Por Dr. JUAN GABRIEL LABAKÉ
Buenos Aires, 9 de abril de 2002
De mi consideración:
Me dirijo a usted con el objeto de solicitarle, respetuosamente, una
aclaración pública y una decisión inmediata sobre cuestiones
que pueden revestir enorme importancia y peligro para nuestra nación.
Me refiero al nombramiento de Henry Kissinger y de Norman Bailey en
cargos clave, justo cuando se ha iniciado, desde determinados centros de
poder extranjeros, una insidiosa campaña para que paguemos la deuda
externa con territorio.
Como usted recordará, la desastrosa
privatización de todas nuestras empresas públicas fue preparada
durante seis años, con una campaña similar. En 1983, Henry Kissinger y
David Rockefelller trazaron esa estrategia, que pronto adoptaron todos
los políticos, banqueros, empresarios y expertos de EEUU. Así, en
1989, el Dr. Menem pudo privatizar nuestras empresa estatales con
el beneplácito general, como si fuera un gran logro.
Ahora están instalando la propuesta de
pagar la deuda con territorio. Si no hacemos algo a tiempo, en unos años
más lo aceptaremos como algo beneficioso.
El primer paso fue y es tratar de
convencernos de que somos incapaces de gobernarnos a nosotros mismos,
como pueblo nacional. El principal impulsor de esa insidia es nada menos
que el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, a quien secundan
personajes de gran peligrosidad, y predicamento en EEUU, como
Rudiger Dornbuch. El resto lo hacen los socios locales de tales sectores
extranjeros, que usted conoce tan bien como yo.
El segundo paso fue inundarnos con
propuestas sobre los posibles métodos a utilizar para darles nuestro
territorio: reservas ecológicas; grandes explotaciones en común; bases
militares o científicas para EEUU; privatización del Banco Nación
(viejo y sospecho anhelo del FMI y del BM) que, como tiene hipotecada
una gran proporción de tierras rurales, su nuevo dueño podría
quedarse con ellas con sólo mandarlas a remate; emisión de bonos
garantizados por un fideicomiso de las tierras fiscales, para canjear
por la deuda, etc.
Ante una campaña tan abierta y sugestiva,
llama mucho la atención que usted haya contratado a aquellos dos
peligrosos personeros de esos intereses, para que lo asesoren políticamente
y lo representen en asuntos muy sensibles. En primer lugar, me refiero a
la contratación de Norman Bailey, como asesor personal suyo. Bailey ha
tenido el desparpajo de aconsejarle la emisión de los citados bonos
garantizados por un fideicomiso, para canjearlos por la deuda.
Francamente, señor presidente, luego de tremendo "consejo",
lo normal es que el señor Bailey sea despedido en el acto.
Además, hemos leído con estupor que
usted ha contratado a la consultora Zemi Communications, que es de
propiedad de Henry Kissinger, para que "trace una estrategia... que
logre ayuda financiera externa". Kissinger no sólo es el mentor
del pago de "deuda con activos", que tantas calamidades nos ha
traído, sino que es uno de los principales (sino el principal) ideólogo
del sistema de endeudamiento como instrumento de dominación de nuestros
pueblos. A ello, se suma un hecho que roza el terreno delictivo: el señor
Kissinger es representante y abogado (al parecer con 10 millones de dólares
de honorarios) de la empresa multinacional ERIDAY que construyó Yaciretá
y, en su nombre, nos reclama la fortuna de 1.500 millones de dólares
por "mayores costos", cuando nuestros técnicos calculan que,
a lo sumo, les debemos 100 millones. Ése pleito está en pleno
desarrollo. ¿Cómo es posible que usted designe a Kissinger para una
función tan delicada, siendo el representante de un acreedor
nuestro tan fuerte?
Estimo que la gravedad de lo dicho, tanto
en el caso de Bailey como en el de Kissinger, reclama una pronta
respuesta pública suya, y la inmediata separación de ambos personajes
de sus importantes cargos públicos.
Respetuosamente.
Juan Gabriel Labaké
DNI 6.484.939
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