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La Trivialidad como Modelo*

   ¿Qué pueden enseñar los padres sus hijos, los maestros a sus alumnos? ¿Alguien puede hablar de honradez o de seguridad cuando se ha vuelto habitual que los jueces sean acusados de fraguar pruebas o los policías de delinquir sin que suceda nada? ¿Cómo respetar a quienes representan a las instituciones cuando se los advierte cercanos al escándalo? ¿Se puede hacer referencia a lo que los antiguos consideraban honra cuando las "estrellas" de este espectáculo escriben, orgullosas y desafiantes, los detalles de la corrupción de sus vidas, muchas veces breves, pero siempre bien trajinadas? ¿Cómo se puede enseñar a hablar, es decir, a pensar, a nuestros chicos cuando escuchan permanentemente un incoherente léxico balbuceado cuyo escaso y grotesco vocabulario ha dejado de escandalizar porque constituye el espejo fiel de almas groseras? ¿Quedarán aún ingenuos que se preocupen por la vida interior ante tan prestigiado derroche de superficialidad?. ¿Qué argumentos ayudarán a un padre o a una madre a explicarle a su hijo que su vida depende del esfuerzo y el trabajo, o a su hija adolescente que es conveniente que alguna noche duerma en su casa? Ninguno, mientras los chicos vean que las conductas opuestas no sólo son socialmente admitidas, sino que hasta parecen constituir un requisito imprescindible para alcanzar el éxito, reflejado en la admiración de los demás.

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  • * Fragmento de "La trivialidad como modelo", capítulo de "La tragedia educativa", de Guillermo Jaim Etcheverry, médico, escritor, docente, investigador, preocupado por el estado de la educación en la Argentina. Vivimos, sostiene, rodeados de señales que demuestran que en nuestra sociedad se desalienta el conocimiento.