La leyenda

En su idioma, estos indios se denominaban a sí mismos "guerreros", y este es el significado del vocablo guaraní. Según la tradición, Guaraní y Tupí eran dos hermanos que habitaban al norte del Amazonas, cada uno con su familia. Durante muchos años vivieron en paz, pero luego estalló la guerra entre ambos y para acabar con el conflicto decidieron marchar por caminos diferentes. Así fue que Tupí y sus descendientes, los tupíes, emprendieron el camino hacia el sur siguiendo la costa brasileña, en tanto que Guaraní y sus hijos, los guaraníes, se internaron en la selva amazónica, avanzando durante siglos hacia el sur, en busca de la legendaria Tierra sin Mal, la tierra en donde vivirían en paz y felices...
Pero la enemistad entre ambos grupos perduró, y aún después de la conquista española veremos a tupíes y guaraníes enfrentarse en diferentes momentos, aliados a portugueses y españoles, respectivamente.
De este modo, las tradiciones indígenas confirman la investigación científica sobre la procedencia amazónica de los guaraníes, que se asentaron en la región del Paraguay, en la provincia de Misiones y el litoral correntino del Paraná. Pronto gran parte de la región fue influenciada por la cultura de estas poblaciones, y no es exagerado afirmar que hubo un proceso gradual de "guaranización" que se extendió por toda la Mesopotamia, la región del Chaco y Santa Fe, llegando incluso al noreste bonaerense.

Los pueblos guaraníes

Según los datos aportados por la Arqueología, los guaraníes poblaron en épocas recientes el norte mesopotámico, con algunos grupos llegados poco antes de que los españoles penetraran en la región del río Paraná. La difusión de esta cultura fue tan amplia que tras la conquista, el idioma guaraní representó un papel muy importante dentro del proceso de colonización de la llamada Corriente del Este, que siguiera los cursos de los ríos de la Plata y Paraná. Así, indios guaraní sirvieron de intérpretes en numerosas expediciones españolas e innumerable cantidad de topónimos mesopotámicos son de origen guaraní.
A diferencia de otros pueblos, los guaraníes habían hecho del cultivo una especialización, dedicándose preferentemente a la horticultura. Cultivaban mandiocas, legumbres y frutales en terrenos de poca extensión, ya que lo abigarrado de la selva tropical impedía el cultivo extensivo. Además las tierras selváticas poseen fertilidad sólo en sus capas más externas y si a ello sumamos una excesiva humedad ambiente y copiosas lluvias, comprenderemos por qué el modo de producción guaraní era limitado.
El cultivo se realizaba en tres etapas: desmonte, quema de malezas, y siembra, técnica conocida con el nombre de milpa. Tras la quemazón, la ceniza acumulada era desparramada por toda la superficie del terreno para que actuase como abono.
Entre los guaraníes existía la división de tareas por sexo: los hombres realizaban el corte de la maleza y la quemazón, en tanto que las mujeres sembraban y cosechaban mandioca, maíz, batata y zapallo. Pero este método agrícola agotaba rápidamente el suelo y no producía excedentes, por lo que cada tanto había que mudar el sitio de cultivo y así es que esta situación llevó a los guaraníes a conformar aldeas reducidas.
Cultivaban también maní, porotos, algodón, yerba mate y la bija, de cuyo fruto extraían un tinte rojizo con el cual pintaban sus cuerpos. Además de adornarse con brazaletes, tocados de plumas y colgantes, los hombres tenían la costumbre de perforarse el labio inferior y atravesarlo con un disco de madera o metal que llamaban tembetá.
La familia lingüística a la que pertenecen los guaraníes, es la llamada Tupí-Guaraní, la que en sus varias lenguas y dialectos ocupa gran parte del continente sudamericano. Actualmente, la lengua guaraní se habla en provincias como Formosa, Chaco, Misiones y Corrientes, como así también en el Paraguay (es una de sus lenguas oficiales), el sur de Brasil y algunas zonas de Bolivia. En la actualidad, existen descendientes de los grupos guaraníticos de chiriguanos y cainguá, no así de los otros que fueron desapareciendo en el transcurso de los siglos, como son los casos de los chandules, los carcarañá y los de Santa Ana. Los chandules o guaraníes de las islas, ocupaban las islas del Delta del Paraná, y desaparecieron poco después de la segunda fundación de Buenos Aires por Juan de Garay, en 1580. Los carcarañá habitaron la desembocadura e islas del río que lleva su nombre, el Carcarañá, que proveniente del linde entre las provincias de Córdoba y Santa Fe, recorre de oeste a este el sur de esta última y desemboca en el Delta del Paraná. Los guaraníes llamados Santa Ana, estaban situados al norte de la provincia de Corrientes, en tanto que los cainguá o guaraníes del monte (montaraces), habitantes del norte de Misiones, se subdividían en mbayás, que ocupaban el sur de Brasil, Paraguay y Misiones; chiripá, pobladores del sur de Brasil y paíkaiová, que moraban al este de Paraguay. Finalmente encontramos a los chiriguanos que alrededor de 1522 se asentaron en territorio boliviano y en un segmento del Chaco salteño.

La nación de los guerreros

Las más antiguas referencias sobre las tribus que habitaron la región -comprendidas en su gran mayoría sobre el Alto y Medio Paraná- provienen del célebre cronista alemán miembro de la expedición de Pedro de Mendoza, Ulrico Schmidel. También los acompañantes de las expediciones de Sebastián Gaboto y de Juan de Ayolas dieron noticias sobre poblaciones importantes, como las de los mepenés (en guaraní: "ceder el paso"). En 1528 habría sido visto un pueblo de unos 10.000 habitantes en el actual pueblo de San Roque, cercano a la ciudad de Bella Vista, dedicados a la pesca, a la caza y a la agricultura, con un grado relativo de civilización. Conocían la alfarería y rudirnentos de tejido y cestería, y aunque tenían armas arrojadizas, no se resistieron a la llegada de los colonizadores, a quienes brindaron alimentos. A estos pueblos, según algunos historiadores, los gobernó Yaguarú ("lobo grande", en guaraní), poderoso cacique que residió en Itatí. Las tribus principales fueron los nombrados mepenés, mocoretás, cuñameés, agaces y otras. De contextura fuerte y resistente a causa de su alimentación a base de mandioca, maíz, maní y peces como el surubí y el pacú y carnes de nutria y carpincho, eran tenaces constructores de piraguas de buen tamaño y fabricaban sus armas con astas de cérvidos. Sus agrupaciones se constituían con numerosas viviendas en torno de una edificación central, dedicada al culto de Tupá Ñandeyara ("nuestro señor Tupá", en guaraní), divinidad incorpórea que poseía todos los poderes, que ejercía patriarcalmente distribuyendo dones entre los buenos y preservando a sus fieles contra el mal, encarnado en Añá, un equivalente al demonio de los cristianos. Otras deidades fueron Kuarají (el sol) y Yasí ( la luna), venerados por los beneficios concedidos a la agricultura y a la maternidad. Los mepenés agradecían los dones de Tupá con jubilosas ceremonias que exaltaban las labores rurales y artesanas a que se dedicaban. Pese a su existencia tranquila, la obsesiva búsqueda de oro y plata de los españoles en la región, que llamaron Trapalanda, determinó que las pacíficas costumbres de los indígenas visitados por Ayolas y Gaboto se transformaran en feroces represalias. Según Schmidel, en una incursión de fuerzas colonizadoras destruyeron con sus arcabuces unas doscientas cincuenta canoas en la desembocadura del río Santa Lucía, donde los indígenas tenían una suerte de reducto para su flota. La violencia con que fue respondido este ataque indica la ingrata sorpresa de los indígenas, seguida de un ciego furor que se transmitió a otras regiones, ante la despiadada persecución a que los sometieron. Sin embargo, las enormes dificultades para avanzar por los esteros, que los aborígenes conocían bien porque en ellos se ocultaban, aminoró este primer estallido de violencia. Pero el signo de la violencia debía prevalecer, después de la inicialmente pacifica constitución de las fundaciones españolas. Desde la incursión de Gaboto en Tabacué, sobre la actual ciudad correntina de Itatí y donde habría trabado relación con el famoso cacique Yaguarú antes mencionado, los colonizadores abrigaron la intención de establecer poblaciones destinadas a asegurar el tránsito hacia Asunción, desde el Río de la Plata. Para concluir con una larga serie de cruentas incursiones de los temibles guaycurúes del monte chaqueño, el Adelantado Juan Torres de Vera y Aragón encomendó al cacique guaraní Tupí (también conocido como "Cara de Perro") y al gobernador militar Hernandarias, la fundación de un pueblo en el paraje denominado "de las Siete Corrientes", base de la actual capital provincial, en 1588. Tres años después, el poblado era destruido por las tribus guaycurúes venidas del Chaco (frentones, mocovíes y abipones) que, habiendo adoptado el caballo, lanzaban reiterados ataques contra las poblaciones hispano-guaraníes, acciones que recién fueron contenidas bien entrado el siglo XVII, cuando los jesuitas habían establecido sus Reducciones y aculturado a la mayoría de las tribus guaraníes.


 

Los guaraníes ocuparon una amplia zona geográfica y su influencia cultural ha llegado hasta Bolivia, Buenos Aires y sur de Brasil

 
 
 

Representante de una parcialidad guaraní

 
 
 
 
Los guaraníes estaban emparentados con otros pueblos amazónicos, constituyendo la gran familia de los Tupí-guaraníes
 
 
 
 
Antes de iniciar los trabajos del cultivo, los guaraníes procedían a desmontar la selva y realizar la quemazón de malezas
 
 
 
 

El uso del tembetá era una práctica habitual entre algunos pueblos sudamericanos

 
 
 

 

Los guaraníes se adaptaron fácilmente a la evangelización de los misioneros jesuitas, conformando lo que se denominó "Cultura neoguaraní"