DOCTRINA CATÓLICA
CATECISMO SOBRE EL MODERNISMO

CARTA DE SU EMINENCIA EL
CARDENAL MERRY DEL VAL AL AUTOR

   Ilustrísimo Señor: 

   Me es grato tributar a Vuestra Señoría Ilustrísima, en nombre desl Sumo Pontífice, una magna alabanza y, a la vez, expresarle la más viva satisfacción por haberle hecho llegar, por mi intermedio, el magnífico opúsculo de Vuestra Señoría titulado: "CATHESISME SUR LE MODERNISME D'APRÈS L'ENCYCLIQUE PASCENDI DOMINI GREGIS".

   El carácter del documento pontificio y la naturaleza de los errores allí condenados, podrían hacer difícil la inteligencia rápida y completa de las menores partes de la importantísima Encíclica, particularmente para las clases menos cultas y ajenas a las corrientes de doctrina buenas buenas y malas, y también para quienes aceptan con demasiada facilidad, por desgracia, los errores sobre todo cuando éstos se presentan bajo falsas apariencias científicas, por carecer de la suficiente perspicacia para comprender con igual prontitud la causa del mal.

   Habéis cumplido, por ello, una obra de insigne utilidad al dividir el documento en preguntas, según el método simple y sencillo de vuestro Catecismo, poniéndolo así al alcance de los entendimientos menos cultivados.

   Su Santidad se complace en el genial y provechoso trabajo de Vuestra Señoría y os alaba también, bajo otro concepto: porque en nada os habéis apartado de la letra de la Encíclica. Su Santidad os augura la recompensa de una amplia difusión de vuestro estudio tan oportuno, y os otorga de todo corazón la Bendición Apostólica.

   Después de haberos informado al respecto, os agradezco asimismo el ejemplar de dicho opúsculo que tan gentilmente me habéis ofrecido, y os reitero los sentimientos de mi profundísima estima. 

   De Vuestra Señoría, muy devoto servidor.

                                                                               R. Card. Merry Del Val

Roma, 14 de diciembre de 1907.

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PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN

   Acababa de aparecer la encíclica PASCENDI DOMINICI GREGIS irradiando su triunfante luz sobre el  mundo católico.

   La encíclica era ya tema de todas las conversaciones tanto en las filas desconcertadas de los enemigos de la Iglesia como en las de los emocionados y agradecidos amigos de la verdad.

   Entre tanto, fui a visitar a los nuevos huéspedes del castillo de Poyanne: allí se había refugiado el Seminario Mayor de Aire-sur-l'Adour tras las expulsiones recientes.

   Estaba allí el distinguido profesor que, desde hace quince años enseña el dogma a los jóvenes clérigos, el abbé Lahitton,  sabiamente progresista, pero enemigo de novedades subversivas. El abbé se ha opuesto siempre con energía a cualquier invasión de las ideas modernistas. Lo hallé radiante de alegría y exclamó:

   —¡Qué Encíclica! ¿La habéis leído?

   —Sí, pero ¿qué sacerdote al recibirla pudo dormir esa noche sin leerla íntegramente? No obstante, no basta leerla, es necesario estudiarla.

   —Sí —replicó el abbé— porque contiene todo un programa de teología adaptado a las necesidades actuales, ¿qué digo?, todas las ciencias eclesiásticas se despliegan allí conjuntamente y cada una de ellas acaba de recibir del Pontífice infalible la contraseña que debe asegurar su progreso.

   —Es verdad —dije— y estamos frente a un espléndido monumento. Cada uno deberá desmontarlo pieza por pieza para analizarlo en detalle. Pero temo que a muchos les falta tiempo y valor.

   —¿Sabéis lo que he pensado? —agregó el amable profesor.

   — ¿Qué?

   —Al concluir el año escolar hice leer a mis queridos alumnos vuestro catecismo sobre la encíclica de León XIII: "De Conditionr opificum"[1]. Las preguntas subrayan las respuestas con acierto y las hacen comprender mejor. Deberíais hacer el catecismo de la nueva encíclica.

   —Ya lo había pensado, pero...

   —Es menester hacerlo. Prestaréis servicio a tantos sacerdotes atareados que no disponen de tiempo libre para analizar el documento pontificio; a nuestros seminaristas que tendrán así un manual claro y preciso de los errores modernistas con las respuestas para refutarlos; a los jóvenes de nuestros círculos de estudio que deben profundizar doctrina tan pura; y a tantos otros...

   —Si, pero falta el tiempo... el trabajo apostólico me deja poco tiempo libre. 

   —¿Y si nos pusiéramos a trabajar de inmediato?

   —Manos a la obra. 

   Y tomamos de inmediato la Encíclica.

   A medida que avanzábamos, que a las preguntas planteadas sucedían las respuestas luminosas, fuertes, triunfantes, subrayadas con nuestras exclamaciones admirativas, comprendíamos la utilidad de esta obra.

   Llegó después el profesor de filosofía, tomó algunas cuartillas y luego de leerlas dijo:

   —Vuestras preguntas son rayos de potente luz que se proyectan en todas las reconditeces de la encíclica, de modo tal que nada escapa a la inteligencia del lector".

   El venerado Vicario General que dirige este Seminario Mayor expresó su asombro porque había percibido cosas que escapan a una primera lectura.

   Así estimulados, pusimos fin al trabajo, y lo ofrecemos a quienquiera desee estudiar con facilidad y ahondar profundamente esta enseñanza, tan necesaria y oportuna para todas las mentalidades contemporáneas.

   Pido a los lectores compartan mi gratitud hacia el abate Lahitton, querido colaborador y excelente amigo, con el cual he pasado momentos tan gratos.

   Pío X declara: "Es hora de desenmascarar a esos hombres" y "mostrarlos tal cual son ante la Iglesia Universal". Este Catecismo, al quitar esa máscara permite mirar de frente todos los rasgos odiosos y repugnantes del Modernismo.

   ¡Atrás!¡Atrás!

                                                                      J. B. LEMIUS

PREFACIO PARA LA EDICIÓN
DE "FORTS DANS LA FOI"
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Índice general


NOTAS
  • [1] Se trata de la encíclica "Rerum Novarum", que lleva por subtítulo: "De conditione onificum", es decir: "Sobre la condición de los obreros" (cfr. "Actes de León XIII", Bonne Presse, París, s/d., t. III, p. 18). (N. del E).