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EL INDEC NO MIENTE
¡NO SEÑOR!
        

                                                               Quinta Los Colorados del Monte, noviembre de 2006.  

   A don CARLOS FERNANDEZ 

   Mi camarada de lucha y de combate: 

   Sabrá don Carlos que ando hecho un cuajo. Mire vea: lo mismito. Y por qué, se dirá angustiado. Bueno, ya es hora que se lo diga: le he mentido. Sí, y aunque lo lea dos veces verá que es lo mismo. Se lo dije a mi confesor, el cura de San Ramón, y me repuso que eso, lo que yo le dije a usted, no es mentira. Y ahí nomás salió con el cuánto hacía que no me confesaba, que cuánto que no tomaba la comunión y si había faltado a misa. Este cura tiene siempre el mismo casete y me lo pasa todas las veces que puede. Pero tiene la desgracia que yo lo quiera y él a mí. Lo conocí cuando estaba en el seminario. Y lo infesté todo lo que pude, aunque él ya estaba infestado. Entre los dos infestamos a muchos. Algunos de ellos se fueron al seminario de San Rafael, en Mendoza, el que con tanto amor y dulzura clausurara S.S. Juan Pablo II a instancias del hebreo Monseñor Karlic. En fin.

   Mire, la causa de la mentira es que yo me anduve diciendo que los índices que divulga el INDEC eran una patraña. Que al que hizo esos índices habría que darle el Premio Nóbel de Matemática y qué se yo. ¿Se acuerda usted de eso mi amigo? Quiera Dios que no se acuerde, así me evito este lamento boricano.

   Bueno, pero, ¿por qué es una mentira? Porque el INDEC no mintió nunca. Dijo la verdad, como esta que se descerrajó con un 0,9% de inflación para octubre. Allí no hay magia, ni eruditos, ni se toman índices de 1976 y 1984 para una canasta familiar del 2006. No. No hay trampa. Debe creerme don Carlos lo que le digo. Argentina es un país en serio.

   ¿Cómo llegué a esta conclusión?, se preguntará afligido como sordo en tiroteo. Verá usted, caro amichevole, que el otro día me fui con misia Lola a lo que los del pueblo llaman supermercado. Y mientras ella estaba ponga y dele con las compras, para eso y gracias a Dios es mujer, me paré en frente a unas heladeras que tienen productos lácteos. Entonces recibí una descarga en el cerebro, así como la que acojo cuando leo La radiografía de la pampa de Ezequiel Martínez Estrada. Bueno: no tanto. Parecida, le quiero decir. Es como un electroshock. Pero fuerte que lo deja medio lelo. Y ahí me di cuenta de mi error. Lo que para no andar vuelteando se la canto haciendo cuarta con el mocho y la bordona.

   Por ejemplo, la leche que toma en cuenta el INDEC, es la leche. Ahora usted me va a decir que esta es una zoncera que se le olvidó a don Arturo Jauretche. No. No: es leche. Se lo puedo asegurar. Pero, ¿qué pasó? Pasó que luego de que los productores fijaron el precio de la leche en la góndola supermercadista, apareció la leche descremada, que tiene otro precio. Más adelante la leche con vitaminas y minerales, como si la leche no los tuviera y fíjese que de ella vive y crece un ternero. Pero como esto no alcanzó, largaron la leche larga vida, que es como una momificación del estruje. Y así seguirán hasta que se venderá al aporreado pueblo la leche que beben los astronautas, que no sé para qué si ya no se puede viajar ni en colectivo.

   Ya lo presiento: sigue sin entender. La leche a secas, aunque es un líquido en emulsión, es la que tomaban los hijos de don Nicolás Avellaneda durante la revolución de 1880, cuando la gente salió alborozada a la calle a festejar las primeras ventajas devenidas del liberalismo y, de puro hambrientos y desesperanzados, se agarraron a tiros. A esa leche, hoy en día no la toma nadie. Quieren de las otras, más modernas, porque el 90% de ellas las consumen nuestros niños.

   Bueno, sobre esto le hago un sinceramiento: ¿qué es lo que quieren estos negros de mierda? ¿Eh? ¿Qué quieren? Quieren mandar a sus hijos al colegio; quieren comprarles zapatillas; quieren que por las noches duerman abrigados; quieren ¡comprarles juguetes! y quieren ¡comer carne dos veces por semana! No don Carlos, así el país nunca se internará en el Primer Mundo. Desde hace 30 años, con el Proceso, vienen haciendo sacrificios, ¿acaso no pueden esperar 30 años más? ¡Qué impacientes! No aman a la Patria.

   Y no se olvide don Carlos que estos cabecitas negras son los que quemaron las iglesias el 16 de junio de 1955. A esa la tienen que pagar. Aunque no se quemó ninguna de las iglesias y capillas de las barriadas obreras ni las del interior del país. Sólo se quemaron las del centro histórico de Buenos Aires, donde viven los sibaritas cachetudos, los burgueses afeminados, los ricachones y la oligarquía. Pero fueron los negros peronachos. Ya sé que es medio raro, pero a esto me lo ha confirmado Luis Majul, periodista que sabe un montón. Por eso es periodista.

   Sigo. Lo que pasa con la leche pasa con todos los demás alimentos: desde los yogures hasta los fideos de entrecasa. Los fideos del INDEC son los que amasaba doña Paula Albarracín, la madre de Sarmiento, debajo de la higuera, y vea si serán de buenos que con ellos lo alimentaba a don Domingo y observe lo que le salió: el Gran Sanjuanino, que fue presidente,  ¡y hasta sabía leer y escribir!

   Entonces los precios de aquella leche cachiquengue y de estos fideos mistongos, prácticamente no se mueven. Los progre  (marxistas + liberales), han hecho un acuerdo con los saquedores (productores + intermediación parasitaria), y estos precios no se mueven. Los otros, los que la gente compra, esos sí, porque están fuera del acuerdo. Y la leche que es solamente leche, con los bacilos de Koch y los pelos de la vaca incluidos o de regalo, vale 1. La otra, la que solamente tiene aftosa como obsequio, vale 2. En cambio la leche pichichú, la que no tiene nada más que leche, vale 3.

   Con las bebidas ha ocurrido algo más astuto. El vino que toma el obrero en la mesa, cuyo análisis químico da que contiene vestigios de semilla de uva, vale, por ejemplo 1. ¿Y ahora? Sigue valiendo 1 para el INDEC. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia está en que el envase original era de 950 cm³ y ahora es de 750 cm³. Lo mismo han hecho con las harinas y el azúcar: pese usted las bolsitas y verá que contienen 800 g. En un caso se quedaron los señores productores con 200 cm³ y en el otro con 200 g. Han autorizado que la yerba mate se mezcle con hasta un 30% de ligustro. Diga usted si los productores no son buenos. Hoy en los yerbatales por cada planta de yerba que se poda se hace escamonda en dos de ligustro. ¡Ah!, no me cree. Tómese unos yerbeados, medio seguidos, y después me cuenta del beberaje.

   Lo importante don Carlos es que el IVA no caiga. De 1 Kg de harina que compra el pobre, ¼ Kg es del Estado malandra. De 20 cigarrillos que usted adquiere 12 son del Estado, que es el que no lo deja fumar. Por cada 1000 cm³ de nafta, 660 cm³ se los lleva Felisa Miceli.

   Pero que el cabecita negra tome menos vino y fume menos está bien. Es una buena idea del Ministro de Salud que cuida a los mayores como papá y mamá. Porque a los que están por nacer pide que los maten sin asco. Eso se llama “planificación familiar”. Bueno, nadie es perfecto. Además el negro es borracho, en cambio la gente del centro es ebria o alegre. Así como las patotas nacionalistas están integradas por “muchachones”, en cambio las patotas de la FUBA están compuestas por “chicos”. Los nacionalistas dan “garrotazos” en cambio la zurda sólo propina “zamarreos”. Créame: no es poca la diferencia. La Argentina tiene que ser gobernada por “gente decente” como quería Sarmiento y Mitre.

   Por todo lo antedicho es que le he mentido don Carlos y pídole disculpas mil. Y aquella idea mía de llamar al INDEC como Instituto Antinacional de Estadísticas y Censos (IADEC) queda, desde luego sin efecto. Perdón también a algún otro que pueda haber leído estos disparates sin abuela.

   Pero todo esto no obsta para despedirme de usted con un:

   NI YANQUIS NI MARXISTAS

   DIOS, PATRIA y HOGAR

                        JUAN
                        Milico fiel a Vendini y a la ¡Agarré (con el Sargento Ayudante)!

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