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SOBRE DESHINCHAR PERROS

 Juan Pampero

 

 

   Hace cosa de una semana, tal vez un poco más, el periodista Santos Biasatti, el que tiene la mamá de 92 añitos puesta de novia con un mequetrefe azotacalles de 35, se las agarró con el que fuera Movimiento Nacionalista Tacuara. Para ello invitó a varias personas a testimoniar sobre la espantosa organización nazifascista, lugar común al que Biasatti manda, por las dudas, a todo lo que él no entiende, no conoce y menos sabe. Entre aquellos invitados estuvo el periodista, turiferario de éste y otros regímenes perversos, Hugo Gambini, el que, viendo el campo orégano y el micrófono ajeno se despachó contra los Tacuara sin asco, sabiendo el calabacín que nadie lo retrucará.

   En aquellos tiempos aludidos en el programita, digamos entre 1958 y 1960, Gambini era lo que se llamaba con desprecio un petitero, un zascandil igual que ahora pero con pelo. En aquel tiempo pretérito de hacha y tiza, Gambini ya era militante de la FUBA anarquista y disociadora; asiduo habitante del Comité Central de la UCR en su sede, por allá, cerca del bajo, en la calle Tucumán y, como contemporáneo de su colega, el abogado y periodista Mal Ano Grondona, había sido partidario subversivo y militante de la Involución Libertadora. También recuerdo haberlo visto en un acto que el Partido Socialista realizó en Plaza Once bajo la insigne batuta de Norteamérico Ghioldi el que, como buen masón, era Padre de la Democracia y la Libertad Argentinas, miembro de la Junta Consultiva codo a codo con la británica Alicia Moreau, viuda del Juan Bonifacio Justo, El Inefable. No tuvieron suerte ese día los bolcheviques, porque el acto duró 10 minutos. No recuerdo bien qué pasó: se dispersaron tan rápidamente que es probable que algunos sigan corriendo todavía. ¡Qué susto!

   De acuerdo con Gambini, y su eco zarandeado, Biasatti, quien cerró el espantajo, prácticamente todos los males que sufrió nuestra Patria, entre ellos el de ser asolada por bandas de marxistas asesinos de todos los pelajes y modos de perversión, nacen del Movimiento Nacionalista Tacuara. Aserción que, en verdad, me ha provocado un estado especial: que va de la consternación a  la gracia. Porque según tengo entendido, por un amigo que me ha contado, el turco Abdel Aba Kadabra, en 1960 el MNT ya no existía como tal, es decir, como fuera fundado por el Viejo Camarada Alberto Ezcurra Medrano en un bulín mistongo del barrio de Once, y luego, cuando sobraron unos mangos, trasladado a la calle Tucumán, muy cerca del comité de esos invalorables patriotas que son y han sido los radicales de Alvear para acá (en ese tiempo corporizados en el Chino Balbín y en Arturizi Fronduro, sin que faltase un canalla como el Bisonte Alende).

   De manera que lo ocurrido a partir de la corta agonía y muerte del MNT, digamos desde 1960 en adelante, como el asalto al Policlínico, por ejemplo, son obras del gordo sodomita Joe Baxter y la camándula que lo siguió, que son las y los hilachas del Movimiento. Es verdad que en aquella banda de ladrones y asesinos, estuvieron personajes siniestros como, por ejemplo, Jorge Cafatti y José Luis González Nell que habían sido del MNT. Pero también es verdad que estos dos habían sido expulsados mucho antes del Movimiento por su conducta torcida y repugnante (la zurda actual que ya se estaba poniendo de moda). La prueba es que aquella tarde, en la que Ezcurra abandonaba cabizbajo el local del MNT, los guardaespaldas de Baxter eran estos dos sinvergüenzas junto con otros cuyos nombres he olvidado, porque me cayó una maceta en la cabeza y desde entonces sufro de amnesia. Pero no me jodan, muchachos,  porque la recupero en cualquier momento.

   Pero, ¿qué quería contarles yo? ¡Ah, sí! De don Enrique Santos Discépolo, cuyo rostro travieso se asoma entre los colores de la Patria en la portada. Él hizo dos ciclos por Radio Nacional en los cuales se dirige a un sujeto ideal al cual llama Mordisquito. Éste era un fulano bravo, el estereotipo del gorila porteño, que se las tenía que ver con Discepolín, que a fuer de sinceros, era un jodido de toda la vida y, para colmo, peronista.

   Este ciclo se llamó inicialmente Pienso y digo lo que pienso, pero a don Enrique el guión le pareció vulgar, lo objetó, y terminó llamándose como el personaje: Mordisquito. Estas audiciones tuvieron dos ciclos: el primero con 37 emisiones y, luego de un paréntesis, el segundo con solo 2 ediciones. De este programa se grabaron en cinta todas las difusiones que salieron al aire; pero en 1955 la mano de la Libertad quemó 38 de ellas, salvándose la 39 que se encuentra como copia en mi poder. Sin embargo, alguien había tomado las versiones taquigráficas de los 39 programas, y contra ello no pudo la Libertad, ni la Democracia ni la Masonería, y así, rodando en el tiempo, subsisten vivitas y coleando, bien seguras, como para que duren unos 200 años más.

   De la emisión 39, o sea la última, porque 30 días después de ella, asomándose la Noche Buena de 1951, Discépolo moriría, rescato estos parágrafos que he seleccionado para el Hermano Gambini y para el que tiene la Mamá de novia:

   “Bueno, mirá, lo digo de una vez. Yo no lo inventé a Perón. Te lo digo de una vez, así termino con esta pulseada de buena voluntad que estoy llevando a cabo en un afán mío de librarme un poco de tanto macaneo. La verdad: yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón, la milagrosa (…) No. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. ¡Vos los creaste! Con tu intolerancia. Con tu crueldad. Con la misma crueldad aquella del candidato a presidente que mataba peones en su ingenio porque pisaban un poco fuerte las piedritas del camino a la hora de la siesta (…) Claro, a vos no te alcanzaba esa injusticia. Tendrías, como un señor que yo conocía y que iba todos los meses a cobrarlo, un puesto de ama de cría para cubrir sus gastos, que se lo pagaban oficialmente, y un sueldo para salir con el Klan. Yo me acuerdo del Klan. Y vos también. Aquella mafia siniestra que salía sólo para aterrorizar a la gente y mataba una vez a gomazos, otra vez a tiros y a veces con el camión para hacerlo más divertido, y los hacían figurar como desaparecidos para ocultar lo que habían hecho. No, si la memoria fastidia (…).”

   Pero, ¿cómo Míster Gambini y Lord Biasatti? En los gobiernos de los demócratas de Justo y de los radicales de Ortiz y el viejito Castillo ya había ñoquis. ¡Cielo Santo! Y el Klan Radical, una organización tenebrosa que fue institucionalizada por Justo y por Ortiz en la Década Infame, salía por las noches a fajar gente, matarla a balazos o a pisarla con un camión. ¿Y las policías, la federal y las provinciales ande estaban? ¡No me digan que ya entonces existían las zonas liberadas! ¿Y los señores Jueces, acaso ya eran repugnantes mocos como los de ahora? Y claro, como algunos cadáveres quedaban tan escrachados los hacían desaparecer enterrándolos en alguna cuneta. ¡Madre mía del Cielo! ¿Qué estoy diciendo? Torturados, muertos y desaparecidos, no sé a qué me hace recordar esto, gorilamente hablando. De ellos no habla Gambini, menos Biasatti y nadie de esta canalla infame que nos gobierna, denunciantes crónicos y pestilentes nauseabundos.

   Gambini, viejo habitué del Petit Café y por ello petitero cajetilla: si tienes muchos defectos, harías bien en disimular los ajenos. Es un consejo que te da un tipo que siempre creyó en Cristo y que ama profundamente a su Santa Madre, María. Dedícate a cuidar a tus choznos y dejate de joder inventando cosas que nunca viste, aunque algún julepe por radical y por zurdófilo te hayan dado. Y vos Biasatti, dedícate a cuidar a tu mamá: los pendejos jóvenes son tragos fuertes que no son para su carrocería, en lugar de andar repitiendo sandeces que seguramente te las batió Gambini por unos mangos limosneros.

Con esto queda deshinchado este perro. ¡Pero quedan quichicientos cuarenta y dos más! No. No me da el tiempo para tantos perros hinchados… ¡Ah, ya me olvidaba! …

¡NI YANQUIS NI MARXISTAS!

¡DIOS, PATRIA Y HOGAR!

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