PLACENTA

La formación de la PLACENTA se inicia pocas horas después de la implantación, cuando un grupos de células del cigoto comienzan a diferenciarse en células del trofoblasto que formarán la placenta.
Estas células trofoblásticas tienen un comportamiento biológico único que asemeja un cáncer por su capacidad de infiltrar o invadir el endometrio. El trofoblasto va formando múltiples ramificaciones o arborescencias llamadas vellosidades coriales que se infiltran en el endometrio. Alrededor de cada una de estas vellosidades llegan las arterias maternas y forman lagos sanguíneos que regresan, por las venas, a la circulación materna.

Esto implica que la membrana que rodea las vellosidades coriales (membrana placentaria) es la frontera entre la mamá y el bebé. La sangre materna llega hasta los lagos sanguíneos que rodean las vellosidades coriales, pero nunca pasa al bebé.

La sangre del bebé circula por el cordón umbilical y llega a la placenta, a sus vellosidades, donde queda en contacto con la sangre materna, sólo a través de la membrana placentaria, que nunca rebasa. La placenta humana es hemocorial; esto quiere decir que la sangre materna y fetal nunca se mezclan.
La placenta queda firmemente adherida a la pared interna de la cavidad uterina, mediante las vellosidades coriales que infiltran el endometrio (recubrimiento interno del útero) sin llegar hasta la pared muscular, en condiciones normales. A ésta, se le conoce como cara materna.

La cara opuesta de la placenta o cara fetal, está cubierta por las membranas fetales o corioamnioticas que son atravesadas por el cordón umbilical que, al término, mide aproximadamente 50 cm, siendo esto variable. Su diámetro es de 2.5 cm y tiene dos arterias umbilicales y una vena.
Como podemos inferir de lo anterior, la placenta se encuentra entre la pared uterina y la bolsa amniótica que protege al bebé.


Fisiología de la Placenta

La placenta realiza múltiples acciones y suple temporalmente las funciones que, al nacimiento, realizarán los aparatos respiratorio, digestivo, excretor y otros muchos órganos y sistemas.

Una de éstas es la función respiratoria; es decir, el intercambio de gases que permite la difusión del oxígeno de la sangre materna a la fetal y del bióxido de carbono del feto a la madre.
La función nutricia implica la difusión de elementos nutritivos de la sangre materna a la fetal, carbohidratos, grasas, aminoácidos, vitaminas, minerales que se utilizarán para la producción de energía y para la estructuración de proteínas, organelos intracelulares, etc.
La placenta tiene, también, una función hormonal muy importante. La hormona gonadotropina coriónica es una hormona que se produce por la células trofoblásticas (placentarias), en cuanto comienzan a existir. Esta hormona puede comenzar a detectarse en la circulación de la mamá o en su orina, aproximadamente una semana después de la fecundación, y tiene la función de mantener el cuerpo lúteo.

El cuerpo lúteo se forma en el ovario de la mujer después de la ovulación y es el responsable de la producción de progesterona, que, como su nombre indica, es una hormona promotora de la gestación e indispensable para mantener el embarazo en las primeras semanas.

La progesterona es la hormona que produce los cambios secretores en el endometrio necesarios para que pueda implantarse y nutrirse inicialmente el embarazo.

Cuando en el ciclo de la mujer, después de la ovulación, no se produce embarazo, no se forma trofoblasto ni hormona gonadotrofina coriónica, lo que hace que el cuerpo lúteo, después de una semana, comience a degenerarse automáticamente, disminuyendo la producción de progesterona y ocasionando finalmente la menstruación 14 días después de la ovulación.

La presencia de la hormona gonadotrofina coriónica impide esta degeneración y mantiene la producción de progesterona, hasta que la propia placenta tiene la capacidad de producir, ella misma, la progesterona necesaria para mantener el embarazo a partir del 2o. trimestre. Debido a que la hormona gonadotrofina coriónica humana (hCG) es exclusiva de la placenta y se produce muy tempranamente en el embarazo, constituye una herramienta muy útil para el diagnóstico del embarazo.

Hace unas décadas, el diagnóstico temprano y certero del embarazo era mucho más complejo de lo que imaginamos. Hoy día bastan unas simples gotas de orina que al colocarse en un dispositivo que contiene anticuerpos específicos para detectar esta hormona, nos hace evidente la presencia del embarazo, aún antes de la fecha esperada de la siguiente menstruación con una seguridad superior al 99%.

La placenta produce, también, grandes cantidades de hormonas femeninas, como los estrógenos y la progesterona que son responsables de muchos de los síntomas característicos del embarazo (congestión mamaria, digestión lenta, constipación intestinal, frecuencia urinaria, etc. etc.).
La placenta realiza, para el feto, funciones muy parecidas a las del hígado para el adulto, ya que sirve de reserva de nutrientes, modifica algunas sustancias antes de transmitirla al feto y contribuye a la regularización de la glucemia fetal (azúcar en la sangre). Estas funciones van disminuyendo al desarrollarse el hígado fetal.
La hormona lactógeno placentario o somatomamotropina coriónica, actúa sobre el metabolismo de ácidos grasos y carbohidratos, y tiene que ver con la regulación del crecimiento.

La placenta tiene una importante función excretora, pues es a través de ella que se eliminan las sustancias de deshecho o tóxicas al feto. A pesar de que el bebé “in útero” traga líquido amniótico, lo absorbe, y finalmente filtra su sangre a través de sus riñones y produce orina, no es por este mecanismo que excreta las sustancias de deshecho, sino a través de la placenta.
No todas las sustancias cruzan la “barrera placentaria” dependiendo del tamaño de las moléculas, la placenta puede ser selectiva para dejar pasar o no algunas sustancias a manera de filtro.