EL
PALOMO BUCHON LAUDINO
Estas líneas van dirigidas a toda la afición
y en especial a todos aquellos colombófilos que tras muchas penalidades y
sacrificios han sabido conservar una raza de palomos que son una verdadera joya
viviente.
Cuando tenía mis
primeras palomas algunos vecinos y familiares profanos en la materia me
preguntaban que si eran palomos ladrones, a lo que yo afirmaba que sí, no
teniendo idea en realidad de lo que era un palomo ladrón.
Tenían que pasar
todavía unos dos años para ver el primer palomo ladrón. Era un día lluvioso;
cuando salí del colegio, y como todos los días, subí a la terraza para
echarles de comer a mis palomas. Fue entonces cuando por primera vez vi aquel
hermoso ejemplar (¡qué grande era y que buche tenía!). ¿Pero qué era
aquello que tenía sobre el pico?. Además, me parecía que con la talla que tenía
no podía volar, pues hacia casi el doble de una paloma de las mías; observé
como una hembra de las mías que no tenía macho, le estaba dando celo y la pisó;
acto seguido salió volando con una silueta oscura y no parecía tan grande en
el aire, era como las mías, pero lo que más me llamó la atención al volar
era que inflaba el buche, recortando una silueta preciosa. Me quedé mirándolo
hasta que se perdió tras la cúpula de una de las viejas iglesias que hay en el
barrio donde me crié. Pensé que aquel palomo era el palomo ladrón del que
tanto había oído hablar.
Al día siguiente,
cuando regresé del colegio al mediodía, subí la terraza y no estaba; por la
tarde volví a subir y tampoco estaba, yo miraba al horizonte entre los viejos
tejados y los campanarios de las iglesias y no se recortaba nada más que la
silueta de alguna zurita y algunas palomas blancas de fantasía que tanto
abundaban por allí.
Durante algunos días
no pensé en otra cosa que no fuera aquel palomo y fui desglosando todo los
detalles que recordaba. Empecé por el color. ¿Qué color era aquel igual al de
las zuritas, pero poco más oscuro? Ahora sí lo sé, era un mulato o ahumado.
¿Serían aquellas cosas llamativas que tenía sobre el pico alguna enfermedad?
(eran blancas), pero no, lo había visto arrullar y estaba muy alegre. De lo que
mejor me acordaba era del buche, muy bonito y grande; si fuera mío aquel
palomo, por su talla no cabría en los palomares, ni tan siquiera entraría por
las puertas.
Unos días después
subí a la terraza, hacia un día claro, pero con mucho aire y frío, miré en
el tejado y estaba allí; se había emparejado con mi paloma y se daban el pico.
Me fijé bien en él, tenía el pico muy corto y recio. Mas bien parecía que
tenía boca, y aquello blanco que tenía en el pico eran las rosetas, o narices,
estaban muy desarrolladas. Otro de los detalles que no me había fijado era las
tres verrugas que tenía bajo el pico; también me fijé en los ojos, eran rojos
como si tuvieran un fuego interior, eran como rubíes, además tenían un cerco
alrededor de ellos que le daban más vistosidad, era el ribete. Toda esta cabeza
estaba sostenida por un cuello largo y fuerte, que cuando arrullaba le daba la
belleza tan característica de esta raza.
No volví más a
ver aquel palomo ni a mi paloma, se la había llevado. Desde aquel día quedé
impresionado por aquella raza de palomos tan libres y bellos. No he dejado de
observar a esta raza durante 25 años, y anoto en estas líneas mis
observaciones. Estos palomos, cuando van envejeciendo, se van haciendo cada vez
más bellos, pero también van adquiriendo más rarezas, tomando la costumbre de
estar todo el día en los antiguos monumentos que son visitados frecuentemente
por las zuritas, perdiéndose algunos ejemplares por este motivo, al hacerse las
visitas al palomar cada vez menos frecuentes, y así se van acentuando la
adaptación de estos ejemplares a la vida salvaje.
Estos palomos no
necesitan aprendizaje para sus andanzas, pues buscan las hembras por instinto,
con el suave tacto de no acercarse demasiado a sus palomares para no ser
capturados. Tampoco pueden ser encerrados como los deportivos, pues mientras éstos
son disciplinados para su cometido, los “LAUDINOS” son indisciplinados e
imprevisibles, pues lo mismo persiguen a una paloma que a un macho perdido, dándole
infinitas pasadas en el lugar donde esté posado y haciéndole salidas hasta
llevárselo a su palomar; una vez posado en su palomar, se limitan a ignorarlo,
dedicándose a bañarse o a comer, no volviéndose a preocupar por el viajero.
Creo que todas las
aves que conviven con el hombre, una de ellas, que vive en estado casi natural,
sin ocasionarles molestias, es el palomo “LAUDINO” y sobre todo si éste es
un buscador de palomos perdidos.
José Viñolo López.Granada (ESPAÑA)