha de dos mitades unidas: amar y ser amado.

Sin esta rueda se toma frío rápidamente, incluso en pleno verano.

3- La rueda de los fines terrenales. - ¿Qué es esto...el fin del mundo? - Son las etapas que, a lo largo de toda la vida, dan sentido y dirección al viaje...cambian a cada instante a medida que se avanza... - ¿Y la última de las cuatro ruedas? -preguntó uno de los niños.

4- Es la rueda de los fines superiores...Son las cosas a las cuales aspiramos llegar pero que residen mucho más allá de las realidades tan limitadas de este mundo.

- ¿Y esto es lo que la gente necesita realmente para hacer su camino en la vida?

> - Es todo lo que necesitan realmente, si. Lamentablemente amontonan en sus carros una cantidad tan grande de cosas de las cuales dependen que terminan, muy a menudo, rompiendo los ejes.

- ¿Pero ustedes saben reparar las ruedas?

- No siempre -contestó el anciano con una sombra de tristeza- las ruedas de la salud y del amor son muy difíciles de poner en condiciones.

- Y ¿por qué quieren cargar tanto el carro? -preguntaron los niños.

- Porque la sociedad lo inculca por medio de todo lo se ve y se oye...pero hay algo peor...se les mete en la cabeza que por más que han conseguido lo que querían el año pasado, tienen que desear aún más el año que viene.

- ¡Esto es absurdo! -gritó uno de los niños.

- Pero es así -observó el anciano con un tono de melancolía.

- ¿Qué se puede hacer entonces para ayudar a los mayores?

Hay que empezar a mostrarles que todo lo que amontonan en sus carros puede ser muy agradable, pero que no se puede tomar en serio...¡sólo son los juguetes de la vida!

- ¿Piensas que los mayores les dan realmente mucha importancia?

- Están dispuestos a morir por ellos.

- ¡Son realmente pequeños mayores!

Todos rieron.

- ¿Por qué algunos se contentan sólo con su carro, mientras otros corren hacia la muerte porque quieren cada vez más sus cosas? -preguntaron. - Porque la gente no ha comprendido bien que la felicidad es un juego que sube y baja entre lo que se

tiene y lo que se desea; cualquiera que pueda ser vuestro peso, si lo que desean es más pesado, se quedarán en la posición baja, insatisfechos. Pero si lo que tienen es muy ligero y lo que desean lo es aún más, se quedarán en la posición alta, muy satisfechos.

No olviden jamás -dijo el anciano- que si su carro está sobrecargado de cosas y no dejan nunca de temer que sean perdidas, robadas, caídas o rotas por los baches del camino, serán prisioneros de ellas.

- La sopa está servida -dijo la mujer. El buen olor les dio apetito. Tan pronto terminaron de cenar, todos se fueron a la cama.

 

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