Conciencia Ambiental

Un Aporte para la Construcción de una Sociedad Sustentable

Gentileza de Golobisky Enrique Ignacio <nachogolobisky@hotmail.com>
 
MURIÓ FÉLIX FRANCISCO SERRAVALLE, EL COMANDANTE PUMA DE LOS UTURUNCOS, EL PRIMER EJÉRCITO DEL
MOVIMIENTO PERONISTA DE LIBERACIÓN.
Por Ernesto Salas
 
En la ciudad de La Banda (Santiago del Estero) y a los 78 años, acaba de morir Félix Francisco Serravalle, comandante Puma del Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación Uturuncos.
.
El Puma, como muchos miembros de la Resistencia Peronista, fue hasta 1955 un peronista entre millones, pero sintió que el golpe militar contra Perón era el
límite de lo que estaba dispuesto a tolerar. Fue entonces que comenzó a organizar núcleos de militantes en Santiago del Estero. En 1956 se integró al Comando
17 de octubre que se extendía desde Tucumán, dirigido por Manuel Enrique Mena, el gallego.
 
 
Hacia 1959, muchos militantes peronistas de la Resistencia pensaban que la estrategia insurreccional que habían practicado durante los primeros años había fracasado. El momento clave para la insurrección se había presentado en enero, con la huelga general por tiempo indeterminado, que la mayoría de los sindicatos habían declarado en solidaridad con la toma del frigorífico Lisandro de la Torre por sus obreros. Cuando la represión desalojó a los trabajadores de la planta, la insurrección se extendió al barrio de Mataderos. Los obreros y los vecinos del barrio comenzaron a controlar las calles y se enfrentaron con la policía durante toda una semana. Sin embargo, la huelga sólo duró tres días y se debilitó por las divisiones dentro del movimiento obrero acerca de la estrategia a seguir, y por la dureza de la represión.
 
-Si la insurrección no es el camino para traerlo a Perón, ha llegado el momento de las armas, dicen sus compañeros que les explicaba Abraham Guillén, veterano
de la guerra civil y que se había conectado con el comando. Era a mediados de 1959, el gallego Mena y sus compañeros emprendieron el camino de la guerra de guerrillas. El comando 17 de octubre cambió el nombre por el de Movimiento Peronista de
Liberación (MPL) y empezó a preparar las acciones del Ejército de Liberación Nacional. Después de un primer intento de subir al monte, en octubre, los empezaron a llamar la guerrilla del Uturunco (hombres tigres, en quechua).
 
En la madrugada del 25 de diciembre de 1959 un grupo de 22 militantes asaltó con éxito la comisaría de Frías, la segunda ciudad en importancia de Santiago del Estero. El grupo estaba comandado por Genaro Carabajal, el comandante Alhaja o Pila, apoyado por Juan Carlos Díaz, comandante uturunco (no era él el jefe del movimiento pero su apodo se extendió al grupo), y Félix Francisco Serravalle, el comandante Puma. 
 
Ninguno tenía experiencia militar ni en el tipo de vida que les esperaba en el monte. Se escaparon en un camión que los llevó hasta las cercanías del arroyo El Calao, en el sur de la provincia de Tucumán y se internaron en la selva.
 
A los pocos días el grupo se desbandó; los más jóvenes (el más chico tenía 15 años) se entregaron a la policía, mientras Alhaja y Uturunco bajaban para restablecer el contacto que habían perdido. El Puma Serravalle había quedado al mando de los
que resistían en la selva. 
 
Cuando se entregaron, los jóvenes afirmaron frente a la policía que el Puma había quedado al mando y que les había dicho que solamente muerto lo iban a agarrar. Unos días después, el Puma, con José Luis Rojas, el Zupay, Santiago Molina, el mexicano y los combatientes que quedaban en la selva rompieron el cerco policial y lograron bajar. El puma, clandestino, continuó la lucha.
 
Fue detenido en Tucumán, el 1º de abril de 1960, mientras trataba de idear un plan para liberar a sus compañeros de la cárcel.
 
Serravalle fue juzgado por un tribunal militar del Plan de Conmoción Interna del  Estado (Conintes) y condenado a cuatro años y seis meses de prisión por los delitos de conspiración para la rebelión e intimidación pública. Su padre le había pedido a Carlos Arturo Juárez, el eminente caudillo peronista de la provincia, que lo defendiera, pero éste le mandó a decir que quería plata para hacerlo. Finalmente, fue liberado por la amnistía dictada por el gobierno de Arturo Illia y se retiró a su vida familiar.
 
El tiempo demostraría que lo de Juárez no había sido casual. Durante la última dictadura militar escribió un libro de apoyo al genocidio, Hora crucial de la
Argentina, en cuya portada tenía una horca. En él aseguraba: -Una violencia que ciega los recursos legales para sofocarla, sólo puede engendrar el supremo recurso de los medios extralegales para combatirla" Como todos saben, desde 1983 Juárez ha sido reelecto indefinidamente como gobernador de la provincia, a la que controla con mano de hierro. Actualmente el cargo lo ocupa su esposa "Nina".
 
Ningún periódico de Santiago del Estero publicó la noticia de la muerte del comandante Puma, santiagueño peronista, entrador y divertido, antimenemista y antijuarista. Yo tuve la suerte de conocerlo y digo que fue un gran hombre, un poeta
vocacional, un honesto y consecuente luchador popular.
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UTURUNCOS
LA PRIMERA GUERRILLA PERONISTA
( 1959-1960)
Por Ernesto José Salas
 
En el invierno de 1959 un grupo de hombres de los comandos de la resistencia peronista de la zona noroeste del país decidieron encarar la primera experiencia de guerrilla rural de la Argentina contemporánea. 
 
Durante ese año, tres grupos de militantes intentaron instalarse y mantenerse en la zona boscosa de Tucumán y Catamarca. 
 
El nombre que eligieron para la guerrilla fue Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, aunque han sido conocidos con el que popularmente han pasado a la historia: Uturuncos.  
 
Surgida en un punto alejado de las grandes ciudades que dirigían la vida política del país, la guerrilla de los Uturuncos solo pasó a formar parte de los antecedentes lejanos de las formaciones armadas que se extendieron por todo el país a principios de los setenta. Se sabe de ella, como de algunas otras similares, poco y nada. Los estudiosos del fenómeno insurgente no repararon en ella ni intentaron determinar si existía una relación con la nueva guerrilla, o el grado en que esta conocía los intentos anteriores. 
 
Fue justamente el impacto de las nuevas guerrillas lo que opacó el conocimiento del proceso de formación de ellas mismas. En efecto, a partir de 1959 los Uturuncos y otras protoguerrillas tanto urbanas como rurales iniciaron el camino y fueron consecuencia de un intenso debate de la militancia peronista y marxista acerca de la conveniencia u oportunidad de formar focos guerrilleros en el campo o la ciudad; las posiciones éticas acerca de la utilización de la violencia como camino de liberación fueron también una parte importante de dicho debate.
 
Otros trabajos de este libro abundan sobre los diversos grupos que en todas partes intentaban crear una oposición armada. 
 
Aquí lo que trato de marcar es que muchos argentinos se sintieron lo suficientemente convencidos de que la opción por la violencia era un camino que les tocaba de cerca y que se creó un clima favorable a las guerrillas que se instaló durante la década del sesenta, sobre todo cuando se extendieron por América Latina con el apoyo y el ejemplo de la Revolución Cubana. 
 
Aunque cada grupo insurgente fue desarrollado en un contexto particular, la mayor parte de ellos atravesó un periodo de militancia política que les permitió a futuro sentar las bases de apoyo social al foco guerrillero. 
 
Estos grupos comenzaron a ser activos desde fines de los cincuenta y sus documentos reflejan con claridad el proceso de discusión que desembocará no solo en la instalación sino en la permanencia de fuertes organizaciones político-militares a comienzos de los setenta.
 
Sin embargo no siempre ha sido reflejado con claridad este proceso. 
 
Tan grande fue el impacto de la formación del Ejercito Revolucionario del Pueblo y de los Montoneros y tanta la insistencia de las sucesivas dictaduras en la identidad foránea de las causas del crecimiento de la insurgencia en Argentina, que el foco de atención quedó fijado en el surgimiento de estos dos grupos y no en los diez años de historia previa. Por otro lado, la necesidad de explicar el pasado reciente luego del exterminio practicado por la última dictadura militar ha traído tres interpretaciones centrales y bastante conocidas. 
 
En primer lugar, la de los propios dictadores: según ellos, fueron obligados por su rol social a combatir una guerra que era planetaria contra el comunismo y sus intentos expansionistas y que en Argentina se expresaba en las guerrillas y sus apoyos políticos. 
 
En segundo lugar, la posición hegemónica de la llamada teoría de los dos demonios, centralmente formulada por el escritor Ernesto Sábato: guerrilleros con ideas foráneas y militares en poder del Estado se enfrentaron frente a una sociedad absorta ante la violencia, que añoraba el retorno a la democracia y que no había participado en el enfrentamiento. 
 
Por último, los que incorporan todas las experiencias guerrilleras a las diversas formas de lucha social como respuesta a la situación represiva y excluyente de los gobiernos, tanto civiles tutelados por las Fuerzas Armadas, como a las dictaduras militares desde 1955. Esto ha traído como consecuencia algunas distorsiones en el conocimiento que generalmente acepta hoy la opinión pública sobre la guerrilla en Argentina.
 
Dejo de lado la primera interpretación, que tiene origen en el enfrentamiento de la Guerra Fría y el decidido alineamiento de las Fuerzas Armadas Argentinas con el objetivo represivo norteamericano de control interior mediante la Doctrina de Seguridad Nacional. Decididamente, la sociedad argentina no existe en este planteo o apoya uniformemente aquello que los militares ejecutan sin consultarla.
 
La de Sábato ha sido probablemente la versión con mayor éxito y difusión de las tres, pues fue funcional al proceso de reconstrucción democrática después de 1983 . 
 
El prestigio del propio escritor se reforzó cuando dirigió el equipo de investigación de la CONADEP (Comisión Nacional por la Desaparición de Personas), creada por el presidente Raúl Alfonsín y cuya investigación sirvió para la condena de las Juntas Militares en el llamado Juicio a las Juntas. Sin embargo, contiene un profundo vaciamiento de la verdad histórica. El punto central se encuentra en el origen de la violencia y la contraviolencia en Argentina. 
 
La imagen de una sociedad civil asistiendo impávida al desarrollo de la violencia es tan ajena a la realidad argentina de las décadas del 50 al 70 que no requiere comprobación, la creciente actividad represiva y el deterioro profundo de los derechos humanos durante las mismas, tampoco. 
 
La Resistencia Peronista, desde 1955 y 1960, la llamada época de los caños y las luchas sindicales, el ingreso masivo de la juventud a las luchas políticas y sociales de la etapa, las decenas de muertos en las movilizaciones callejeras o por tortura en las prisiones, los miles de detenidos por cuestiones políticas en todo el país, las puebladas insurreccionales de fines de los sesenta y las movilizaciones de principios de los setenta por el retorno de Perón, no abonan la idea de una sociedad ajena a los acontecimientos y absorta frente al enfrentamiento. 
 
En otras partes de su relato, Sábato explicita aún más los sujetos que fueron objeto del terror de la dictadura, jóvenes que ayudaban en las villas, curas comprometidos con la cuestión social, etc., pero ellos son sacados por el autor de todo contexto político al convertirlos en poco menos que voluntarios desinteresados y sin filiación política ni objetivo más vasto que la caridad y un básico humanismo . Esto tampoco es cierto, nos parezca bien o mal su acción. 
 
La militancia social y política lo hizo encuadrada conciente y crecientemente en organizaciones políticas y político-militares. Su trabajo formaba parte de una lucha más vasta y en ella se encontraron en la situación más difícil cuando la represión decidió eliminar las agrupaciones de apoyo a la guerrilla o cuando los grupos parapoliciales salieron a asesinarlos. 
 
En un sentido general, esta postura elimina la necesidad de profundizar el conocimiento del conflicto social y político en el que estuvo envuelto el conjunto de la sociedad argentina por acción o por omisión y, en particular, anula las causas vernáculas del desarrollo de la violencia al coincidir con los militares en el origen foráneo de la misma.
 
En las antípodas de la teoría de los dos demonios se ubica la hipótesis de que las guerrillas formaban un todo con las múltiples y por momentos dispersas acciones defensivas de los sectores populares frente a un régimen totalitario y violento, cuya exclusión política y accionar represivo fueron en aumento en todo el período. 
 
La violencia política, cuyo origen se sitúa en el bombardeó a la Plaza de Mayo por pilotos de la Marina en 1955 y los fusilamientos de junio de1956, provocó en los quince años posteriores el desencadenamiento de una cuasi guerra civil en la que la guerrilla cobró creciente legitimidad vinculada a las luchas sociales. 
 
Lo, que pareció realmente así por lo menos hasta los últimos años de la dictadura de la llamada Revolución Argentina, sin embargo, contiene el defecto de no analizar para todo el período la relación entre guerrilla y movimiento popular y de colocar en todo momento el accionar guerrillero en un todo de acuerdo con el crecimiento del enfrentamiento social y político, que no fue unívoco sino confuso y por momentos contradictorio. 
 
Esto no quiere significar que los guerrilleros no tuvieran sobrados motivos para convertirse en tales en las circunstancias posteriores a 1955, ni tampoco que muchos de ellos no surgieran del desarrollo del enfrentamiento. 
 
Solo que atribuir una excesiva unidad de objetivos y procedimientos en todo momento a sindicatos, vecinos y guerrilleros también ha llevado a la confusión en el análisis.
 
Por otro lado, el intento de ver a las guerrillas meramente como agentes internacionales de gobiernos extranjeros que las apoyan y las digitan y sin raíces en el conflicto nacional, conduce a la teoría del terrorismo irracional e internacional, presentada en congresos sobre el terrorismo en la década del setenta y cuyo único objetivo no es comprender las causas de su desarrollo en determinados momentos históricos en situaciones nacionales dadas sino a justificar la intervención internacional para mejorar los regímenes represivos . 
 
El porqué muchos hombres y mujeres decidieron incorporar sus vidas a la lucha armada en la Argentina es mucho más complejo. 
 
Este trabajo intenta profundizar el conocimiento sobre el primer grupo de guerrilla contemporánea, conocer sus vinculaciones con el movimiento popular de la zona de origen, tanto como su relación con el peronismo surgido después del golpe militar de 1955, sus concepciones ideológicas y las causas de su rápido fracaso en lograr un levantamiento generalizado del noroeste argentino. Tal vez, ello devuelva un poco de claridad al desarrollo de las distintas experiencias similares posteriores.
 
I
 
Las escasas referencias a los Uturuncos en las historias de la guerrilla se basan fundamentalmente en un pequeño folleto aparecido en Montevideo en el año 1964, Uturunco y las guerrillas en Argentina, de Emilio Morales, en el que el autor supuestamente entrevista a uno de los participantes de la experiencia guerrillera, probablemente oriundo de Buenos Aires . Otra de las escasas fuentes utilizadas para analizarlos es una entrevista realizada por Otelo Borroni a Juan Carlos Díaz (el comandante Uturunco) en 1973 . 
 
En base a estos documentos, los relatos sobre los Uturuncos han simplificado al extremo su análisis y al mismo tiempo se ha provocado una distorsión evidente por el poco cuidado que han tenido las fuentes existentes. En particular, los Uturuncos han sido descriptos como un grupo de peronistas (la mayoría llegados a Tucumán desde Buenos Aires) espontáneamente surgido en 1959, que contaban con el apoyo ideológico y práctico de John William Cooke. 
 
El asalto a la comisaría de Frías en diciembre de 1959 es el hecho central y casi único de su existencia. Las razones del fracaso de los insurgentes fueron explicadas por el escaso apoyo dado por el justicialismo al levantamiento y la disparidad ideológica de sus integrantes, enfrascados en discusiones políticas en el momento de la acción.
 
Roberto Baschetti, ha sido uno de los autores que más coherentemente ha trabajado para encontrar una secuencia entre los grupos de la Resistencia Peronista y las guerrillas de los setenta. 
 
Pero en el caso de los Uturuncos sus propios relatos son contradictorios y han distorsionado la verdad acerca del grupo armado. Baschetti ha publicado dos versiones, la primera es un extracto del librito de Morales y sostiene que el único operativo realizado por la guerrilla tucumana fue la toma de la comisaría de Frías, que este operativo lo realizaron fundamentalmente porteños en los que -predomina la pequeña burguesía urbana, estudiantes que militan en la Juventud Peronista, en la Alianza Libertadora Nacionalista y en el Partido Socialista de la Revolución Nacional. Este grupo originario sólo cuenta en sus filas con tres obreros que provienen de un establecimiento metalúrgico de San Martín, provincia de Buenos Aires  
 
En está primera versión no aparece John W. Cooke en ningún papel relevante. En su segunda versión, los Uturuncos no producen una sino varias acciones armadas (aunque sólo la de Frías llega al gran público). Afirma que John W. Cooke es la conducción ideológica y que Manuel Enrique Mena es el comandante Uturunco. 
 
En el extremo de la confusión dice que Juan Carlos Díaz (como veremos, el verdadero comandante Uturunco) tuvo una participación secundaria y se dedicó a vender en los ‘70 la historia de que él era la conducción de la guerrilla . Más cauta es la interpretación de Norberto Galasso en su biografía de John William Cooke en la que, con criterio, relativiza la importancia del ex delegado de Perón en la gestación y desarrollo de los Uturuncos .
 
Tucumán y la resistencia peronista
La vida por Perón
Comando 17 de Octubre
( Pintada en las paredes de San Miguel de Tucumán, 1956 )
 
En 1956 la situación del peronismo en la provincia de Tucumán era similar a la del movimiento en todo el país. El gobierno de la Revolución Libertadora, decidido a borrar hasta el recuerdo de su paso por la política nacional, ordenó que todos los sindicatos fueran intervenidos y el partido proscripto. La Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (F.O.T.IA.), el sindicato más importante de la provincia, fue descabezada . El interventor, coronel Antonio Spagenberg, procedió a nombrar en cada uno de los ingenios a delegados que no hubieran adherido al peronismo.
 
En abril de 1956, el interventor de Tucumán denunció la existencia de un plan insurreccional peronista en la provincia. El Ejército fue movilizado y se instalaron puestos de control en San Miguel de Tucumán, mientras se realizaban allanamientos y se detenía decenas de personas en la ciudad capital, en Monteros, Tafi Viejo y Concepción. 
 
El gobierno implicó en el levantamiento a militares retirados en combinación con dirigentes sindicales: -Respondía además a las orientaciones que en forma reiterada hizo a sus partidario  el presidente depuesto en el sentido de que en un momento oportuno y cuando las circunstancias así lo exigieran todas las fuerzas del Partido Peronista debían pasar de la acción política pacifica a la acción subversiva... . El número oficial de detenidos fue de 140. El edificio de la FOTIA fue allanado y muchos dirigentes fueron presos. El 4 de mayo, los obreros de los ingenios Aguilares y Santa Lucía, en solidaridad con los compañeros detenidos ( en particular, el ex secretario general del sindicato del ingenio, Rodolfo Zelarayan), fueron al paro. 
 
La intervención provincial ordenó el envió de la Guardia de Infantería a ambos establecimientos. 
 
La Cámara Azucarera sostuvo que: -...considera oportuno recordar a los trabajadores de la provincia lo que oportunamente expresara el Ministerio de Trabajo y Previsión de que todo paro o acto de cualquier índole que interrumpa o altere el ritmo normal de producción será juzgado y reprimido como grave sabotaje a la Revolución Libertadora . 
 
Una vez que fueron liberados sus compañeros, los obreros de los ingenios volvieron al trabajo. 
 
El 8 de mayo comenzó un paro de brazos caídos en el ingenio Concepción. 900 obreros abandonaron el trabajo en protesta por la detención de Bernardo Villalba y otros dirigentes gremiales. Villalba había sido delegado del ingenio y dirigente de la Federación. Aunque el paro fue declarado ilegal, al día siguiente sólo ingresaron 180 trabajadores que en el transcurso del día abandonaron las tareas.
 
La situación de los detenidos en abril empeoró en junio con la intentona del general J.J. Valle. Benito Romano, ex delegado del ingenio Esperanza, al que el ejército suponía ligado al golpe, se fugó a Bolivia. Su hent1ano Antonio fue detenido y llevado al subsuelo de la casa de gobierno. Allí se encontró con otros dirigentes peronistas. Lo golpearon duramente y lo liberaron luego de dos días y dos noches. Mientras le pegaban le preguntaban por Benito y su vinculación con el general Valle. 
 
El comando 17 de Octubre
 
A partir de 1956 los llamados comandos peronistas de la resistencia se organizaron espontáneamente en todo el país. El conocimiento que de ellos tenemos, aunque importante, es aún escaso y fragmentario. Todavía falta investigación sobre muchos comandos provinciales, dado que han sido analizados algunos grupos con actuación en las grandes ciudades, particularmente Buenos Aires, pero se desconocen sus pares de otras partes del país. 
 
El comando más importante, gestado por John William Cooke en 1955 desde su rol de interventor del peronismo en la Capital, fue el Comando Nacional Peronista. Este ejerció su influencia sobre muchos militantes, entre ellos sobre los que se organizaban en la provincia de Tucumán.
 
A fines de 1955, Félix Serravalle, vecino de La Banda y militante peronista se reunía con otros compañeros de Santiago del Estero, angustiados por el reciente golpe militar. Conmovidos. se juntaban con la vaga sensación de que debían hacer algo. 
 
Serravalle provenía de una familia peronista. Su padre había sido anarquista y militante gremial ferroviario; como muchos otros, en 1943 se hizo peronista. Félix, quien había sido docente en el Chaco y luego dibujante de la Dirección Nacional de Vialidad tenía 31 años. 
 
En 1956, de paso por San Miguel de Tucumán se enteró de la existencia de una agrupación organizada bajo el mando de Manuel Enrique Mena. el Gallego, con el nombre de Comando 17 de octubre y decidió conectarse con ella. Por intermedio de Florio Buldurini, ex diputado provincial, quién lo sondeó en una confitería del centro, conoció a la conducción del comando formada por Manuel Enrique Mena, Toscanito Pena (dirigente de mercantiles). el señor Vázquez Guzmán y el propio Buldurini.
 
Manuel Mena era un dirigente político barrial activo, contaba con múltiples casas seguras donde se hacían reuniones políticas en las que él mismo les explicaba a los muchachos jóvenes la necesidad de la lucha por el retorno de Perón. 
 
En su juventud había sido militante comunista, hasta que las luchas obreras de la década del cuarenta decidieron su apoyo al peronismo. Manuel Mena y su grupo no solamente desarrollaron una activa militancia barrial sino que establecieron rápidamente un nexo con el Comando Nacional Peronista de la Capital. 
 
El Comando formado por Cooke, Cesar Marcos y Raúl Lagomarsino, les enviaba información que recibían por medio de impresos que llegaban a Tucumán trasladados por compañeros ferroviarios que trabajaban en el salón comedor del tren expreso que unía ambas capitales.  
 
El 17 de Octubre funcionaba de la misma manera que sus pares de todo el país: eran militantes peronistas que resistían escuchando la palabra de Perón en viejos discos de pasta, pintaban los muros con consignas a favor del retorno de Perón y en contra de la dictadura de la Revolución Libertadora o hacían estallar algunos canos de fabricación casera.
 
Pero su principal trabajo era político. Mena había establecido una sólida red de contactos y trabajo político en los barrios circundantes a la ciudad de Tucumán y, ahora, a partir del acercamiento de Serravalle extendía su acción a la vecina provincia de Santiago del Estero, particularmente la ciudad de La Banda. También estaban conectados con compañeros peronistas de Salta. Jujuy y Catamarca. 
 
Un par de años después la dirección del grupo había cambiado y estaba constituida por el propio Mena y por Genaro Carabajal, cuñado de aquel y empleado de la Universidad de Tucumán (Mena estaba casado con su hermana, Olga Carabajal) y más tarde, a partir de fines de 1958, por Abraham Guillén. republicano español que había participado en la Guerra Civil Española y aportó sus conocimientos militares para la empresa guerrillera. 
 
En el plano de los contactos formaban parte del comando algunos políticos peronistas de la zona, diputados provinciales y dirigentes de segunda línea que habían sido inhabilitados por el golpe militar. Pero fue su accionar político en los barrios el que le permitió establecer una red de casas seguras para desarrollar la resistencia. 
 
Los militantes las llamaban las casas de las tías porque eran viviendas de viejas militantes peronistas que se jugaron en momentos difíciles. Juan Carlos Díaz recuerda en particular a Mary Agüero, quién -tenía más de 50 años y siempre se jugó mucho. Salía a pintar paredes aún en los peores momentos. Una vez en que nos habían fallado los contactos viajó ella misma a Bolivia para restablecer el tráfico de explosivo . 
 
Mary había sido ignorada por todos, único premio había sido una pensión del gobierno peronista. Siempre repetía: -Si Perón me dio todo lo que tengo, yo voy a dar la vida por Perón. 
 
El tráfico de explosivos desde Bolivia había sido organizado por Mena de acuerdo con John William Cooke. quién trataba de establecer una red entre los comandos dentro del país y los comandos de exiliados en los países vecinos.  La gelinita era conseguida en las minas bolivianas y llegaba hasta la frontera. En Jujuy la ponían debajo de los vagones y en Tucumán era retirada para ser distribuida por el país. En la correspondencia que Perón y Cooke intercambiaron en esos años, el gallego Mena figura como el nexo entre los comandos de Bolivia y los comandos del noroeste argentino. 
 
Entre los años 1955 y 1958 el Comando 17 de Octubre siguió desarrollando apoyos entre empleados de sectores medios y en los barrios humildes de San Miguel de Tucumán: -...cada barrio tenía su célula: en Villa 9 de Julio, en la calle Blas Parera 174, la tía Segunda y el tío Federico ...en la Banda del Río Salí, en todos lugares teníamos refugio, en la calle Las Piedras  estaba la tía. Yarará, una vieja viuda y su hija que nos daba refugio a nosotros, gente a dejarse matar por Perón; en la Martín Berro, allá aliado de los mataderos[...] vale decir, el peronismo estaba en todos los niveles, la resistencia estaba en todos los niveles; la gente de la C.G.T. de Tucumán, con Benito Romano que estaba en la F.O.T.I.A ..”.  
 
En esos barrios humildes fue reclutado Juan Carlos Díaz, el comandante Uturunco, Díaz tenía 18 años en 1956 y un pasado de penurias, Su padre había sido foguista del ferrocarril Mitre y él y sus hermanos trabajaban duramente la tierra. De chico conoció el monte, recorriéndolo para vender los excedentes de su magra cosecha, En la casa de los Díaz, en la ciudad de Lamadrid, funcionaba una Unidad Básica peronista que atendía su madre, Dominga Heredia, en el tiempo que le dejaban las labores domésticas.
 
A los dieciséis años, Juan Carlos migró a la ciudad de Tucumán, ingresó como aspirante en el ferrocarril y luego obtuvo empleo como obrero metalúrgico. Fue en las fábricas, en ese período de fuertes luchas gremiales, que conoció las primeras armas del sindicalismo, hasta que quedó desocupado y se integró con ahínco en los comandos de la resistencia. 
 
Su relación con Mena lo impactó; el gallego le explicaba que -el sistema de represión y explotación se hacía cada vez más duro. Querían [el comando 17 de octubre] instaurar un gobierno que representara a la clase trabajadora, a los intereses, populares. Yo hasta ese momento no entendía nada porque no tenía ningún tipo de formación. Pero vi bien claro que el peronismo era el motor del proceso revolucionario en el país. 
 
Fueron días en que la práctica del sabotaje se extendió por todo el país. Miles de pequeñas acciones, en algunos casos atentados con explosivos, pero en general acciones inofensivas de alto contenido emocional, Cuando los militares decidieron la exhibición compulsiva de la única película que había filmado Eva Perón.
 
La cabalgata del circo, que intentaba despojarla del aura mítica que el pueblo le depositaba para mostrarla en su papel de actriz de segunda en un melodrama mediocre, los comandos tucumanos entraron en acción.
 
En un operativo se robaron la copia de la cinta que se iba a emitir en la ciudad y se la enviaron de regalo a Perón en Panamá. El hecho, inofensivo políticamente, los estimuló a cosas mayores. Porque fue en 1958 que sus acciones se tornaron particularmente activas. 
 
Como la mayoría de los grupos clandestinos, el 17 de Octubre apoyó el voto en blanco o la abstención en las elecciones de 1957 para formar la Asamblea Constituyente y se opuso a apoyar la candidatura de Arturo Frondizi en las elecciones presidenciales de 1958, pese a la orden en contrario de Perón. 
 
En pocos meses, los integrantes del comando en Tucumán y Santiago del Estero realizaron algunas acciones locales resonantes. Felix Serravalle, su compadre Carlos Gerez y Aguilera, distribuidor de diarios, asaltaron la estación del Año Geofísico Internacional y se robaron el aparato receptor de cinco bandas; lo reformaron y fabricaron una emisora en onda larga que llamaron Patria Libre. Con el aparato interferían las radios de la zona para enviar por sus señales los mensajes de Perón. 
 
Dentro de estas acciones simples, algunas eran más para consumo interno que como propaganda política. Como cuando con un mecanismo simple de retardo incendiaron una avioneta francesa en apoyo a la Revolución Argelina de la que eran admiradores.  
 
La mayor parte buscaba obtener el apoyo activo de la población: enterados por los ferroviarios que venía a Santiago un tren cargado de azúcar, los comandos al mando de Serravalle lo descarrilaron sacando los tomillos de las vías en la cuesta de Chaupipozo. Al pasar la máquina, los rieles se abrieron y la formación se amontonó; el azúcar gratis corrió a raudales en la zona por un tiempo. 
 
Aquellos fueron días para los futuros uturuncos de vivir a salto de mata, en la clandestinidad, con la policía en los talones. Pero la red daba resultado. Ante cualquier problema acudían a las casas de las tías o recurrían a algunos viejos dirigentes de alguna de las líneas en que se dividía el peronismo o incluso podían pedir ayuda a algunos ex militares peronistas o a los sindicatos que los apoyaban.
 
II
 
Arturo Frondizi llegó a la presidencia de la nación en mayo de 1958. Su inesperado triunfo (había salido tercero en las elecciones de 1957) lo obtuvo gracias al apoyo que recibió desde el exilio de Juan Perón dado que, al estar el peronismo proscripto, ordenó a sus partidarios votar por Frondizi en contra de la fórmula que llevaba al radical Ricardo Balbín, que muchos significaban como la continuación del gobierno militar.
 
Frondizi ganó por amplia mayoría pero era conciente de que su efímero capital político se le diluiría de las manos en poco tiempo. Por ello desarrolló rápidamente una política dual: dio los pasos para la instalación de una política económica desarrollista y, al mismo tiempo respetó algunas de las cláusulas del pacto firmado con Perón, en particular la sanción de un ordenamiento legal para los sindicatos, favorable a los líderes peronistas. 
 
Sin embargo, la implantación de una política económica desfavorable para los trabajadores y agresiva contra el clima nacionalista que imperaba en el país, colocó a los peronistas, particularmente a los gremios, en una disyuntiva. 
 
Por un lado, consideraban que el gobierno desarrollista dependía de que las Fuerzas Armadas no se vieran tentadas a una nueva intentona militar, con lo que la legalidad obtenida dependía del máximo sostén que Frondizi obtuviera. Por el otro, las agresivas políticas del desarrollismo deterioraron velozmente los ingresos de los asalariados y avanzaron sobre los convenios laborales imponiendo nuevas cláusulas de productividad, con lo que la rebelión de las bases no tardó en instalarse y poner en duda los liderazgos obtenidos en los años de la Revolución Libertadora. 
 
Si por unos meses, y pese a las críticas, lograron contener las huelgas desatadas entre los petroleros y los ferroviarios, a fin de año el anuncio de un duro plan de estabilidad monetarista acordado con el Fondo Monetario Internacional colocó a una gran parte de los sindicatos a la ofensiva. 
 
Durante todo el año de 1959 se libraron las batallas gremiales más extensas ( en número de participantes y extensión de las mismas) e intensas de la época. Los comandos de la resistencia, que se habían opuesto activamente al apoyo a Frondizi y que se encontraban debilitados por la nueva centralidad que habían obtenido los sindicatos gracias a la política de cooptación y la semilegalidad otorgada por el nuevo gobierno, apoyaron con atentados y sabotajes las luchas gremiales. 
 
Las 62 Organizaciones, organismo que concentraba a los sindicatos peronistas fue descabezada por dirigente combativos de los gremios chicos y, por unos meses, pareció que la llamada línea dura tomaba el control de la central y de la lucha. En junio de 1959 Juan Domingo Perón denunció, haciéndolo público, el pacto firmado por Frondizi. Metalúrgicos, bancarios, obreros frigoríficos, textiles, empleados de comercio, obreros de Luz y Fuerza y muchos otros gremios sostuvieron largas huelgas defensivas del salario y de las condiciones de trabajo. 
 
En el interior del país sobresalió el paro de la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (F.O. T.I.A.), realizada en Tucumán en los meses de julio y agosto. La futura primer guerrilla peronista también se fortaleció gracias a los sucesos acontecidos durante la huelga.
 
La huelga azucarera de 1959: del 23 de julio al 12 de agosto  
 
El 30 de abril de 1959, luego de un largo período de intervención, se realizaron las elecciones en la FOTIA, en cumplimiento de lo dispuesto por la Ley de Asociaciones Profesionales sancionada el año anterior. Se presentaron tres listas. La lista Azul representaba a la intervención saliente y su cara visible era Balbino Martínez, candidato por el ingenio Santa Ana. 
 
A pesar de su declaración de prescindencia política, estaba ligado al partido Bandera Blanca, cuyo presidente era Isaías Nougués, perteneciente a la más rancia oligarquía tucumana. La Lista Verde llevaba como candidato a Rodolfo Palacios, antiguo dirigente de la FOTIA, delegado por el ingenio Los Ralos y se proponía como lista independiente (con adhesión al Partido Socialista ya los 32 gremios democráticos) con posiciones conciliadoras. 
 
Por último, la lista Blanca llevaba como candidato a Benito Romano. Romano se había iniciado en el sindicalismo en 1945 a los 17 años de edad, era delegado por el ingenio Esperanza y había ocupado diversos cargos en la FOTIA hasta llegar a protesorero en 1955, cargo que ocupó sólo cinco meses debido al golpe militar. 
 
La lista Blanca era la única que presentaba candidatos en todos los ingenios y fincas. Juan Farías, carpintero del ingenio La Florida y Simón Campos, activos militantes de la huelga de 1949 por la que fueron separados de la Federación, volvieron a ganar en sus establecimientos. Romano volvía de su exilio boliviano y Bernardo Villalba, que había sido detenido en 1956 debido al golpe de Valle, regresó triunfalmente al gremio. 
 
La lista Blanca se impuso por amplia mayoría: 43.302 votos contra 5.172 de la lista Azul. En el plenario, 72 delegados de 55 filiales adheridas eligieron a Benito Romano como nuevo secretario general. Bernardo Villalba fue elegido Tesorero.
 
La nueva conducción debió actuar con rapidez dado que de inmediato comenzó a reunirse en Buenos Aires la paritaria azucarera. Para fortalecer su posición en la paritaria los obreros tucumanos se nuclearon en el FUNTA {Frente Unico Nacional de Trabajadores azucareros), que nucleaba a los obreros de Tucumán, Salta, Jujuy, Chaco y Santa Fe. Los ingenios ofrecieron un 20% de aumento contra el 90% que reclamaban los trabajadores. Sin embargo, como en la huelga de 1949 los empresarios ataron el aumento de los salarios al reclamo por el aumento del precio del azúcar. 
 
Los cañeros independientes, el grupo de los propietarios de pequeñas fincas, reclamaban por la continuidad de los subsidios, por la falta de pago por parte de los ingenios de la zafra de 1958 y por el régimen de tenencia de la tierra, criticando el latifundio. A mediados de junio comenzó la zafra, la oportunidad esperada por los obreros para hacer valer sus demandas con la amenaza de la huelga. Siempre había sido así, las huelgas se producían en el momento en que hay que cortar las cañas y llevarlas de inmediato al ingenio para la molienda. 
 
El tiempo que se pierde en cortar la caña o la tardanza, una vez cortadas, en molerla, hace perder una parte de la sustancia base del azúcar, la sacarosa. Para los obreros era el momento en que los patrones estaban más dispuestos a ablandar sus bolsillos.
 
El 24 de junio hubo cambio de gabinete e ingresó al Ministerio de Economía y al Ministerio de Trabajo conjuntamente el Ing. Alvaro Alsogaray. 
 
El 8 de julio, Alsogaray anunció la desregulación y la libertad del precio del azúcar (si este excedía los $ 16 el kilogramo, el ministerio quedaba autorizado a importarla anulando las barreras aduaneras). Luego de 90 días de pacientes gestiones, los dirigentes de la FOTIA volvieron a Tucumán y llamaron a un plenario general para decidir las medidas de fuerza. 
 
El plenario tomó la decisión de organizar y realizar un paro por tiempo indeterminado a realizarse desde la hora 0 del jueves 23 de julio. Uno de los delegados, del ingenio Amalia, fue drástico: -...estamos dispuestos a la lucha y no queremos morir de hambre ni de rodillas. Mociono para que de inmediato se discuta el paro a declarar.... La medida de fuerza fue acatada masivamente en toda la provincia.
 
Cuando la huelga promediaba los industriales comenzaron a quejarse por los perjuicios ocasionados por el paro, José M. Paz, presidente de la CAR (Cámara Azucarera Regional), declaró: -...esta huelga afecta seriamente la economía, en particular la de Tucumán que pierde por día 70 toneladas del productos, en los campos faltan unos 80.000 trabajadores y en las fábricas unos 25.000. Hay un enorme tonelaje de caña en los canchones, los cargadores y los cercos, ya cortadas, a la que no hubo tiempo de elaborar. Las pérdidas de jugo son considerables, en especial en Bella Vista donde el personal abandonó las tareas dejando azúcar difícilmente recuperable en fermentación y en las templas.   
 
El paro tenia un amplio apoyo. Pese a ello, al reunirse nuevamente la paritaria, ahora en Tucumán, los obreros bajaron sus pretensiones al 70% de aumento, propuesta que fue rechazada por los empresarios. 
 
El 1º de agosto la CGT Regional decidió un paro general de apoyo al conflicto de la FOTIA para el 6 de agosto, 
 
La huelga provincial dispuesta por la CGT local fue acompañada por diversas movilizaciones durante los días previos. Los obreros del ingenio Concepción y los de el ingenio Libertad (ex -Esperanza) realizaron concentraciones en sus establecimientos; también hubo actos en la zona sur de la ciudad, -Los obreros llegaban en caravanas de camiones y carros metálicos, exhibían banderas argentinas, carteles con leyendas alusivas al paro....  
 
Al mediodía, una manifestación llegó hasta la plaza Independencia, en el centro de la ciudad, vivando a Perón y arrojando naranjas contra el Banco Provincia, el Banco Hipotecario y la Casa de Gobierno. 
 
El 7 de agosto el gobierno provincial ordenó la vigilancia policial en los accesos de la ciudad, pero de todas maneras los obreros sortearon los piquetes cruzando los ríos o por caminos secundarios. A la tarde una importante concentración manifestaba frente al local de la FOTIA, que estaba rodeada por escuadrones de la policía montada, mientras otros efectivos militares custodiaban diversos lugares de la ciudad.
 
A las 17 horas, la policía cargó contra los trabajadores. Los obreros la obligaron a replegarse con cascotes y baldosas. 
 
Las fuerzas de represión intentaron una nueva carga a los sablazos mientras el lugar se llenaba de gases lacrimógenos. 
 
-A las 18 horas la confusión era total por los gases que penetraban en el local obrero, numerosos trabajadores instaban a los refugiados a hacer frente a la policía y pretendían avanzar sobre ella portando una bandera argentina. Los policías repelían el avance arrojando gases. Cuatro de ellos, de la montada, avanzaron desde General Paz y Las Heras, y una intensa pedrea trató de detenerlos. Pero estos, utilizaron sus armas, una pistola y tres carabinas, abriendo fuego indiscriminado contra los obreros y el edificio. Desde el tercer piso se anunció que un trabajador había sido alcanzado por un disparo muriendo instantáneamente. Otros dos resultaron heridos, siendo trasladados a la clínica de la Federación.   
 
Enterado de los graves acontecimientos, el gobernador Celestino Gelsi se presentó en el local de la FOTIA siendo agredido por los obreros. Si salvó la vida fue por la decisión de Benito Romano y otros dirigentes que lo impidieron. La confusión reinaba en todo el lugar. El obrero asesinado era Manuel de Reyes Olea, tractorista del ingenio San Pablo. 
 
En el interior de la provincia se sucedían también graves incidentes. En el ingenio Leales el propietario de una de las fincas decidió actuar por mano propia resistiendo una manifestación. Un obrero de Finca de Parra resultó herido. 
 
Como consecuencia de la grave represión, la CGT regional decidió el paro por tiempo indeterminado y declaró día de duelo al sábado 8 de agosto. Lo que Gelsi temía se cumplió, la provincia se encontraba sumida en el caos y era posible una intervención. 
 
El presidente Arturo Frondizi ordenó la movilización de tropas y varios jefes militares viajaron a Tucumán. Para cubrirse, Gelsi atribuyó los hechos a un -vasto plan subversivo.
 
En los días siguientes la FOTIA quedaría en soledad al romperse el frente único con los gremios azucareros de las demás provincias (FUNTA). Estos aceptaron la propuesta patronal mientras que la FOTIA la rechazó y los acusó de “testaferros de Arrieta, Blaquier y Patrón Costas”.  Las 62 organizaciones y la CGT declararon entonces un paro nacional el 11 de agosto en apoyo de las demandas de la FOTIA, el que se cumplió con alto acatamiento de los gremios adheridos a las 62 Organizaciones. El ministro Alvaro Alsogaray anunció el cese de la personería gremial del sindicato, argumentando que las medidas de fuerza de la Federación tenían un carácter “extragremial”. Pero la intervención no eliminaba el conflicto y, pese a la medida ministerial, los empresarios siguieron negociando con las autoridades del gremio y ofrecieron una mejora en la oferta por los salarios de los días de huelga. La FOTIA siguió firme con el paro por la negativa de los empresarios de aportar fondos para la asistencia sanitaria y el pago por enfermedad inculpable de los obreros del surco. Finalmente, el 13 de agosto se firmó el acuerdo que daba por levantado el paro, con el triunfo de los huelguistas. Habían obtenido un 70% de aumento, 600$ de pago por los días de huelga, el abono de los salarios familiares y el aporte de fondos para asistencia médica de los obreros del surco; los ingenios también reconocerían el pago por enfermedad inculpable. La huelga le habla costado la vida a dos obreros, Manuel de Reyes Olea y Eusebio Ruiz, quién había sido herido en los incidentes y falleció a principios de setiembre.
 
A diferencia de otros largos conflictos desarrollados en el año de 1959 y que fueron derrotados, la FOTIA resultó ganadora del suyo y se fortaleció como la organización madre del noroeste argentino. El 15 de julio, una semana antes del comienzo de la huelga, un grupo de ocho personas del comando 17 de octubre había subido a la selva para organizar la primera guerrilla rural de la Argentina.
 
La guerrilla de los Uturuncos. Primeros pasos
 
Era de madrugada y la lluvia caía torrencialmente. En Puesto de Zárate, en la base del cerro Cochuna, casi en el límite con Catamarca, ocho hombres cargados con pesadas mochilas iniciaban el ascenso e inauguraban la guerrilla en Argentina. Al mando del grupo estaban Juan Carlos Díaz, el uturunco, Franco Lupi, el Tano y Angel Reinaldo Castro, con el grado de comandantes. Los integrantes de la tropa eran: Juan Silva, alias Polo; Diógenes Romano, alias Búfalo; Miranda, alias Rulo; Villafañe, alias Azúcar y Santiago Molina, alias el Mejicano, todos tucumanos. Un mes después subirían León Ibañez y Pedro Anselmo Gorrita González. Tenían escasa experiencia militar pero todos, en algún momento, habían participado en sabotajes y acciones menores. La zona en la que se internaban no era casual y había por lo menos dos motivos para que la guerrilla la eligiera, uno geográfico y otro político: en el lugar, la selva era tan tupida que a duras penas se podía distinguir a un compañero a dos metros de distancia y además, desde allí hasta el ingenio Concepción era todo terreno azucarero. El propósito inicial era modesto, amoldarse al terreno, acostumbrarse a dominar la vegetación y el clima, conocer los caminos secundarios. Las operaciones, decía Díaz, vendrían después, cuando lo dispusiera el Estado Mayor. El armamento era también escaso, una ametralladora PAM, una pistola 45 y un revolver 38 para ocho personas.
 
Los primeros tiempos los ocuparon en construir refugios y depósitos para los víveres, y a caminar. Para Díaz: -Sabíamos que si llegábamos a dominar la sierra, ya no tendríamos que temer aunque se internara un ejército a buscarnos.  A los dos meses de estar en el monte decidieron encarar algunas operaciones pequeñas. 
 
En septiembre asaltaron con éxito los destacamentos policiales de Las Banderitas y Alto Verde. Con audacia bajaron hasta la ciudad de Tucumán y asaltaron el puesto policial del Ferrocarril Mitre, del que robaron algunas armas y pocos proyectiles. En la misma noche en que asaltaron el puesto del ferrocarril, se trasladaron a la ciudad de Concepción para tomar el cuartel de bomberos. El operativo comenzó con el incendio de una gomería para atraer la atención. Pero por indecisiones en el desarrollo del operativo lo abandonaron. 
 
Para algunos de los integrantes de la guerrilla esta serie de ataques fueron prematuros. Lo cierto es que inmediatamente atrajeron sobre si a la policía de la provincia que empezó a tender un cerco en la zona. Progresivamente, el grupo perdió el contacto con el Estado Mayor, por lo que se hizo cada vez más difícil conseguir alimentos e información. 
 
Hasta el mes de noviembre en que fueron descubiertos se alimentaron de frutos silvestres, algún pájaro ocasional o bajaban a las fincas linderas a la sierra para conseguir legumbres. De todas maneras cuidaron de no abandonar el trabajo político -tratando de hacer entender a la gente el porqué de nuestro accionar, los ideales que teníamos. El apoyo que conseguían era de tipo espiritual, porque en esa zona son todos muy pobres y no tienen nada que dar.  
 
El cerco se cerraba. Por divergencias,  Lupi y Díaz desplazaron del comando a Angel Castro y lo mandaron abajo, destituido, Mientras tanto, Juan Polo Silva y Lupi se separaban del grupo con el objetivo de buscar un nuevo campamento, más arriba, Pero cuando volvían se perdieron debido a la neblina y a la cerrazón de la selva. En ese momento uno de los puestos de guardia dio la alarma de que se acercaba una patrulla policial. Díaz consideró que no era posible hacerles frente y con los que quedaban agarraron las cosas necesarias, las armas y los documentos y trataron de eludir el cerco. 
 
Mientras tanto, Lupi y Silva regresaron al campamento. No sospecharon pese a que no vieron la guardia y cayeron en la trampa policial.
 
El balance distaba de ser bueno, el campamento había sido descubierto, dos guerrilleros se encontraban presos y los restantes habían logrado bajar para restablecer el contacto que se había quebrado dos meses atrás. Pero la policía ya sabía de la existencia de un grupo guerrillero en la zona del Cochuna, un mes y medio antes de la operación que los llevaría a ser conocidos por la opinión pública nacional: el asalto de la comisaría de Frías.
 
Un nuevo intento. El asalto a la comisaría de Frías
 
El Estado Mayor de la guerrilla se reunió en noviembre. Lejos de considerar que la dispersión del primer grupo constituía un fracaso, decidieron encarar una operación mayor que les diera prestigio entre los campesinos y para -ver si los dirigentes peronistas que vivían en Uruguay se decidían a prestar su apoyo.  En apoyo a Juan Carlos Díaz, Angel Castro fue relevado de toda responsabilidad, mientras el Uturunco y Felipe Genaro Carabajal. comandante Alhaja, Pila o Joya, miembro del Estado Mayor y cuñado de Manuel Mena, eran enviados a Santiago del Estero con un grupo de militantes para acompañar a los santiagueños de Félix Serravalle. 
 
Felix  era un hombre audaz y decidido, además de ser un excelente tirador, subteniente de reserva y participante de varios operativos anteriores. Entre los dos consiguieron juntar un grupo de 22 hombres, cuyas edades oscilaban entre los quince y los veinticinco años. 
Serravalle tenia treinta y cuatro y había elegido como nombre de clandestinidad el de comandante Puma (según él, con dos acepciones: Perón Unico Mandatario Argentino y Por Una Mejor Argentina).
 
Un mes antes comenzó el entrenamiento en la finca ladrillera de Manuel Paz, en Chumillo. Previamente, algunos habían recibido alojamiento en la casa de José Benito Argibay, ex intendente peronista de la ciudad de La Banda. Mientras tanto concurrían con Serravalle al tiro federal, se cortaban el pelo al rape y conseguían uniformes similares a los del ejército, los tres comandantes de oficiales y el resto, ropa de fajina cocida por mujeres de Santiago del Estero o comprados en la tienda “La Chinche”, en Buenos Aires.
 
El 23 de diciembre, el grupo de los tucumanos, simulando ser acampantes fueron trasladados en un colectivo prestado por gitanos amigos de Serravalle, hasta Puesto del Cielo, a 35 kilómetros de Santiago del Estero. Allí esperaron hasta el día siguiente en el que fueron recogidos por el camión que los conduciría a Frías, una ciudad de 25.000 habitantes a 160 km. de Santiago del Estero. 
 
La noche del 24, Félix Serravalle, Carlos Alberto Gerez y Pedro Adolfo Velardez, tomaron el automóvil de alquiler chapa 3637, de Timoteo Rojo y se hicieron conducir hasta los talleres de Obras Sanitarias, en las calles Gorriti y Patagonia. El camión Ford modelo 1957, chapa 1631, los estaba esperando con el tanque lleno. Los trabajadores de la repartición se lo habían dejado preparado. Con un ardid engañaron al sereno, robaron el camión y se dirigieron a buscar al resto del grupo guerrillero. A las cuatro de la mañana llegaron a Frías y con decisión encararon a la guardia de la comisaría:
 
-¡Ha triunfado una revolución. venimos a hacernos cargo!, dijo Serravalle con tono marcial y vestido de Teniente Coronel. Por ese entonces se comentaba que los militares estaban preparando un golpe militar contra Frondizi. La tropa formó frente a los supuestos militares, sin sospechar. En pocos minutos y sin disparar un tiro, los Uturuncos tomaron la comisaría, a los policías les sacaron las armas   y los uniformes y los metieron en el calabozo. A culatazos rompieron la radio policial y cortaron los cables del teléfono. 
 
Un agente aseguró después a la prensa que quién los dirigía se hacia llamar comandante Uturunco y el nombre llegó a los diarios. En la huída dejaron el camión abandonado en un lugar llamado El Potrerillo y se internaron en el monte.
 
Al día siguiente la noticia conmovió al país y fue tapa de todos los diarios de la Capital: un grupo guerrillero peronista al mando del capitán Uturunco operaba en la provincia de Tucumán. El ministro del Interior, Alfredo Vítolo, en conferencia de prensa identificó a varios de los asaltantes. 
 
El remisero Timoteo Rojo los había denunciado. Por su testimonio las autoridades conocieron la identidad de Félix Serravalle y la de su compadre Carlos Geréz. La policía comenzó entonces una serie de allanamientos. Cuando llegaron a la casa de Serravalle sus familiares dijeron que estaba de viaje. El gobierno comprobó lo que sospechaba: los integrantes de la guerrilla o sus apoyos eran viejos conocidos peronistas de la zona. Con la punta del hilo descubierta, el gobernador de Santiago del Estero, Eduardo Miguel y su par de Tucumán, Celestino Gelsi, comenzaron a desenredar el ovillo y tendieron una trampa a los guerrilleros. Mediante un comunicado oficial, los diarios informaron que se libraban graves combates con la policía en las inmediaciones de la ciudad de Concepción de Tucumán. En el comunicado se afirmaba que “las acciones son encarnizadas y hay muchas bajas”.  Los padres de los menores, preocupados por su suerte y temerosos de que les hubiera sucedido lo peor se presentaron para recibir información; así el gobierno conoció las identidades de seis de ellos. Entretanto, la policía provincial comenzó a tender el cerco a partir del lugar donde fue encontrado el camión. 
En el monte, los guerrilleros caminaban y esperaban. El 28 de diciembre atacaron a tiros un jeep de la policía en el kilómetro 39 de la ruta 65, el que huyó sin intentar respuesta. Según el relato de Serravalle:
 
“Y agarramos y empezamos a caminar para el norte; cuando vos subes los cerros que son de 3500 metros más o menos de altura, es la zona boscosa que es la que te ofrece cubierta contra los vuelos y todas esas cosas, no tenemos ningún problema, agarramos la espina dorsal y empezamos a caminar, y a caminar, y a caminar, y bueno ... primero se bajó Velardez que era el chofer del camión, se entregó á la policía.” 
 
Efectivamente, Pedro Velardez, quién había conducido el camión, fue el primero en abandonar a sus compañeros y se entregó a la policía. A partir de su delación se conocieron más detalles del grupo que estaba en los cerros y un dato adicional: en el campamento guerrillero cundía el desaliento al verse rodeados por la policía. En los días posteriores al asalto y hasta fin de año pasaron por las localidades de Arcadia, Alpachiri, Alto Verde y se dedicaron al trabajo político, a explicar las causas del levantamiento, su lucha por el retorno de Perón. Pero el cerco comenzaba a cerrarse. El 31 de diciembre las madres de los muchachos más jóvenes radiaron por la emisora LV12 un mensaje para sus hijos en los que les pedían angustiosamente que bajaran del monte. Las bajas temperaturas nocturnas, la escasez de alimentos, el cerco policial y las suplicas paternas minaron la moral de los más débiles. Además, muchos creían que eran sólo una parte de un operativo más vasto en el que se levantarían varios frentes adicionales, pero al retrasarse estos acontecimientos, la moral decayó.
Finalmente, el 1º de enero, los policías vieron descender desde lo alto de la montaña a cuatro jóvenes que iban en busca de víveres y agua y los detuvieron sin oponer resistencia. Un rato más tarde se entregaron otros cinco, que habían obtenido el permiso de sus jefes de bajar respondiendo al llamado de sus padres.  El mismo día, a pocos kilómetros de Concepción, fue detenido Juan Carlos Díaz. Según su relato había bajado unos días antes con el comandante Alhaja, José Genaro Carabajal para contactar con un nuevo grupo de combatientes, pero cuando estaban cruzando un río fue arrastrado por la corriente aguas abajo perdiendo el contacto con su compañero. Medio atontado, con su ropa en jirones y las botas destrozadas, fue guiado por gente de la zona por donde no hubiera patrullas. Pero fue delatado y capturado, por los dichos del chofer ya sabían que se trataba del uturunco. Dos días después, una patrulla policial encontró dormidos a dos jóvenes más en el límite con Catamarca. Se trataba de Roberto Anaya, de 18 años, alias loco Perón y René Fernández, ambos tucumanos. Al ser descubiertos, Anaya se entregó pero Fernández logró huir hasta Concepción y tomó un micro hasta la ciudad de Tucumán, pero al bajar se le di paró un tiro que lo hirió en el muslo. Fue detenido en el hospital Padilla al que había concurrido para curarse. Otros dos, Américo Moya y Tomas David Soraide, que fueron encontrados por sus padres en la selva del Aconquija, también se entregaron.
 
En las ciudades muchos miembros de la red fueron detenidos y sus domicilios allanados. Entre otros, fueron apresados Manuel Paz y su hijo Carlos Raimundo, dueños de la ladrillera; Melitona Ledesma, dueña de una librería que había sido denunciada por entregar a la guerrilla la noche del 24 enseres, ropa y víveres; José Benito Argibay; el Dr. Humberto Carral Tolosa, ex intendente de Santiago del Estero; Luis Héctor Frías, técnico en radio; Clemiro Gómez, dirigente sindical de prestigio entre los ferroviarios. Las delaciones no fueron la única causa del parcial descubrimiento de los contactos, resulta obvio que el gobierno conocía parte del hilo del que ahora tiraban a causa de la previa existencia del comando 17 de octubre. Las detenciones debilitaron aún más la situación de los que aún quedaban arriba. El Puma Serravalle, decidido a no entregarse intentaba romper el cerco con los siete hombres que aún le quedaban. La policía creía que el grupo se dirigía a Catamarca y extremó el patrullaje en esa zona. Pero Serravalle forzó la marcha y, en un día, caminando a paso forzado cincuenta kilómetros, bajaron en Tucumán, en la zona del ingenio Providencia donde fueron protegidos en casas de obreros del ingenio que aún permanecían seguras. Tenían los pies destrozados y eran fácilmente reconocibles. Sin embargo, lograron romper el cerco y llegar hasta el barrio 24 de noviembre, en Tucumán. Allí les dieron refugio en el prostíbulo de la Turca Fernández y en una iglesia donde se encontraron con Manuel Mena, quién los recibió quebrado por la emoción.
 
En Buenos Aires, los diversos grupos de la juventud peronista se habían mostrado fervorosos partidarios de los uturuncos y se entusiasmaron con participar en la guerrilla. Organizaron grupos de apoyo, colectaron plata y muchos de ellos viajaron a Tucumán para unirse a ella.  El “gallego” Mena los reunió con la idea de formar un tercer grupo y subir al monte luego de las detenciones producidas por el asalto a Frías. Habían transcurrido dos meses, Serravalle se encontraba prófugo y Mena, siempre activo, no abandonaba la idea de la creación de un frente guerrillero permanente. Sin embargo, el 10 y 11 de marzo la policía dio con el refugio de los porteños, el ya conocido prostíbulo de la Turca Fernández y el domicilio de Manuel Haro, deteniendo a varias personas que se encontraban reunidas, entre ellos a Luis Rojas, alias Zupay, que había participado de la toma de la comisaría.  En el procedimiento se secuestraron armas, municiones, granadas, mantas, botas y camisas con las sigla ELN (Ejército de Liberación Nacional). Manuel Enrique Mena fue detenido junto con Enrique Oliva cuando intentaban subir a la montaña.
 
En ese comienzo del año 1960, los comandos urbanos del peronismo intensificaron sus acciones de sabotaje: el 15 de febrero fue colocada una bomba en el depósito de Shell-Mex en Córdoba, incendiando 4 millones de litros de combustible y dejando 13 víctimas; el 11 de marzo una bomba destruyó la casa del oficial de la SIDE, David Cabrera, activo represor, dando muerte a su pequeña hijita de 3 años; el día 13 ocurrió una explosión en la planta de gas de Mar del Plata; ese mismo día el cabo del Ejército Manuel Medina, que estaba detenido, se “tiró” de una ventana de Coordinación Federal dando vivas a Perón. El 14 de marzo, debían realizarse las elecciones que renovarían la mitad de la Cámara. Unos días antes, Arturo Frondizi ordenó la ejecución del plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado). El país fue dividido en zonas operativas y se sometió a tribunales militares a todos aquellos acusados de terrorismo. Días después, los diarios anunciaron que se habían efectuado 1600 allanamientos y que habían sido detenidos miles de militantes peronistas. Las elecciones se realizaron en orden y volvió a triunfar el voto en blanco propiciado por Perón.
 
El incansable “Puma” Serravalle comenzó entonces a planificar la forma de liberar a sus compañeros presos en la cárcel de Concepción, pero el 1º de abril mientras viajaba por Tucumán con documento falso fue detenido y juzgado por los tribunales militares del CONINTES.  Era el fin. Sin haber recibido apoyo de Perón y de los dirigentes peronistas que se manifestaron ajenos a la empresa guerrillera y los acusaron de aventureros y portadores de “ideologías extrañas a la tradición cristiana de nuestro movimiento”, con los principales líderes en prisión y aplastados por la represión del Plan Conintes, la guerrilla se disolvió.
 
Los tribunales militares fueron duros con los cabecillas de la rebelión. Manuel Enrique Mena fue condenado a 7 años de prisión. Antes de cumplir los tres se fugó del hospital carcelario del Chaco y viajó a La Habana donde se entrevistó con el Che, sin ponerse de acuerdo sobre la estrategia a encarar. 
 
En 1970 vivía en San Justo en un humilde barrio obrero, donde con sus manos estaba levantando su casa. Murió de cáncer el 14 de julio de 1970. Juan Carlos Díaz, el uturunco  fue condenado a 7 años. En 1963 fue amnistiado por el gobierno de Illia, en 1970 participó con el ERP en el asalto al Banco Comercial del Norte y un día después fue detenido. 
 
En 1973 fue nuevamente amnistiado y recibió un subsidio del gobierno peronista de Tucumán.  En la actualidad, vive miserablemente y casi ciego en San Miguel de Tucumán. 
 
Los menores de edad fueron derivados a los Tribunales de Menores, excepción hecha a Luis Uriondo, quién dado su parentesco con el general Uriondo, su padre, fue devuelto a su familia.  Félix Serravalle cumplió la condena que le aplicaron los tribunales Conintes, tres años y siete meses en varias prisiones. Le rompieron los ligamentos del brazo en la tortura. Al salir prometió a su familia, a la que casi no había visto en años, que se iba a ocupar de ellos. A los 74 años, vive en La Banda, orgulloso de su pasado y rodeado de sus recuerdos.
 
Guerrilla y movimiento popular en la Argentina de los sesenta
 
Para explicar el escaso impacto de la guerrilla en los activistas de la resistencia, Daniel James, en su influyente trabajo sobre la resistencia peronista, ha esbozado la hipótesis de que el surgimiento de la insurgencia armada debe ser atribuido a la solitaria voz de John William Cooke y a -sectores juveniles del peronismo y la izquierda no peronista, donde se reclutaron sus militantes,  los que “en su mayor parte provinieron de la esfera universitaria de la Capital Federal y otros grandes centros de estudios terciarios.  Para James, ello fue debido a su pertenencia de clase, dado que por la misma no ponían sus expectativas en el desarrollo de la lucha sindical. Varias son las fuentes mediante las que trata de probar su afirmación. 
 
En primer lugar, el informe del propio aparato represivo y entrevistas a activistas de la juventud, citadas por James,  que dan cuenta que la mayoría de los participantes en las experiencias guerrilleras de fines de los ‘50 tenían entre 16 y 20 años de edad y pertenecían a las barriadas humildes del conurbano bonaerense. 
 
En segundo lugar, el haber tomado como fuente confiable el ya citado articulo de Morales, en el que se afirma que los integrantes de la primera guerrilla provenían de la clase media universitaria y que sólo tres obreros fueron de la partida.  
 
Otros de sus argumentos son que la mayoría de los activistas clandestinos todavía esperaban, aunque cada vez con menor convicción, que un militar peronista encabezara el golpe, o que la mayoría de los militantes peronistas veían con recelo a la revolución cubana, pues en la Argentina esta había sido principalmente festejada por los oligarcas o por la prensa de la izquierda tradicional.
 
Creo haber demostrado que el inicio de la guerrilla peronista no fue ideado desde las grandes ciudades sino que su origen debe más bien rastrearse en la organización de los comandos de la resistencia regionales y en una de sus posibles evoluciones. 
 
Tampoco fueron los jóvenes de clase media universitaria empobrecida y que practicaban una suerte de elemental terrorismo urbano los que finalmente dieron el primer paso. Si es cierto que se entusiasmaron y muchos hasta viajaron a la zona, pero el desarrollo de los acontecimientos aquí relatado niega su protagonismo. 
 
No es cierto que constituyeran el principal apoyo logístico de las acciones que se encararon, sino que este correspondió a un modesto pero no despreciable aparato político montado en los años previos por el comando 17 de octubre del que surgieron los combatientes.
 
Esto no niega la principal afirmación de Daniel James acerca de que la guerrilla de los Uturuncos tuvo poco impacto en los activistas de todo el país, pero ello debe explicarse mediante otros argumentos y ellos pueden encontrarse en el desarrollo de las distintas vertientes que se perfilaron en el peronismo luego del derrocamiento del régimen. 
 
Ya fueron explicados por el propio Daniel James los cambios habidos en el peronismo luego de 1955. Los núcleos centrales que organizaron la resistencia distaban de pertenecer a los aparatos de gobierno del peronismo y fueron esencialmente dos: los comando clandestinos y las organizaciones sindicales paralelas a las intervenciones. 
 
Hasta por lo menos 1958, ambas estructuras actuaron coordinadamente y desarrollaron, en particular las estructuras sindicales, una intensa democracia con base en la cultura de fábrica. Esta actitud plebiscitaria fue posible por las nuevas condiciones de lucha: el riesgo que suponía la clandestinidad de la acción obrera y la inhabilitación por parte del golpe militar de los viejos dirigentes ligados a la estructura burocrática peronista. Ello permitió a los líderes gremiales emergentes la legitimidad necesaria para alzarse con la dirección de la mayoría de los sindicatos industriales.
 
Los comandos, que empezaron como pequeños organismos políticos de agitación, más barriales que fabriles, perfeccionaron sus atentados y, de pequeños actos de sabotaje, pasaron a encarar grandes actos de terrorismo urbano. Sin embargo, ambos fueron afectados por el inicio de la etapa de semi legalidad con la elección de Arturo Frondizi a la presidencia. 
 
Muchos sindicalistas comprendieron que tenían mucho más para ganar si integraban críticamente el orden político posperonista y renunciaban a poner sus estructuras gremiales al servicio de un plan insurreccional que trajera nuevamente a Perón al país. 
 
Los comandos, que siempre se resistieron a formar parte de una organización única y centralizada dieron fuertes golpes en los años 1959 y 1960, hasta el inicio del plan Conintes, como los que hemos reseñado. Siempre fueron grupos centrados en las ciudades capitales de provincia y sus principales atentados fueron cometidos en estas. 
 
Un tercer grupo que cobró relevancia a partir de la elecciones de 1957 fueron los viejos dirigentes del ala política del movimiento. Nunca fueron radicalmente amonestados por Perón y planificaron distintas estrategias frentistas opuestas a las diseñadas por John w. Cooke. Los que contaban con una base electoral propia, particularmente en las provincias, se independizaron de la tutela de Perón y constituyeron el llamado neoperonismo, abandonando tempranamente la estrategia insurreccional. Los otros disputaron en todo momento el liderazgo otorgado por Perón a su delegado personal. La creación del Consejo Coordinador reflejó este proceso. 
 
Hacia fines de 1959, momento en el que se desarrollaban las acciones de la guerrilla, las 62 Organizaciones volvían a ser conducidas por los dirigentes de los grandes sindicatos desplazados a principios de año. Su estrategia se volcaría desde este momento a lograr que el gobierno desarrollista les devolviera la Confederación General del Trabajo, que permanecía intervenida. 
 
En el pasado habían apoyado, aunque con vacilaciones, los planes insurreccionales, pero no era ahora el momento para alentar el desarrollo de una guerrilla en el norte del país. Los dirigentes políticos confiaban en que el progresivo retorno a la actividad política electoral les devolviera el rol protagónico que habían perdido en los años de clandestinidad y de ninguna manera podían verse entusiasmados con un proyecto subversivo si no habían aprobado las acciones de los primitivos comandos. 
 
Si los comandos se entusiasmaron con la idea de la ampliación de la esfera de la lucha con nuevos métodos como los de la guerrilla tucumana o mendocina, seguían esperando el levantamiento de algún militar peronista, Pero más importante aún, sus acciones se desarrollaban en ciudades de provincia o en Buenos Aires, cuyas geografías nada tenían que ver con la instalación de un foco de guerrilla rural. 
 
Por último, la extensión y dureza represiva del plan Conintes y el fracaso del levantamiento militar dirigido por el general Iñiguez en noviembre de 1960 los diezmó haciéndolos virtualmente desaparecer. Dadas estas circunstancias, resultaba dudoso que el primer levantamiento guerrillero de la Argentina contemporánea resultara una opción que cosechara fuertes apoyos en el movimiento.
 
Otro punto oscuro en el origen de la guerrilla es el de la dirección o participación de John William Cooke en los Uturuncos y en la Unión de Guerrilleros Andinos.  Para 1958 la posición de Cooke, como delegado personal de Perón y como dirigente del Comando Táctico se había debilitado, al punto que este último organismo había sido reemplazado en octubre por el Consejo Coordinador y Supervisor del Movimiento, de 9 miembros. 
 
En 1959, luego de la toma del Frigorífico Nacional y la huelga general de las 62 Organizaciones en apoyo a la misma, el Bebe fue descalificado por el Consejo a raíz de la publicidad de un documento a favor de la huelga y en contra de la dirección sindical. Con su captura recomendada, comenzaría un periodo de persecución y clandestinidad. Salió del país y se reinstaló en Montevideo, realizando viajes periódicos a Buenos Aires, Pese a todo, siguió manteniendo la correspondencia con el general en el exilio, pero no en roles de dirección atribuidos por Perón. En el segundo semestre, impulsó con intelectuales de otras fuerzas políticas el semanario Síntesis. 
 
En noviembre, reingresó clandestino al país para disertar en el Congreso por la Liberación Nacional, realizado por las 62 organizaciones. Finalmente, en abril de 1960 comenzó su estadía en Cuba.  Su figura, hacia fines de 1959, era la de un dirigente importante y escuchado en algunos ámbitos del peronismo pero sin capacidad de dirigir los diferentes dispositivos tácticos Como los comandos, el aparato político y los sindicatos y, más aún, despreciado como trotskista por algunos sectores del movimiento.
 
Pese a todo, ¿fue Cooke el ideólogo, la dirección de la guerrilla tucumana o por el contrario, tal como ocurriera con la toma del frigorífico a principios de año, le fue atribuida la dirección luego de producido el estallido? A juzgar por la historia de relación existente entre el comando 17 de octubre y su par de Buenos Aires, el Comando Nacional Peronista, Cooke y Mena se conocían de tiempo atrás y habían desarrollado planes de resistencia en conjunto, lo que hace obvio el hecho de que Cooke estuviera por lo menos enterado de que el gallego pensaba iniciar la guerrilla en el noroeste del país. También, a partir del relato de los propios protagonistas podemos deducir que la opinión de Cooke respecto de los Uturuncos fue de apoyo y comprensión, mientras que de los demás dirigentes políticos del peronismo afirmaron lo contrario.  
 
En 1961, cuando ya estaba instalado en Cuba y su visión del camino revolucionario pasaba por su identificación con el proceso seguido por Fidel Castro, le envió una carta al “compañero Alhaja”, Genaro Carabajal, quién le había solicitado que tramitara su viaje a la isla. En ella expresa con claridad su opinión sobre la guerrilla de los Uturuncos:
 
“Para ella [Olga Carabajal, esposa de Mena] y para el chiquito, así como para todos los heroicos compañeros que hoy sufren cárcel y persecución por plantear por primera vez una forma definitivamente revolucionaria de lucha en el país, nuestro mas entrañable afecto y nuestro constante recuerdo. [...] Muchos los llamaron, sin duda alguna “aventureros”. Yo quisiera saber que hicieron en concreto los que eso dicen. En la lucha revolucionaria siempre es igual. El que triunfa es un héroe nacional, el derrotado es un provocador.” 
 
No solo Cooke estaba enterado sino que, según algunos testimonios, envió armas para la empresa desde Uruguay, e incluso una pistola Luger de su uso personal.  De todas maneras, lo más probable es que a esto y a hacer valer su influencia personal en el movimiento se redujera su participación. Lo que no fue poco. Sin embargo, la conducción fue ejercida por el Estado Mayor de la guerrilla tucumana que ya hemos citado. En los momentos difíciles de la prisión, Cooke siempre trató de interesarse por el destino de los detenidos.
 
La pertenencia social de los Uturuncos tampoco deja lugar a dudas y es similar a muchos comandos de otras zonas del país. En primer lugar resalta la edad de los combatientes. La mayoría del grupo más numeroso, el que participó en el asalto de la comisaría de Frías, tenía entre 15 y 20 años al momento del ataque; los líderes bastante más -entre 30 y 35-, aunque Juan Carlos Díaz tenía sólo 19. La mayoría habían sido reclutados en los barrios circundantes de la ciudad de San Miguel de Tucumán y pertenecían a familias humildes de la zona. En la red de apoyo político el espectro obrero se ampliaba a la clase media y era conformada por pequeños comerciantes, empleados estatales, obreros de los ingenios, dirigentes gremiales, militares retirados y algunos profesionales como médicos y abogados. Ello puede explicarse desde el conjunto social que dio su apoyo al peronismo, mayoritariamente obreros o trabajadores de escasos recursos, aunque también sectores de clase media o de la burocracia estatal. Es comprensible que en una zona con fuerte trabajo organizativo gremial en manos de un poderoso y combativo sindicato regional como la FOTIA, los más afectados por el derrocamiento del peronismo fueran los que, movidos por un fuerte impacto emocional, decidieran pasar a la resistencia y al ejercicio de la violencia que consideraban legítima, tanto como ilegítima consideraban que era la violencia del régimen militar.
 
La relación entre el comando 17 de Octubre y el sindicato azucarero de Tucumán presenta más dificultades. Según el testimonio de Félix Serravalle, Benito Romano, quién luego sería secretario general de la FOTIA, y su hermano Antonio, delegado de ingenio, formaban parte del comando integrando la red de apoyo. 
Algunos obreros de los ingenios brindaron su colaboración y pusieron en riesgo sus casas y la integridad de sus familias para proteger a los combatientes. De todas maneras, es posible aplicar para el comando tucumano los argumentos que Daniel James esbozó para el fenómeno en general. Los objetivos comunes de los comandos y los sindicatos se fueron escindiendo debido a la lógica dispar de ambos grupos organizativos. Aunque la FOTIA fuera uno de los sindicatos más combativos del país, la legalidad que le fue ofrecida a su accionar dentro de parámetros legales la alejaba de sus compañeros de lucha, los que no sólo enmarcaban su combate en el plan más vasto de insurreccionar la zona sino que eran -y no podían dejar de ser- ilegales y clandestinos. 
 
La organización de los obreros azucareros fue realizada en la tradicional estructura sindical porque formaba parte de su cultura, de sus ideas y valores. Durante el año 1959 los obreros del azúcar eligieron a una comisión directiva que los representó en sus reclamos gremiales y encararon una lucha que, como hemos visto, resultó triunfadora en una época en que la mayoría de los conflictos fueron derrotados. De todas maneras, si el resultado fue un triunfo gremial, también fue la chispa que encendió la indignación de aquellos cuyos objetivos eran el regreso inmediato de Perón al poder. 
 
El día en que la represión mató a ambos obreros, muchos integrantes de los Uturuncos se contaban entre los manifestantes pero sus caminos se bifurcaron cuando la guerrilla se instaló en el monte. De todas maneras, los dirigentes de la FOTIA no se desentendieron de sus compañeros y les brindaron apoyo mientras duró su detención. Este apoyo fue efectivo de parte de la línea dura de las organizaciones sindicales peronistas. 
 
Varios factores deben señalarse para explicar por qué el primer foco de guerrilla rural argentina fue rápidamente desbaratado. En primer lugar hay que tener en cuenta la delación. Los guerrilleros no pudieron evitar ser detectados por los informes que algunos de sus propios compañeros o vecinos dieron a la policía desde el primer instante. Pero las delaciones por sí solas, aún marcando un fracaso en el dispositivo guerrillero, no pudieron ser el elemento fundamental. Ellas fueron el disparador de una debilidad que no habían calculado. 
 
Debido a los años de militancia previa la mayor parte de los dirigentes de la guerrilla eran conocidos por los servicios de seguridad y, al no existir ocultamiento de la identidad -años después sería moneda corriente en las guerrillas-, la trama fue fácilmente descubierta. En ese contexto, si bien es cierto que muchos combatientes recibieron ayuda en el monte y en la ciudad de personas que no estaban ligadas directamente a la guerrilla, la delación fue determinante en la derrota del grupo. 
 
Los dirigentes peronistas, por los motivos ya expuestos, no sólo no brindaron su adhesión a los Uturuncos, sino que los dejaron librados a su propia suerte acusándolos de aventureros. Peor aún, los debates acerca de la paternidad del grupo que parece propusieron los militantes porteños a su llegada a Tucumán, ligada a los diversos orígenes ideológicos de ellos mismos, debilitaron la posibilidad de desarrollar diversos campamentos que aflojaran la presión sobre los activistas de la zona. Aún más grave para ellos fue el silencio de Juan Perón quién desde su exilio, años después, amonestó a Cooke por haber apoyado a la guerrilla.
 
Algunos militantes de los Uturuncos seguirían combatiendo en las guerrillas de los años sesenta. Pero a la inversa de lo que pudiera suponerse, ninguno de los casos detectados ingresó a las formaciones armadas peronistas, sino que adhirieron al Ejército Revolucionario del Pueblo, la principal fuerza guerrillera de la izquierda no peronista. 
 
El recuerdo de los Uturuncos significó más para la zona que para el resto del país. Consta que Félix Serravalle compartió con su coprovinciano Mario Roberto Santucho su experiencia en el monte. Tal vez pueda atribuirse a la influencia política de la guerrilla del ERP en grupos militantes de Santiago del Estero y Tucumán. Las Fuerzas Armadas Peronistas en 1968, y el ERP en 1975, intentaron establecer focos rurales en la provincia de Tucumán. Algunos integrantes de las FAP eran aquellos militantes de la juventud peronista que en Buenos Aires soñaban con la guerrilla tucumana. 
 
Una de las dos vertientes que dieron origen al Partido Revolucionario de los Trabajadores, FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano y Popular), la organización creada por los hermanos Santucho, se vinculaba estrechamente con las provincias del norte argentino. 
 

[1] Nota: hay algunas citas que están referenciadas en el trabajo original. En el escaneo se trabajó con unas fotocopias del mismo, hay algunas que solo se referencia para respetar dicho trabajo, pero no está el texto correspondiente por tratarse de unas fotocopias, como se dice antes.

[1] La leyenda tucumana del Uturungo surgió de las duras condiciones de explotación en la provincia. Cuenta que los dueños de la tierra oprimían a los pobres campesinos hasta que uno de ellos decidió enfrentarlos. Robaba a los ricos para repartir entre los pobres y alentaba a los demás a seguirlo. Los patrones lo persiguieron para matarlo pero, según el mito popular, las balas no le entraban porque se ponía varias pieles de tigre. Fue por ello que lo llamaban el uturungo, que en el idioma quechua significa "hombre tigre". .

[1] En el sentido de constituir un sujeto social “democrático” que no había participado del conflicto civil del pasado, aislando el enfrentamiento a una guerra entre dos “demonios” similares en la práctica de la violencia e igualmente antidemocráticos.

[1] SABATO, Ernesto: Prólogo al informe de la CONADEP. El Texto dice así: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países”. Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, Buenos Aires, Eudeba, 1984.

[1] Son expresivos los análisis de grupos como el IRA, la ETA, la OLP y las guerrillas latinoamericanas. Para una visión más comprensiva, véase RUBENSTEIN, R.: Alquimistas de la revolución. El terrorismo en el mundo moderno, Buenos Aires, Granica, 1988.

[1] MORALES, Emilio: Uturunco y las guerrillas en Argentina, Montevideo, SEPE. 1964.

[1] Entrevista de Otelo Borroni a Juan Carlos Díaz, en Siete Días. 24 de junio de 1973. Por su coherencia interna y externa es una de las más valiosas fuentes para el estudio de los Uturuncos.

[1] BASCHETTI. ROBERTO: Documentos de la Resistencia Peronista. Buenos Aires. Puntosur. 1987. pg. 25-26. Con apenas pequeñas variaciones. María Seoane la reproduce en su libro sobre Mario Roberto Santucho, SEOANE. María: Todo o Nada, Planeta, 1991.

[1] BASCHETTI. ROBERTO: Documentos (1970-1973), Buenos Aires, De la Campana, 1995, pg. 25-26.

[1] GALASSO, NORBERTO: Cooke. De Perón al Che, pg.168-169. Galasso se basa centralmente en la entrevista de Borroni a Juan Carlos Díaz. Otras breves descripciones son las de: GILLESPIE, Richard: J. W .Cooke. El peronismo alternativo, Buenos Aires. Cántaro, 1989. pg 32 y: JAMES. Daniel: Resistencia e Integración. Buenos Aires, Sudamericana, 1991, quien también atribuye erróneamente el origen de la mayoría de los militantes a los suburbios de Buenos Aires.

[1] La FOTIA fue creada en 1944, con apoyo de la Secretaría de Trabajo y Previsión que dirigía Perón. Su experiencia previa le permitió completar rápidamente la afiliación, en 1946 ya contaba con 100.000 obreros afiliados. En 1949 se enfrentó al gobierno de Perón mediante una huelga en la que reclamaban aumento de salarios. Perón intervino el sindicato, denunció a los dirigentes y, al mismo tiempo, ordenó un aumento de salarios del 60%. La FOTIA permaneció intervenida hasta la caída del régimen. Ver DOYON, Louise: Conflictos obreros durante el régimen peronista (1946-1955), en TORRE, Juan Carlos: La formación del sindicalismo peronista, Buenos Aires, Legasa, 1988 y, DEL CAMPO, H.: Sindicalismo y peronismo, Buenos Aires, CLACSO, 1984.

[1] La Gaceta de Tucumán, 2 de mayo de 1956. Citado por ROMANO, Graciela del Valle: FOTIA y la huelga azucarera de 1959, Buenos Aires, 1994 (mimeo).

[1] La Gaceta de Tucumán, 4 de mayo de 1956, citado en ROMANO, G.: op.cit. pg. 20-21

[1] ROMANO, G. : op. cit.

[1] El método era el siguiente: a veces un miembro del comando se vestía de mozo y atendía en el salón comedor de ida y vuelta a Buenos Aires para no despertar sospechas, otras veces los volantes eran trasladados por los propios mozos del tren. Entrevista con Félix Serravalle, abril de 1999.

[1] Richard Gillespie en su libro Soldados de Perón. Los Montoneros sitúa el vínculo de Guillén con la guerrilla argentina a principios de los setenta cuando participó del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara. En realidad, Abraham Guillén participó con anterioridad en la organización de los Uturuncos. En 1965 publicaría en forma de libro sus experiencias con el título de Teoría de la violencia. GILLESPIE, Richard: Soldados de Perón. Los Montoneros. Buenos Aires, Grijalbo, 1987.

[1] Entrevista de Otelo Borroni a Juan Carlos Díaz, en Siete Días, 24 de junio de 1973.

[1] Hubo comandos de exiliados en Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Brasil. PERON-COOKE: Correspondencia, Buenos Aires, Parlamento, 1984.

[1] PERON-COOKE: Correspondencia. Buenos Aires, Parlamento. 1984.

[1] Entrevista con Félix Serravalle, abril de 1999.

[1] Entrevista de Otelo Borroni a Juan Carlos Díaz, op.cit. pg. 8.

[1] Fue incendiado con un paquete de yuyos rociado con aceite quemado y alcohol. El mecanismo de retardo era un espiral con fósforos y estopa mojada en kerosén.

[1] El relato del conflicto está basado centralmente en el trabajo 'Citado de Graciela ROMANO: FOTIA y la huelga azucarera de 1959.

[1] La Gaceta de Tucumán, 24 de julio de 1959, citado en pg. 50

[1] ibid, pg 58.

[1] ibid, pg. 59.

[1] ibid, pg. 61.

[1] Entrevista de Otelo Borroni a Juan Carlos Díaz, pg. 9

[1] ibid

[1] Díaz afirma que Castro mintió cuando afirmó que tenía órdenes de empezar a actuar. Para el uturunco, ello había sido prematuro y fue la causa principal del cerco policial.

[1] Entrevista de Otelo Borroni a Juan Carlos Díaz, pg. 9

[1] Según los diarios, cinco carabinas automáticas, 6 revólveres y 5 pistolas “45”. La Nación, 26 de diciembre de 1959.

[1] La Nación, 29 de diciembre de 1959, pg. 4

[1] Entrevista con Félix Serravalle. La Banda abril de 1999

[1] se trataba de: Santiagueños: Edgar Edmundo Elías, de 22 años; Roberto Gerardo Chaud, de 24 años; Victor Manuel Cárdenas, de 18 años; Luis Enrique Uriondo, de 17 años. Tucumanos: Francisco Nicolás Molina, de 18 años; Domingo Antonio Sandoval, de 18 años; Rafael Alberto Díaz, de 17 años y Rolando Enrique Díaz, de 15 años, hermano del anterior. Los tucumanos tenían todos domicilio en la calle Colombia en un radio de dos cuadras. La razón, 1º de enero de 1960, Entrevista con Félix Serravalle, La Banda, abril de 1999

[1] reportaje a Envar El Khadri, en: ANGUITA, E. y CAPARROS, M.: La Voluntad, Buenos Aires...(no se distingue el año ni la pg.)

[1] según los diarios el grupo se componía de doce personas entre tucumanos y porteños: Enrique Rolando Fernández, Juan José Pérez(32, obrero), José Rodrigo, Mario Rogelio Vara(23, chofer), Juan José Nazar(25, cementista), Roque Domingo Cerezo(29), Delfino Baldqwosh(32, comerciante), José Antonio Moya(30), Alberto Joroma(27, obrero textil), Carlos Alberto Epremión(19), José Manuel Haro(20) y José Luis Rojas(33). Cuando los llevaban, los militantes vivaban a Perón y cantaban La Marcha Peronista. La Razón, 11 de marzo de 1960

[1] Cita ilegible

[1] el subsidio le fue otorgado por el ministro de Gobierno de Tucumán, el dr. Prats Ruiz, quién también había participado del comando 17 de octubre.

[1] Posteriormente participó del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara. Ver artículo de Roberto Bardini en este mismo libro. Hasta hace poco se desempeñaba como diputado por Santiago del Estero.

[1] JAMES, Daniel: Resistencia e Integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946-1976, Buenos Aires. Sudamericana, pg. 206 El autor también afirma que provino de esos grupos gran parte del apoyo logístico con el que contaron los “focos” de Tucumán y Mendoza

[1] ibid, nota 38 y entrevista con Daniel Hopen, nota 37

[1] MORALES, Emilio: Uturunco...op. cit.

[1] Para un análisis de la etapa, véase: JAMES, Daniel: Resistencia...op.cit.; SALAS, Ernesto: La .....(ilegible)

[1] La Unión de Guerrilleros Andinos fue un grupo comando dirigido por el capitán Ciro Ahumada y tuvo actuación en la zona de Cuyo, contemporánea mente a los Uturuncos. Se trataba de uno de los comandos dirigidos por la Central de Operaciones en la Resistencia, creada por el general (R) Miguel Iñiguez. Sus principales operaciones consistieron en la voladura de la casa del general Labayru, comandante de la region andina, la destrucción de un puente en la cordillera de los Andes y el robo de gelinita. El plan CONINTES y el fracaso del golpe de Iñiguez en noviembre de 1960., los disolvió. En 1973, el capitán Ciro Ahumada participó en el bando de la derecha peronista en la masacre de Ezeiza.

[1] GALASSO, Norberto: Cooke: de Perón al Che, Una biografía política, Buenos Aires, Homo Sapiens, 1997

[1] (ilegible)

[1] Carta de John W. Cooke a Genaro Carabajal, 18 de agosto de 1961, archivo de Fermín Cháves.

[1] Entrevista con Félix Serravalle, abril de 1999. BORRONI, Otelo: Entrevista a Juan Carlos Díaz, op.cit.

[1] (ilegible)

[1] (ilegible)

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PRESENTACION DE ROBERTO BASCHETTI

AL LIBRO DE ERNESTO SALAS

UTURUNCOS. EL ORIGEN DE LA GUERRILLA PERONISTA

BUENOS AIRES, MIERCOLES 3 DE DICIEMBRE DE 2003

 

La primera frase del libro que tengo el honor de presentar: Uturuncos. El orígen de la guerrilla peronista es a mi entender la clave y la razón de su existencia: -Este libro pretende rescatar del olvido la primera fuerza guerrillera de la Argentina contemporánea.

 

Ernesto Salas, amigo, colega en este hermoso y fantástico mundo de investigar, lo logrará con creces. Situación que a nadie debe extrañar si conoce la meticulosidad, el rigor histórico y la constancia que Ernesto presenta en cada uno de los trabajos de investigación que encara, como por ejemplo en los dos tomos de su opera prima, el recordado y ya clásico -La resistencia peronista: la toma del frigorífico Lisandro de la Torre editado allá por 1990.

 

La temprana experiencia de los Uturuncos ha quedado relegada y casi olvidada, en el fárrago de acciones políticas y militares de las organizaciones armadas peronistas, ocurridas desde la caida de un grupo importante de las FAP en Taco Ralo en 1968 y con muchísima mayor intensidad aún a partir del 29 de mayo de 1970, cuando Montoneros se da a conocer públicamente con el secuestro y posterior ejecución del fusilador Aramburu.

 

Pues bien: ¿Por qué y de donde salieron los Uturuncos?. Ernesto Sala con visión y criterio, hila, escarba, detecta, ilumina, en la riqueza de una historia que arranca en los años inmediatos posteriores al golpe militar del 55 y advierte con propiedad que es un error visualizar -a los gobiernos que sucedieron al peronismo, como gobiernos moderados a los cuales también se les otorga el beneficio del olvido en cuanto a los crímenes cometidos entre 1955 y 1966.

 

Crimenes que necesariamente no pasan solo por matar sino también por discriminar, encarcelar, perseguir, torturar, humillar, apalear, violentar, a la gran masa del pueblo argentino que sigue siendo peronista y fiel a las tres banderas históricas del Movimiento.       

 

Si hiciesemos un “racconto” de esos hechos, no nos alcanzarían los dedos de las manos para enunciarlos y ordenarlos en el tiempo.

 

Antes de la aparición de Uturuncos podemos contabilizar:

 

1.      Los bombardeos a Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955. Más de 250 muertos, el triple de heridos por lo menos y numerosos mutilados. ¿Alguién sabe o recuerda al menos el nombre y apellido de uno de esos muertos?

2.      El golpe militar, violento y sangriento contra el gobierno popular y constitucional de Perón elegido por el 62,49% de los votos.

3.      Adhesión de ese gobierno de facto oligárquico y elitista surgido (Lonardi primero, Aramburu y Rojas después), a los planes de entrega determinados por el FMI. Todavía estamos pagando.....

4.      Intervención a la Confederación General del Trabajo (CGT) que tenía para ese entonces más de 5 millones de trabajadores afiliados y organizados.

5.      Recordemos el famoso decreto ley 4.161 (ustedes ya saben a cual me refiero) por el cual se prohibía desde el odio y el revanchismo ser peronista.

6.      El robo del cadáver de Eva Perón. Abanderada de los Humildes y Jefa Espiritual de la Nación, pero por sobre todos las cosas, mentora de las milicias obreras armadas de autodenfesa del gobierno nacional y popular peronista. Los gorilas, ya en ese entonces, sabían a quien tenían que hacer desaparecer....

7.      Aquí cito a Sala: -En esos primeros años las fuerzas militares y policiales detuvieron a miles de personas, muchos de ellos fueron torturados y asesinados, otros fueron enviados a las cárceles del extremo sur del país. La policía disparó contra las movilizaciones de trabajadores y asesinó  a varios obreros del surco, del puerto, metalúrgicos; decenas de miles de personas fueron inhabilitadas para ejercer cargos gremiales y políticos, miles figuraron en las listas negras y no pudieron trabajar...

8.      Los fusilamientos de obreros y civiles peronistas en junio de 1956 por la reacción.

9.      El voto en blanco triunfante del peronismo proscripto en las elecciones constituyentes de 1957, que demuestra que ese pueblo no cambia de idea....

10.  La traición de Frondizi en 1958, que sube como presidente con los votos peronistas y luego hace todo lo contrario a lo prometido desde el llano. Como puede apreciarse Menem tuvo en quien inspirarse....

11.  El famoso Plan CONINTES instrumentado por el gobierno frondizista que llena nuevamente las cárceles y prisiones del país con obreros y militantes peronistas, que resisten los planes recesivos y entreguistas del imperialismo y la oligarquía.

12.  Y ya después de Uturuncos, las elecciones del 18 de marzo de 1962 en Buenos Aires, que gana el candidato peronista Andrés Framini y por eso, precisamente por eso, son anuladas de un plumazo, o mejor dicho habría que decir de un sablazo, por los militares –verdadero poder detrás del trono- que aprovechan la circunstancias además, para destituír a un Frondizi que ya no les sirve para nada.

 

Y así podriamos seguir con holgura citando barbaridades hasta 1966. ....

 

Bien dice Ernesto Sala, y lo cito textual: -...desde el punto de vista de los que sufrieron la exclusión y la represión, la llamada primera resistencia, o sea, la que se desarrolló entre 1955 y 1960, dejó una huella que se transformó e integró en la tradición combativa de la década siguiente. Las bases peronistas, liberadas de la tutela ejercida por el Estado y su partido y fogueadas por las intensas luchas de la segunda mitad de los 50, se radicalizaron hacia ideas nacionalistas revolucionarias, tanto en los sindicatos como en los comandos. La práctica del sabotaje en las fábricas, los importantes atentados con explosivos a empresas extranjeras o a las fuerzas represivas, el estallido de miles de bombas caseras y las largas huelgas defensivas de casi todos los gremios industriales se extendieron por todo el país. La experiencia se adquirió en el camino.....

 

Ernesto Sala habla de huelgas y sabotajes.

 

Con respecto a la importancia de las huelgas, un diario que desde siempre defiende las ideas del establishment no deja dudas al respecto. La Nación del viernes 10 de octubre de 1958 tomando como fuente las Oficinas Técnicas de la Policía Federal, señaló alarmada que en enero de 1958 (se estaba retirando acosada, la mal llamada revolución libertadora) pararon en el país 496.292 trabajadores y que en el primer semestre de ese año, el total de horas trabajo perdidas por huelgas sumó cincuenta millones y el país se perjudicó en 687.000.000 de pesos moneda nacional.

 

Si hablamos de sabotajes. Sería bueno recordar algo que pocos saben. De donde viene el orígen de la palabra sabotaje

 

En Holanda fueron populares –y lo siguen siendo- los zapatos de madera, utilizados para trabajar en la tierra o en los pantanos. Esos zapatos nosotros los conocemos como zuecos. Pero en Francia e Inglaterra se les dio el apelativo de sabots. Por extensión , llegó a darse también el nombre de sabots a los durmientes de madera del ferrocarril. Ahora bien, en 1910 en Francia hubo una gran huelga ferroviaria y durante la misma, los obreros del riel aflojaron los tornillos que sujetaban los rieles a los sabots. A partir de allí el procedimiento se denominó sabotaje y abarcó muchas otras operaciones de intención similar.

 

Según un informe confidencial y secreto dado a conocer por el Ejército Argentino, a partir de la conferencia pronunciada por el entonces teniente coronel Hamilton Alberto Díaz del Servicio de Informaciones de esa fuerza, y bajo el título de Lucha contra el terrorismo, en la Escuela Superior de Guerra en octubre de 1961, la actividad de la resistencia peronista fue muy intensa.    

 

Entre el 1° de mayo de 1958 y el 30 de junio de 1961 (es decir un amplio período del gobierno de Frondizi donde se gesta la aparición de Uturuncos) ocurrieron:

 

104 incendios de establecimientos fabriles, plantas industriales, vagones ferroviarios, campos de estancieros, buzones con correspondencia oficial etc.

440 actos de sabotaje varios (obstrucción de vías férreas, perdidas intencionales de combustible, derroches de agua corriente, destrucción de medidores eléctricos y de gas, cortes de cables telefónicos y telegráficos, ataques a miembros de seguridad, etc).  

1.022 colocaciones de bombas, cargas explosivas y petardos.

 

En ese período de tiempo se contabilizaron 17 muertos y 87 heridos.

 

Del conjunto de ese accionar de la resistencia resaltan dos hechos que conmovieron a la opinión pública.

 

a)      16 de febrero de 1960. En Córdoba, en la zona de Alta Gracia, se atenta contra la empresa extranjera Shell-Mex. Arden 3 millones de litros de nafta y 400.000 litros de gas oil. Las perdidas materiales ascienden a 60 millones de pesos moneda nacional.

b)      12 de marzo de 1960. En Mar del Plata incendian en forma intencional la planta de almacenaje de la dirección de Gas del Estado. Se destruyeron 1.400 tubos de gas y las perdidas alcanzaron los 10 millones de pesos.

 

Por otro lado, es interesante, es loable, es en gran parte inédito, el análisis que Ernesto Sala confecciona sobre lo que el acertadamente llama Procesos de identidad colectiva y como los relaciona con el peronismo, la resistencia y el imaginario colectivo.

 

Afirmará que: -La identidad de resistencia –que es la que nos interesa, aclara- es la generada por aquellos actores que se encuentran en posiciones o condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lógica de la dominación. Lo que construyen –entonces- son trincheras de resistencia y de supervivencia basándose en principios diferentes u opuestos a los que impregnan las instituciones de la sociedad.

 

Dirá también que -la identidad para la resistencia, conduce a la formación de comunas o comunidades, donde se construyen -formas de resistencia colectiva contra la opresión.

 

Y de allí se pasa a un nosotros, corporizado por los peronistas, los cabecitas negras, los trabajadores, orgullosos de ser tales, como respuesta a la exclusión que sufren desde el poder.

 

Una cita del libro es paradigmática al respecto:

 

-Desde 1956 renació la bomba casera, conducida por hombres anónimos hacia su objetivo; la práctica del sabotaje industrial se hizo moneda cotidiana, mientras miles de manos impregnaron las paredes de nuevos símbolos de resistencia –el famoso PV, Perón Vuelve, sin ir más lejos- y la política se replegó a las cocinas, los clubes, las canchas de fútbol y los bares.

 

Extraigo párrafos de la cita e ilustro con ejemplos que me vienen a la mente.

 

-Desde 1956 renació la bomba casera, conducida por hombres anónimos hacia su objetivo..... Hombres anónimos diría yo, llenos de grandezas y miserias como la mayoría de los mortales, que un día salieron a pelear por lo suyo. Está ese hermoso poema de  Jorge Melazza Muttoni, titulado Terrorista para atestiguarlo:

 

La pólvora,

la pólvora estará envuelta en una Crónica amarilla y vieja

que simulará apenas un paquete de clavos o conservas.

 

Con mis dos compañeros hablamos del estallido sabiamente,

habrá que discutir, punto por punto, donde poner la bomba:

Si en un baño, si en un balcón, cuando la madrugada amontona brujas y borrachos,

ó en un zaguán con triste olor a orines y a pintura.

 

De todos modos lo principal, la bomba, estará lista.

La pólvora prensada en la pieza del fondo, unos bulones más

y la sal gruesa fría y amarga como una vieja puta.

 

Cuando estalle,

leeremos en los diarios de vidrios rotos y paredes

y hierros lastimados.

 

Ninguno cantará, pero se que caeremos,

porque sí,

porque es muy macho

contarle a alguna negra para darse importancia,

que aquella bomba de que hablaron los diarios

la pusimos nosotros.

 

Siguiendo con este tema, también me acuerdo de la impresionante y machacante publicidad de los diarios y radios oficiales, de los formadores de opinión –que ya los había- para desacreditar, descalificar, aislar a los resistentes que respondían al sistema de la única manera posible: con la violencia política. Para ellos eran los terroristas.

 

Pero para el pueblo eran los compañeros y cada vez que podían, en bailes, peñas, reuniones cerradas, se expresaban en solidaridad con los muchachos cantando: -Si si señores, soy peronista, soy terrorista de corazón, pongo la bomba, prendo la mecha, corro tres cuadras y escucho la explosión.  

 

Vuelvo a otra parte de la cita de Sala antes enunciada, cuando dice: -...y la política se replegó a las cocinas, los clubes, las canchas de fútbol y los bares.

 

Así fue nomás, como bien dice Ernesto..

 

Contaba César Marcos unos de los primeros en organizar la Resistencia Peronista luego del golpe sangriento del ´55, que los peronistas más decididos, los más resueltos a la acción, para volver a organizarse recorrían los barrios de Capital y Gran Buenos Aires y se sentían como pez en el agua. No era para menos.....

 

-Allí siempre había una cocina amiga donde tomar unos mates y un sitio seguro donde poder aguantarse si era necesario. ¡Las cocinas que hemos conocido! En esos años, el que más o el que menos, los trabajadores ya tenían su casita y su cocina hospitalaria, abrigada en invierno y fresca en verano. Cocinas alegres, limpitas, con su heladera en un rincón, la mesa con el hule, las sillas acogedoras. Y el mate o una cervecita helada y, a veces en ese entonces, claro, la carne para el asadito en el fondo.No se hacer poemas, pero sugiero ese pequeño homenaje que todavía no se ha rendido a las cocinas humildes, de nuestras barriadas, que fueron verdaderos fortines del Movimiento Peronista. Allí se realizaban las reuniones con los compañeros barriales, se distribuía la propaganda, se establecían enlaces, se programaban las pintadas, se planeaba la acción. Allí nos reuníamos, en el ámbito mimético de las cocinas, donde todos son iguales y se confunden, donde nadie llama la atención, como en una gran familia. 

 

¿Qué hermoso no? Ese nosotros de los humildes, de los más, de los perseguidos, actuaba como galvanizador, como referente, como soporte de una resistencia por entonces embrionaria e inorgánica.

 

En ese sentido apunta Ernesto Sala cuando dice: -Viejas tradiciones obreras fueron resignificadas y entremezcladas en un nuevo repertorio de condiciones de lucha. Renacieron los lenguajes gestual y simbólico; los gestos que comunicaban sin hablar y los símbolos que, usados en la ropa, permitían reconocer al compañero.

 

En plena vigencia del decreto ley 4161 que prohibía al peronismo, solía verse a muchos compañeros con un ramito minúsculo de florcitas celestes en la solapa y a las compañeras con las mismas flores adornadado su pecho. Era una flor que se usaba con la primavera, para agasajar y recordar a la Madre y que se llamaba flor del no me olvides, por lo que también, precisamente por su nombre, fue mostrada como signo de lealtad al Líder, a Perón que estaba en el exilio.

 

Sentimiento que inmortalizó don Arturo Jauretche con su Canción del No Me Olvides:

 

No me olvides. No me olvides.

No me olvides.

Es la flor del que se fue.

No me olvides. No me olvides.

No me olvides.

Volveremos otra vez.

 

Es el novio de la Patria

de la Patria que le espera.

Volverán los nomeolvides,

volverán en primavera.

 

¡No me olvides, no me olvides,

no me olvides!

Canta el pueblo de Perón.

No me olvides sobre el pecho,

nomeolvides pegadito al corazón.

 

Volverán los nomeolvides

Cada año a florecer.

Con la flor del nomeolvides

no olvidando esperaré.

 

No me olvides, no me olvides.

No me olvides.

Es la flor del que se fue.

Nomeolvides, nomeolvides,

Nomeolvides

¡¡Volveremos otra vez!!.

 

Bueno. Yo no voy a hablar de Uturuncos. Para eso está este libro que hoy presentamos y que Ernesto Sala ha confeccionado con tanta dedicación y autoridad.

 

Libros como éste van abriendo el surco, mostrando el camino, de un pueblo digno y tenaz que sigue buscando pese a todos los contratiempos su liberación.

 

Ernesto, muchas gracias por tu aporte.

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NOTA DE LA NAC&POP:
 
Comandante Uturunco
FÉLIX FRANCISCO SERRAVALLE
Comandante PUMA
¡¡¡¡¡ PRESENTE !!!!!

 

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