¡SOMOS CATÓLICOS!

 
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ÉXTASIS EN TRADILANDIA[*]

 

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   ¡Éxtasis en Tradilandia! Desde el 7 de julio, día de la publicación del «Motu Proprio Summorum Pontificum», es un grito de alegría unánime que atraviesa la galaxia tradicionalista. Desde la Fraternidad San Pedro hasta la Fraternidad San Pío X, desde el Instituto del Buen Pastor a la Contra-Reforma católica, no hay más que una profunda gratitud, vivo reconocimiento y muchas alabanzas a «Su Santidad el papa Benedicto XVI». Mons. Fellay ordenó a sus sacerdotes que canten un  Te Deum y un Magnificat para agradecer al cielo y a la Santísima Virgen que, gracias a la cruzada de un millón de rosarios, permitió esta magnífica victoria. ¡Creeríamos estar ya en el paraíso! ¡Qué intensa alegría, qué felicidad inenarrable, qué celeste felicidad, qué excitación contagiosa, qué optimismo! Y sin embargo, como una vez lo dijo Bernanos, «e l optimismo es la esperanza de los imbéciles.

   Dentro del concierto de alabanzas, el padre Philippe Laguérie no es la excepción. En el blog del Instituto del Buen Pastor, hay una sucesión de ditirambos hacia el sucesor de Juan Pablo II. He aquí un pequeño extracto de los mismos, pero habría que citar el texto entero porque allí todo es bueno. «¡La Iglesia católica acaba de recobrar su dignidad y cada uno de sus hijos puede alegrarse con Ella! Experimento un sentimiento de profunda alegría, mezclado de reconocimiento y emoción, ante este espectáculo tan imprevisto como inesperado de un papa, que algunos decían lento para obrar, que después de sólo dos años de pontificado, restablece a plena luz la Tradición más venerable de la Iglesia, con dignidad y audacia, el tesoro de la misa de San Gregorio el Grande (y con él los Apóstoles), de San Pío V, del bienaventurado Juan XXIII ¡(que conciliar irreductible podrá contestarle)!»

   Pero lo mejor es lo que sigue. Hélo aquí. Ahí el superior del Instituto del Buen Pastor se larga con todo: «Es la victoria de la Iglesia católica, de su Papa, de sus obispos, de sus sacerdotes y de sus fieles, todos humillados largo tiempo bajo un yugo extranjero: la autodemolición de la Iglesia termina, el humo de Satanás se disipa, la barca de San Pedro, que «hacía agua por todas partes» vuelve al mar con audacia y desplegando su dignidad de esposa de Cristo sobre cada uno de sus hijos… En fin, evocando las disposiciones práctica contenidas en «Motu Proprio», el padre Laguérie se inflamma: «Es del gran San Pío X». Leyeron bien. ¡No de San Pío X, no, del gran San Pío X!

    Poco importa que en el centésimo aniversario de la encíclica Pascendi Josef Ratzinger se haya hecho bendecir por un rabino durante su viaje a Brasil, poco importa que en la mezquita azul de Estambul haya orado vuelto hacia la Meca, como los mahometanos, poco importa que en Pascua haya condecorado con la insignia de San Gregorio el Grande al rabino de una poderosa organización judía por «servicios prestados a la Iglesia católica», poco importa que sin cesar exprese su adhesión al Vaticano II y a la misa nueva, poco importa que el ecumenismo liberal, la libertad religiosa, el diálogo interreligioso, la sumisión a la sinagoga sean el centro de su reino y de su acción, los “tradis” están subyugados.  Boquiabiertos, encandilados. Locos de reconocimiento. ¡Si la situación no fuera tan dramática, sería para morirse de risa!

   En cuanto a la FSSPX, el proceso de su inevitable alineamiento con la iglesia conciliar ha recibido un violento golpe de acelerador. Sobre todo porque puede contarse con el artero Benedicto XVI para dar a Menzingen los signos que allí se esperan. Después de las «Respuestas de la Congregación para la Doctrina de la Fe» sobre el subsistit(1), podemos esperar otros textos del mismo tenor. Por supuesto, ellos no cambiarán nada. Su fin es otro : se trata «tranquilizar a los integristas». Es decir, neutralizarlos, anexarlos a la nueva iglesia. No somos nosotros los que lo decimos, es el consejo pontificio para la unidad de los cristianos en La Croix del 11 de julio. Son pues los mismos jerarcas de la iglesia conciliar, que  no profesan la fe católica y por lo tanto no son católicos, y que son maestros en asestar golpes. La contradicción no les molesta ; ella está en el centro del sistema modernista. Liberalizar la misa tridentina no para ellos no es problema. ¡En el panteón de Asís hay lugar para la misa tradicional! Además, la mayoría de los «sacerdotes» que la dirán ni siquiera son sacerdotes, ya sea porque han sido oredenados con el nuevo rito o porque el obispo que los ha ordenado fue consagrado con el nuevo rito. Y, aunque fueran sacerdotes ¿qué dirán en sus sermones esos sacerdotes conciliares o adheridos a la iglesia conciliar?

   Sin duda pronto llegará el decreto que levantará la excomunión de los cuatro obispos de FSSPX. Fellay sabrá hacer creer a su tropa (es un orfebre)  que además, no pedirá más, que, gracias a la Fraternidad, gracias al combate de Mons. Lefebvre (¡gracias Marcel!) y a la cruzada de rosarios (¡gracias María!)  solicitada por el capítulo general de julio de 2006 (¡gracias Espíritu Santo!) La Tradición (con una gran T, hay que llenarse la boca!) ha ganado, en primer lugar en el campo litúrgico (ya está) y, en segundo lugar, en el campo doctrinal (está en curso) y que finalmente se está saliendo de los años negros. De esa forma, Mons. Felay podrá decir que no es la Fraternidad la que se adhiere a la Roma modernista sino la Roma modernista que ha vuelto, gracias a la Fraternidad, a la fe católica. Y así se ha conseguido todo. ¡Es maravilloso!

   San Agustín predijo que hacia el fin de los tiempos «el cuerpo de la Iglesia será algo así como aquejado de caducidad». Más cerca nuestro, el cardenal Pie profetisaba que, a causa del progreso de la revolución y de la conjuración anticristiana, «la Iglesia sería reducida a dimensiones individuales y domésticas». Evidentemente, ya estamos allí. No lo dudemos, todavía no hemos visto nada, nos falta lo peor.

Petrus.

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