"La Ensenada"

  Dedico éste cuento a mis amados padres

(María Aurora Rivadeneyra)

 

 

  • Antes de relatar mi cuento, que en realidad es una gran vivencia para mi y mi familia, así como para amig@s, voy a citar unas frases de una canción que no se de quienes son, pero así lo siento.     

 

Cuando mi papá me lleva al hospital

y de pronto me toma de la mano, ese momento

lo considero inigualablemente y celosamente mío.

Por el simple hecho de que lo siento

más cerca de mí, y sobre todo mío.

 

 

 

  • Una vez mi familia y yo, llegamos a vivir a una calle que se llama “Ensenada”, y verdaderamente fue una ensenada en la que nuestros veleros a media asta aún sin saber moverse casi por si mismos anclaban.     Nuestros límites eran de la iglesia de “Santa Rosa de Lima”, a la calle de Ometusco.

 

  • A esa pequeña ensenada llegaban los primos, los amigos, los tíos y los abuelos; todos dejaban sus veleros afuera de la casa.

 

  • Los había de diferentes tamaños y colores, poco a poco y sin darnos cuenta pasó el tiempo y se fue llevando veleros.

 

  • Uno era de casco amarillo y su vela verde, se llamaba “Nacho” se fue a buscar una esperanza para su vida, a tratar de construir su camino sólo con su Dios fuera de la ensenada.

 

  • Después se fue un velero de casco amarillo y su vela color  crema, se llamaba  “Nitis”, se fue a construir su vida en pareja para formar una familia, también fue a construir su familia un velero de vela azul y casco café, su nombre era “Güero”.

 

  • Al poco tiempo llegó un rabo de nube y se llevó un velero que tenía el casco verde y la vela blanca, se llamaba “tío Jorge mi padrino”, lo sigo amando todavía y otros más se llevó el rabo de nube.

 

  • Había un velero hermoso, su casco era blanco y su vela color oro, se llamaba “Raúl”, era nuestro primo, que digo primo, hermano, un hermano que está y que no está, que no lo veo pero si lo siento.

 

  • Hace días fui a un concierto de Joan Manuel Serrat y de pronto sentí que “Rul” estaba junto a mí, me levanté y prendí mi encendedor, fui la primera en hacerlo, después era todo el auditorio lleno con su luz prendida, y sentí como si “Rul” me dijera “Fuimos los primeros prima”, y si..., guardo ese orgullo en mi, en hacerle el primer homenaje esa noche.

 

  • El otro día pasé por esa ensenada, no había veleros, ya todos habían tomado su rumbo, la ensenada ya no brilla, ya no da gusto pasar por ahí, más bien ya no quisiera volver a pasar nunca por ahí, me duelen los recuerdos, porque extraño a Raúl, y aunque sé que su misión ya terminó aquí en la tierra, y la hizo bellamente, aún quisiera verlo.

 

  • Mas guardo también bellos recuerdos; mis hermanos Eugenio, Alejandro mi primo Raúl y yo nos reuníamos a escuchar cassettes de Joan Manuel Serrat, y platicábamos como nos había ido ese día de lo que queríamos estudiar, de nuestros problemas, de tantas ilusiones para nuestro futuro.

 

  • Una tarde Raúl entro a mi recámara, se salió de la escuela  y me dijo “Prima tengo leucemia y dicen que los hombres no lloran, pero ahora contigo quiero llorar”, y lloramos mucho tiempo, sin decir palabra, su expresión era de cuestionamiento, coraje, desesperación…  Raúl tenía 17 años y estaba enamorado, era un niño haciéndose hombre, y de pronto la noticia fatal. Después de tanto llorar exclamando nuestro dolor me dijo “Paro de llorar y me levanto para seguir viviendo y aprender poco a poco a morir”.

 

  • Raúl murió antes de lo que le habían dicho del tiempo que le quedaba porque no pudo soportar tanto dolor, meses antes habían apuñalado y ahorcado a su hermano Roberto.

 

  • Eugenio, Alejandro y yo, nunca más nos volvimos a reunir en mi recámara para platicar como antes lo hacíamos; cada uno vivió su dolor a su manera, tratamos de ser lo mejor posibles, cada uno el más fuerte para el otro, pero sin contarnos nuestro dolor, nos separamos entre los tres, cada uno con sus nuevas amistades y caminos diferentes, no era egoísmo, era simplemente que lo exigía la vida, y la vida lo exigió de una manera cruel, dura, agresiva.  

 

  • Eugenio y Alejandro de 18 años, yo de 19, apenas estudiando y trabajando al mimo tiempo, en una sociedad que en lugar de abrirnos las puertas a nuestras personas, éramos nosotros quienes teníamos que empujarlas para vivir sobreviviendo el recuerdo de nuestro amado “Rul”.

 

  • Nos cambiamos a la casa de enfrente, pues donde vivíamos se hizo despacho, pero seguíamos en la misma calle “Ensenada” y nunca nos enseñó la vida a mostrar nuestros sentimientos, nunca nos volvimos amar como cuando éramos adolescentes, nunca nos volvimos amar cuidándonos como cuando niños, nunca nos volvimos a ir a mi recámara Eugenio, Alejandro, Raúl y yo para platicar como nos había ido, ni a escuchar a Serrat,  mas no fue por el cambio de casa era porque nuestros sentimientos estaban hechos garra, no teníamos con quien platicar de nuestros sentimientos que se morían lentamente como se fue lentamente consumiendo Raúl, teníamos menos de 20 años,  y a esa edad uno quiere comerse el mundo como se come una manzana, con alegría y su alma blanca, pero para nosotros tres era diferente así que platicábamos lo menos posible, cada quien con sus amigos y estudios y nuevos amigos.

 

  • Yo refugiándome en el trabajo, los estudios y con tanta ley de la casa, me olvidé de cantar, de sonreír, me olvidé de mostrar mis sentimientos con Eugenio y Alejandro, seguramente porque nos faltaba “uno” para hacer el cuarteto; así que ellos dos se hicieron de una manera diferente a pesar de ser gemelos, y de pronto me  quedé sin nadie; quise muchas veces mostrar mis sentimientos y dolor como se juega un poker abierto, hablar, decir te amo, decir me duele no verte, me duele verte con tu nueva gente, pero no supe hacerlo, o no quise tal vez por miedo a ser rechazada, y mi velero se fue también, me fui a conocer una comunidad religiosa para ser monja, pero me sacaron, me dijeron que no tenía vocación, y de vuelta a la ensenada.

 

  • Una tarde  me enojé con la vida, y en un acaloramiento violento y un arranque bestial me fui para siempre de la bella ensenada; ¿habrá sido bella esa ensenada o habrá sido bella e inocente la vida que había vivido ahí antes de tanto dolor?, no lo sé ni lo quiero averiguar, lo que si sé es que los que eran bellos eran mis nueve hermanos con los que viví ahí, de verdad que éramos nobles, no había maldad en nosotros, éramos de corazón puro, y es que así nos enseñaron nuestros padres.

                         Fecha: siempre... pues es una vivencia.

     La melodía que está escuchando se llama "Mi Camino",  y puede guardarla en su pc oprimiendo y "Guardar Como.." .