DOCTRINA CATÓLICA

Catecismo de la 
Realeza Social de Jesucristo
del Padre Phillippe

DÉCIMA LECCIÓN

LOS CASTIGOS QUE DIOS MANDA A LOS PAÍSES

Y NACIONES QUE ABANDONAN AL SEÑOR

  • 75. ¿Castiga Dios en esta vida a las Naciones culpables?

       Es bastante difícil responder de manera clara y completa a esta pregunta. Entre las católicos impregnados de liberalismo, no se acepta la teoría del castigo infligido a los países culpables.

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  • 76. ¿En qué se fundan los católicos para afirmar que la expiación tiene lugar en este mundo por las Sociedades?

       La teoría en la que nos fundamos es la siguiente: los individuos que han cometidos faltas, pueden expiarlas en este mundo. Si no los expían aquí, las expiarán en la eternidad. Los individuos serán castigados en la medida de los pecados que hayan cometido, sea en el Purgatorio, reparando por ellos, o en el infierno, padeciendo tormentos eternos. Las Sociedades en cuanto tales, no entran en la eternidad. Si se han hecho culpables, solamente pueden ser castigadas en este mundo. Y puesto que su pecado es un pecado contra la justicia, éste pide una reparación. Por esto, los países que han abandonado al Señor, deben expiar y reparar en esta aquí, en este mundo, por lo que la Sabiduría de Dios debe infligir a los Pueblos los castigos conformes a sus designios eternos. 

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  • 77. ¿Cuáles son los castigos conformes a los designios eternos?

        Los países y pueblos, como toda Sociedad, le deben a Dios, en estricta justicia, si son culpables, una reparación y expiación. La medida de esta expiación, sobre todo cuando ésta debe tener su cumplimiento por medio los castigos divinos, está en manos de la sabiduría y decretos divinos. Dios no está obligado a infligir un castigo social por el hecho de que se haya merecido este castigo. Muy a menudo, puede decirse incluso que siempre, Dios se Comporta con los pueblos según sus designios de misericordia y amor, guiado por su deseo de salvar a las almas. En un castigo social, preparado, querido y puesto en acción por El, encontramos siempre la voluntad salvífica de Dios. Por el castigo social, Dios quiere mover las almas y regresarlas a Sí. Por esta razón, no es fácil conocer los proyectos eternos de Dios en el castigo con el que hiere a los países. Lo que debemos considerar es que Dios puede castigar, que de hecho castiga, y que para evitar estos castigos es necesario que el Orden Social entero se someta a El.

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  • 78. Lo dicho parece justo. Pero, ¿pueden confirmarse estas enseñanzas con palabras y doctrinas enunciadas por las Autoridades que gobiernan la Iglesia?

         Los Papas y los Obispos hablaron muy claramente y sin lugar a duda pronunciaron su pensar. Escribía el Papa Pío XI en su primera encíclica: "Mucho antes de que la guerra pusiera fuego a Europa, la causa principal de tantos males obraba ya con una fuerza creciente, tanto por la falta de los particulares como por la de las naciones; causa que el horror mismo de la guerra hubiese suprimido si todos hubiesen comprendido el significado de estos terribles  acontecimientos... A causa de haberse miserablemente separado de Dios y de Jesucristo, los hombres han decaído de su felicidad pasada en este abismo de males; por la misma razón, todos los programas que tramaban para reparar las pérdidas y salvar lo que queda entre tanta ruina, han caído en una casi completa esterilidad. Como se excluyó a Jesucristo de la legislación y de los asuntos públicos, las leyes perdieron la garantía de las sanciones reales y eficaces"...    En su alocución consistorial de¡ 24 de diciembre de 1917, el Papa Benedicto XV declaró solemnemente: "Así como el desarreglo de los sentidos en otro tiempo precipitó las más célebres ciudades en un mar de fuego, también en nuestros días la impiedad de la vida pública, el ateismo puesto como sistema de pretendida civilización han precipitado el mundo en un mar de sangre".

       El mismo Papa en la misma alocución afirma que "las calamidades presentes no se acabarán hasta que el género humano se vuelva hacia Dios".

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  • 79. ¿Con qué castigos Dios aflige a las Naciones culpables?

       Todas las calamidades que puedan conducir a los Pueblos a la reflexión sirven para el cumplimiento de los planes de Dios. La guerra, las enfermedades, las catástrofes de toda clase y por encima de otra cosa, las calamidades de orden intelectual y moral pueden afectarlos y conducirlos al arrepentimiento.

       Nuestro Señor Jesucristo nos habla de todos estos males. Habla sobre todo del gran mal de la ceguera. Dirigiéndose a los judíos: Este pueblo no comprenderá, decía, porque no puede comprender, y no puede comprender porque no quiere comprender.

       Estas palabras deben comprenderse en el sentido de un castigo social. No hay nada peor como el ser uno mismo la causa de su propio mal a causa de no querer comprender. Los Judíos -y Nuestro Señor les hizo el reproche- no comprenden que El es el Mesías, el Hijo de Dios, siendo que para la Nación judía el único medio de salvación es el reconocimiento y la profesión de la y Divinidad de Jesucristo. Sin embargo, el pueblo judío se obstina en su firme voluntad de no comprender que esa es la realidad, y Dios le habla de esta manera: Oh pueblo que eres mí Pueblo, sólo hay para ti un medio de Salvación: Jesucristo. Acéptalo y te salvarás. Y el Pueblo responde: No quiero comprender que esa sea la realidad. Y Dios te replica: Puesto que no quieres comprenderlo, acepto tu voluntad: no lo comprenderás. Este es el castigo que te doy. Lo mismo ocurre con la Sociedad Católica de nuestros días. Para salvar el Orden Social y los Pueblos, éstos deben empezar por comprender que solo Jesucristo es su Salvación. Pero no lo quieren comprender. Dios se conforma con su obstinada voluntad. No comprenden, no ven, ni pueden ver en Jesucristo solo, su Salvación: tal es su castigo. A este punto de vista general, se añaden muchos otros, de orden más especial, No se comprende que es necesario suprimir en el Orden Social los principios del Derecho Moderno, las grandes libertades modernas. No se comprende la necesidad de negársele a cada quien la libertad de opinión. No se comprende que es necesario, cueste lo que cueste, oponerse a la invasión de los principios perversos y que se deba favorecer la sola verdad católica. No se comprenden una gran cantidad de cosas. Todo esto denota el carácter y marca de un castigo que aflige los Países y los conduce a su perdición. El Papa León XIII escribía en 1881: "Por una consecuencia fatal de la guerra hecha a la Iglesia, la Sociedad civil se halla actualmente expuesta a los más graves peligros, puesto que las bases del Orden público han sido tambaleadas, los pueblos y sus jefes no ven ante ellos sino amenazas y calamidades". Y el mismo Papa escribía también: "De todos los atentados cometidos contra la religión católica han venido y seguirán viniendo sobre las Naciones los peores y más numerosos males".

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  • 80. De esta manera, ¿acepta usted que Dios se sirve de los acontecimientos, desorganizaciones y desórdenes sociales para castigas a los países?

       Evidentemente Dios recurre a todos estos medios para hacerle sentir al hombre que El, el Infinito y el Creador, no necesita de nadie y que, al contrario, el hombre necesita de Dios.

       Así, los asuntos de orden económico pueden contribuir enormemente a hacer comprender que si los desastres afligen a los países es para desapegar a los habitantes de los bienes de este mundo y enseñarles que todas las riquezas dependen de Dios y no deben servir sino a su amor. Las riquezas deben contribuir a mantener a Dios y Jesucristo en toda sociedad y, por consiguiente, deben servir a establecer y desarrollar la Realeza Social de Jesucristo en el universo entero.

UNDÉCIMA LECCIÓN

REMEDIO A LOS MALES ACTUALES

  • 81. ¿Cuáles son los remedios a los grandes males que están desolando el mundo entero y cada país en particular?

       A esta pregunta el Papa León XIII responde de una manera apremiante. He aquí las palabras con las que se expresa: "Este es el secreto del problema: cuando un ser orgánico perece y se corrompe, es que ha cesado de estar bajo la acción de las causas que le habían dado su forma y constitución. Para restablecerlo sano y vigoroso, no es de dudar que se lo deba someter de nuevo a la acción vivificante de estas mismas causas. Ahora bien: la Sociedad actual, en su loca tentativa de estar fuera del alcance de Dios, ha rechazado el orden sobrenatural y la revelación divina; de este modo, se ha sustraído a la saludable eficacia del cristianismo, que manifiestamente es la garantía más sólida del orden, el bien más fuerte de la fraternidad y la fuente inagotable de las virtudes privadas y públicas... . De este abandono ha nacido la turbación que encontramos actualmente. Esta sociedad descarriada debe por consiguiente regresar al regazo del Cristianismo si le interesa su bienestar, su descanso y salvación".

       En otro lugar dice el mismo Papa: "Regresar a los principios cristianos y conformar con ellos toda la vida, las costumbres y las instituciones de los Pueblos, es 'una necesidad' que cada día es más evidente. Del desprecio en el que se han relegado estas reglas han venido tan grandes males, que sólo el hombre insensato podría considerar, sin una dolorosa ansiedad, las pruebas del presente, o no prever sin temor las perspectivas del futuro".  

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  • 82. ¿Hay medios eficaces para aplicar estos remedios?

       Al venir Jesucristo sobre la tierra y confiarle Dios su misión, la finalidad era la salvación de los Pueblos de todos los siglos. El Divino Maestro lo dijo: "Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos". ¿Qué era el mundo al momento de nacer Jesucristo? Todas las naciones y Pueblos, salvo el Pueblo judío, eran víctimas del error, la impiedad y la inmoralidad del paganismo. En una palabra: el género humano era víctima del pecado y por él se hallaba perdido. El hombre, que debía a Dios adoración, amor, reparación, reconocimiento, acción de gracias y petición, ya no podía esperar de la justicia divina sino el golpe de la justicia. ¿Qué hace Jesucristo? Quiere hacer al hombre capaz de dar dignamente a Dios sus deberes. Esta capacidad y este poder, único entre las creaturas, Jesús-Hombre lo posee en sí mismo. Toma en sí mismo la totalidad del pecado del género humano y lo repara; y le da al hombre la capacidad de adorar dignamente, de reparar dignamente, de dar gracias y pedir dignamente. Dios castiga a Jesús. La justicia queda satisfecha y el mundo salvo. Los pueblos se posternan ante el Crucifijo. Con Constantino, la Cruz sube al Trono, y Jesucristo, Rey de los Pueblos, preside los destinos de las Naciones. Por su Inmolación y Sacrificio, Jesucristo ha salvado al Mundo. ¿Quién podrá pues salvar al mundo de los males actuales? Solamente Jesucristo, por la aplicación de los méritos de su Pasión y Muerte tanto a las Naciones como a los individuos.

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  • 83 ¿Cómo hará Dios eficaz este medio?

       Aquí es lugar de entender y aplicar las palabras del Apóstol San Pablo: "Adimpleo ea quac desunt Passionum Christi in carne mea, pro corpore suo quod est Ecciesia"."Lo que en mi carne falta a las tribulaciones de Cristo, lo cumplo en favor de su Cuerpo, que es la Ig1esia". Las palabras del gran Apóstol son significativas.

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  • 84. Si, estas palabras son significativas, pero aún es necesario comprender su sentido. ¿Se puede decir que algo le falta a la Pasión de Cristo?

       Eso sería un grave error. Jesucristo satisfizo plenamente por todos los hombres pasados, presentes y futuros. No se contentó con tomar sobre sí los pecados individuales de los hombres, ni con cargar sobre sí el gran pecado social que consiste en la injusticia e injurias hechas a Dios que ya hemos explicado. Sino que en verdad tomó sobre sí el pecado de la humanidad en la totalidad de su pecado. Según la doctrina del Apóstol San Pablo, Dios lo constituyó pecado: "Tuni qui non noverat peccatum, pro nobis peccatum fécit". Dios lo constituyó realmente pecado en lugar de la humanidad culpable. Lo castigó porque vio en El el pecado que El asumió. Por su Inmolación y su Sacrificio, Jesucristo cumplió la obra de la Redención, pero quiere unir a su acción la de las almas que quieren con El redimir el mundo. De este modo se explican las palabras del gran Apóstol.

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    • 85. Parece querernos decir que ciertas almas se unen más estrechamente con la obra redentora de Cristo

         Este misterio lo revela el Apóstol San Pablo. Nos dice él que cumple para la Iglesia una obra que se relaciona con la Pasión de Jesucristo. Puesto que la Pasión de Jesucristo ha convertido al Universo, si Jesucristo me pide que haga míos sus sufrimientos, o más todavía, me inspira a que tome sobre mí, en parte, el pecado de la humanidad que El tomó enteramente sobre sí, no puedo rechazar esta carga sino contribuir por ella a la salvación de las Naciones.

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    • 86. En estas condiciones, usted considera la intervención de la creatura, esto es, del alma fiel, como necesaria a la obra de Cristo.

         No es necesario exagerar. Constatamos que existe una doctrina predicada por el Apóstol bajo la inspiración del Espíritu Santo. Esta doctrina enuncia: por amor a Dios y a los hombres, Jesucristo se ha constituido pecado en lugar de la humanidad. Dios, en lugar de castigar a los hombres, castigó a Jesucristo. El Apóstol San Pablo interviene; declara que Jesucristo quiere tener asociados en su obra Redentora, es decir, almas que por amor de Dios, de Jesucristo y de los hombres, se sometan como Jesucristo y con El a los sufrimientos de su Pasión. La Pasión de Jesucristo pasa de alguna manera sobre ellos, para ser aplicada al mundo culpable.

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    • 87. ¿Esta inmolación con Cristo supone una gran intensidad de vida espiritual?

         Es evidente que para reparar una falta cometida por el hombre culpable, es necesario presentarse ante Dios como un alma que le está unida por la gracia y amor divinos.

         Como y con Jesucristo que sufre y muere, debe unirse estrechamente con las tres Personas Divinas. Por esto, las almas que quieren practicar la corredención deben aplicarse, en cierta medida, a la práctica de la vida espiritual y sobrenatural. Deben vivir de unión divina e inmolación.

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    • 88. De esta manera, ¿exige usted algo más que la acción para llegar a este fin?

         Evidentemente. La acción enteramente necesaria, pero la obra del alma que se une a Dios y se inmola en Jesucristo es también necesaria. De ello hablaremos.

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